¡Escándalo! La Ministra de Seguridad encubrió los vínculos financieros de Espert con el empresario narco

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Que Patricia Bullrich sabía que Federico “Fred” Machado financiaba la campaña de José Luis Espert ya no es un secreto: los documentos de Estados Unidos lo confirman. Lo llamativo no es solo el conocimiento previo, sino la manera en que el Ministerio de Seguridad decidió “administrar” la crisis: apurando a Espert a dar explicaciones públicas y, de paso, tratando de salvar la imagen de la ministra antes de que el escándalo la arrastrara.

Los informes del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense no dejan lugar a dudas: el ministerio argentino tenía información sobre maniobras de Machado vinculadas a narcotráfico y lavado de dinero, y sabía que esos fondos habían terminado en la campaña de Espert. Pero lejos de actuar para detenerlo o al menos denunciarlo, la estrategia fue más política que judicial: hacer que Espert saliera a aclarar, como si se tratara de un casting de transparencia improvisado.

El movimiento es tan obvio como irónico: el gobierno predica mano dura contra el narcotráfico mientras administra filtraciones que lo comprometen directamente. Espert, por supuesto, se convirtió en el escudo humano del escándalo: obligado a dar la cara mientras Bullrich y su equipo se cubrían estratégicamente las espaldas. Resultado: Espert termina fletado políticamente, la ministra conserva su impoluta reputación ante la prensa oficialista y la ciudadanía observa incrédula cómo se juega con la ética y la ley como si fueran piezas de ajedrez.

A días de las elecciones legislativas, la jugada política deja más preguntas que respuestas. La oposición aprovecha cada detalle para cuestionar transparencia, ética y moralidad, mientras el oficialismo intenta contener el daño con explicaciones tibias y silencios estratégicos. La historia es clara: en la coalición de Bullrich, saber no significa actuar, y proteger la imagen política parece pesar más que perseguir delitos. El escándalo Machado–Espert es solo otro capítulo de un patrón repetido: aparentar firmeza mientras se juega con los tiempos y responsabilidades de los demás.

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