El Presidente decidió blindar a Karina Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos, pese al revés electoral y a las tensiones internas. El riesgo país en alza refleja la desconfianza del mercado ante la falta de autocrítica real y la ausencia de señales políticas claras.
La derrota en la provincia de Buenos Aires dejó expuestas las debilidades del proyecto libertario y las profundas fracturas en la estructura de poder que rodea a Javier Milei. Lejos de reconocer los errores de estrategia, el mandatario optó por refugiarse en su círculo más íntimo, blindando a Karina Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos. El discurso de la “profunda autocrítica” que prometió tras los resultados quedó reducido a un gesto vacío: no hubo desplazamientos, ni renovaciones, ni un cambio sustancial en la dinámica política de la Casa Rosada.
El costo de esa decisión se siente en los números. El riesgo país superó los 1000 puntos básicos, un dato que no solo enciende alarmas en los mercados internacionales, sino que refleja la desconfianza generalizada en la capacidad del Gobierno para ordenar la política y garantizar gobernabilidad. Cuando se esperaba un golpe de timón, Milei insistió en sostener la misma mesa política creada el año pasado, integrada por los mismos nombres y con el mismo esquema de poder.
La gran ganadora de la semana fue Karina Milei, quien mantiene intacta su centralidad en el esquema libertario y su poder de veto sobre los nombramientos y las estrategias. Su círculo de confianza —compuesto por Martín Menem, Eduardo “Lule” Menem, Sebastián Pareja, Pilar Ramírez y Romina Diez— sigue firme, pese a las críticas internas que señalan errores graves en la campaña bonaerense. Dirigentes del propio oficialismo apuntan contra Pareja y Lule Menem por la desorganización de la fiscalización y por haber forzado recorridas de campaña en zonas hostiles que terminaron en un fiasco electoral.
El conflicto entre el sector de Caputo y el armado bonaerense se profundizó en el cierre de listas, cuando las tensiones estallaron por la falta de representación de sus cuadros en lugares competitivos. Aun así, Milei eligió la salida más cómoda: mantener a todos en su lugar y evitar rupturas mayores. La interna, lejos de resolverse, se intensifica, y en ese fuego cruzado se consume la energía política de un gobierno que no logra proyectar un rumbo claro.
Mientras tanto, el PRO presiona para incidir en la campaña y plantea que el libertarismo desperdició la experiencia de sus cuadros en la fiscalización y en la construcción territorial. Karina Milei, sin embargo, ratificó a Sebastián Pareja como jefe de campaña en la provincia, consolidando un esquema que parece diseñado para profundizar los enojos con los aliados antes que para corregir errores.
El mapa de poder libertario muestra que, pese a la derrota, las posiciones no se movieron. Los nombres son los mismos, los equilibrios se mantienen y las promesas de autocrítica quedaron en el aire. El problema es que el mercado ya tomó nota de la parálisis política y ajusta sus expectativas en consecuencia. La suba del riesgo país no es solo un dato financiero: es un síntoma de la debilidad política de un gobierno que, en lugar de abrir el juego y mostrar capacidad de adaptación, se encierra cada vez más en su propio laberinto.
La pregunta que queda flotando es si Milei entiende que la campaña que viene no se gana con un esquema de poder cerrado y familiar, sino con la construcción de consensos más amplios. Por ahora, el Presidente eligió atrincherarse en su núcleo duro. Y esa decisión, más que mostrar fortaleza, desnuda la fragilidad de un gobierno que no puede ni quiere correrse de su zona de confort, aunque el país le pase factura.
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