Milei y la Sociedad Rural: Los festejos por la prisión de Cristina y la restauración de los poderes fácticos

Milei, Cristina, Rural, odio, privilegios, campo, condena, política, oligarquía, peronismo
Compartí esta nota en tus redes

La Sociedad Rural Argentina se convirtió en un escenario político donde el aplauso a la cárcel de una expresidenta y la complicidad oficialista con los grandes terratenientes expusieron un modelo de país excluyente, revanchista y antidemocrático. Cristina Kirchner respondió con dureza, poniendo en evidencia la obscenidad del doble estándar del gobierno de Javier Milei.

La Sociedad Rural Argentina volvió a ser lo que siempre fue: un teatro de poder, de privilegios y de desprecio hacia quienes no forman parte del selecto club de los dueños de todo. Pero esta vez, el agravio fue más lejos. No bastó con celebrar al presidente que, en plena crisis social, se exhibe como un bufón de los intereses concentrados. Tampoco fue suficiente la ovación a una política económica que premia a los que más tienen. El aplauso más fervoroso en la Exposición Rural fue para un hecho ominoso: la prisión de Cristina Fernández de Kirchner.

Sí, la risa brotó del odio. El agronegocio de gala celebró la condena judicial de una dirigente política sin reparar en formas, sin temor al ridículo institucional, sin el más mínimo atisbo de vergüenza democrática. La reacción no se hizo esperar. Cristina, desde sus redes sociales, respondió con contundencia: “Más que una sorpresa, lo de hoy en la Sociedad Rural fue una confirmación: no odian, no desprecian, ni agravian a personas individuales, lo hacen con los millones que representamos”. Con esa frase hiriente y lúcida a la vez, dejó al desnudo una verdad que muchos prefieren no ver: lo que se festejó en Palermo fue el castigo simbólico al peronismo, al kirchnerismo, a los pobres, a los trabajadores, a los invisibilizados.

Y lo más escandaloso fue que esa escena se dio con el aplauso cómplice del presidente de la Nación. Javier Milei, ese outsider que prometía romper con la casta, terminó abrazado al núcleo más añejo y reaccionario de la Argentina oligárquica. Porque allí, en la Rural, no hay casta más pura que esa: los que nunca perdieron, los que se beneficiaron con todos los gobiernos, los que evaden impuestos con sonrisa de champagne, los que gozan subsidios mientras pontifican sobre el libre mercado.

La presencia de Milei en el predio de Palermo no fue un gesto de cortesía. Fue una señal política. Una declaración de lealtad a los intereses de siempre. Frente a un auditorio repleto de patrones de estancia, el mandatario se regodeó con cifras, frases sueltas sobre el superávit, y hasta soltó una mentira monumental: “Me importa un rábano el superávit fiscal”. Un delirio que no resiste ni una línea de Excel, ni un segundo de racionalidad económica. Pero a nadie le importó. Porque en esa burbuja de privilegios, el contenido es lo de menos. Lo importante es quiénes son los que hablan y a quiénes se calla.

Y es ahí donde vuelve a aparecer la figura de Cristina Kirchner. No sólo como destinataria del odio de una clase que nunca toleró que una mujer, hija de un colectivero, llegara a conducir los destinos del país. Sino como la única dirigente capaz de poner en palabras lo que millones sienten. “Los aplaudidores de la Rural también fueron beneficiarios del festival de importaciones y fuga que nos dejaron sin reservas”, recordó con precisión quirúrgica. No se trató de una respuesta emocional, sino de una denuncia estructural. Porque lo que el actual presidente presenta como una épica libertaria es, en realidad, una restauración brutal del viejo régimen agroexportador, ese que expulsa, que concentra, que empobrece.

La impunidad simbólica de celebrar una condena judicial ante las cámaras, con la complicidad de los medios y el silencio de los supuestos defensores de las instituciones, marca un nuevo umbral en la degradación de la vida democrática. La persecución política, lejos de ser un tema del pasado, se volvió consigna de feria en la Rural. Y Milei, lejos de escandalizarse, se abrazó a esa narrativa con fervor. La llamada “libertad” que dice defender no incluye a las voces disidentes, ni a las memorias incómodas, ni mucho menos a los sectores que alguna vez pudieron soñar con una redistribución más justa del ingreso.

El odio no prescribe, escribió Página/12. Y tiene razón. En cada edición de la Rural, ese odio se reconfigura, se actualiza, se moderniza, pero siempre mantiene su esencia: desprecio a los trabajadores, desprecio a la política popular, desprecio al Estado cuando protege y no cuando subsidia al poderoso. Lo que ocurrió este fin de semana no fue simplemente una escena bochornosa. Fue una advertencia. Un mensaje mafioso, envuelto en traje de etiqueta, que dice: “Estamos de vuelta y no vamos a parar hasta aniquilar todo lo que no se nos parezca”.

Cristina no respondió desde el rencor, sino desde la claridad política. Sabe perfectamente que no fue ella el blanco, sino lo que representa. Por eso, su mensaje va más allá del agravio personal. Va a la raíz de un problema estructural: la connivencia entre una élite económica históricamente dominante y un gobierno que dice combatir la casta mientras la sirve con devoción. Que se vista de antisistema, pero que no moleste al sistema de privilegios reales. Que hable de eficiencia mientras protege la concentración. Que ataque a los docentes, a los científicos, a los jubilados, pero que jamás toque un centavo del agronegocio.

El episodio en la Sociedad Rural marca un nuevo hito en el proceso de descomposición institucional de la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. Un presidente que en lugar de gobernar, se presenta como estrella invitada en eventos donde se naturaliza el odio y se aplaude la persecución. Una gestión que prometía renovación y se volvió garante de la revancha oligárquica.

Mientras tanto, los aplausos continúan, y el país se hunde en la desigualdad. Pero la respuesta de Cristina Kirchner, como tantas otras veces, volvió a recordar que no todo está perdido. Que el odio podrá gritar fuerte, pero la historia, tarde o temprano, devuelve la palabra a quienes la construyeron con hechos, con votos y con coraje.

Fuente:
https://www.pagina12.com.ar/845048-en-la-rural-a-milei-no-le-importa-el-superavit
https://www.pagina12.com.ar/845024-la-sociedad-rural-y-un-odio-que-no-prescribe

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *