El PRO porteño se parte en dos: Milei negocia con Mauricio Macri, pero dejan afuera a Jorge

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El acuerdo electoral entre el oficialismo libertario y el partido amarillo avanza en territorio porteño, pero con condiciones innegociables: excluir a Jorge Macri y blindar la boleta de cualquier “desvío ideológico” dentro del PRO. La decisión, avalada por Mauricio y ejecutada por Caputo, marca un verdadero quiebre interno. El PRO, sin brújula, da señales de descomposición y pone en evidencia que el experimento Milei no sólo está devorando al Estado, sino también a sus aliados.

En la Argentina gobernada por Javier Milei, donde el ajuste se maquilla como épica y el vaciamiento institucional se disfraza de eficiencia, también se reconfiguran las alianzas políticas como en un tablero de ajedrez donde cada pieza vale más por su obediencia que por su trayectoria. La Ciudad de Buenos Aires, bastión histórico del PRO, hoy se convierte en el escenario de una traición cuidadosamente ejecutada: Jorge Macri, actual jefe de Gobierno porteño, fue apartado del diálogo entre La Libertad Avanza y su partido. ¿El motivo? No calza en los moldes de sumisión exigidos por la nueva arquitectura de poder libertaria.

Santiago Caputo, el «cerebro en las sombras» del mileísmo, y Mauricio Macri, el patriarca de una derecha que ya no controla ni su propio legado, reanudaron el contacto. Lo hicieron desde la comodidad del privilegio: uno desde la Rosada, el otro desde Estados Unidos, entre goles y millones del Mundial de Clubes. En ese diálogo ameno y liviano, como si los últimos años de tensiones no hubieran existido, se gestó una nueva hoja de ruta. Pero a diferencia de las gestas fundacionales del PRO, esta vez la lista de invitados es selectiva y excluyente.

Jorge Macri fue borrado del mapa. No por errores de gestión ni por baja imagen, sino por el pecado imperdonable de pensar con autonomía. Su desdoblamiento electoral y la contratación del asesor catalán Antoni Gutiérrez Rubí para su campaña no fueron perdonados en Balcarce 50. El Ejecutivo libertario quiere lealtad total, sin matices ni grises, y el primo rebelde no califica. El mensaje fue claro: si hay pacto, Jorge no está invitado.

A cambio, el oficialismo está dispuesto a ceder los dos primeros lugares en la lista de diputados al PRO, siempre y cuando los nombres sean “puros”. Eso significa que ni María Eugenia Vidal ni Silvia Lospennato tienen chances. La pureza, en este contexto, no remite a principios sino a utilidad ideológica: sólo quienes profesan sin titubeos la fe libertaria pueden ingresar al santuario electoral. La boleta debe ser un manifiesto de obediencia, no un espacio de discusión.

En el tablero del Senado, el trueque es aún más evidente. A cambio de ese botín simbólico y estratégico, La Libertad Avanza exige quedarse con los dos lugares de la Cámara Alta. La oferta tiene destinatarios concretos y uno de ellos ya se perfila: Patricia Bullrich. La ministra de Seguridad, devenida en figura indispensable del oficialismo, se reunió con Caputo durante dos largas horas en el Salón Martín Fierro. Lo que comenzó como una charla de gestión terminó en el diseño de una jugada de mediano plazo: Bullrich candidata al Senado por CABA.

Aunque insiste en que no busca protagonismo electoral, el relato se derrumba apenas uno observa los movimientos que orbitan a su alrededor. Bullrich no sólo mantiene diálogo directo y cotidiano con Milei, sino que se ha convertido en su vocera oficiosa en medio de internas sangrientas. Incluso, como dato menor pero no irrelevante, comparte desayunos dominicales con el presidente, incluyendo sus “galletitas favoritas”, según relatan con sorna desde su entorno. Hay algo en ese gesto doméstico que revela hasta qué punto la ministra ha sido absorbida por el ecosistema libertario.

Para Bullrich, el Senado sería apenas una escala. Su entorno ya no oculta que, si todo se alinea, podría utilizar esa plataforma para pelear por la jefatura de Gobierno porteña en 2027. Lo que alguna vez fue un bastión PRO, hoy aparece como un botín accesible para la avanzada libertaria. La Ciudad, otrora modelo de gestión amarilla, se desdibuja en los planes de una derecha que abandonó toda pretensión de moderación y abrazó el despotismo del Excel.

El gran perdedor de esta partida es Jorge Macri. Excluido, traicionado por su propio primo y sin espacio en la reconfiguración libertaria, queda a la intemperie. Algunos especulan con que podría sumarse al plan B que hornean radicales como Daniel Angelici y figuras desdibujadas como Horacio Rodríguez Larreta. El objetivo: construir una alternativa anti-kirchnerista pero también no-mileísta. Una avenida del medio que hoy parece una utopía sin asfalto ni señales.

En esa avenida, aún en construcción, podría renacer la figura de Jorge Macri. Las conversaciones entre él y Larreta están rotas, pero no del todo muertas. Intermediarios hay, y los tiempos políticos son tan líquidos que los enemigos de ayer pueden ser los aliados de mañana. Lo que está claro es que el PRO ya no es lo que era. Fragmentado, entregado y subordinado, se volvió rehén del experimento libertario al que alguna vez quiso liderar.

Los acuerdos entre Caputo y Macri, la obediencia de Bullrich, el silencio de Vidal, la exclusión de Lospennato, la humillación de Jorge y la sonrisa de Milei son postales de un partido que perdió el control de su destino. El PRO, que supo marcar agenda y construir poder, hoy se ve reducido a la condición de furgón de cola. Una derecha que creyó que podía domar al león, pero terminó devorada por sus fauces.

No es sólo una interna. Es un reordenamiento brutal de las reglas del poder en la Ciudad de Buenos Aires. La Libertad Avanza avanza, sin piedad ni nostalgia. Y lo hace dejando cadáveres políticos a su paso. Jorge Macri es el último. No será el único.

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