El referente liberal chileno enfrenta graves denuncias por copiar, casi textualmente, párrafos enteros de un autor argentino en su último libro. Aunque alega un simple error, el caso expone contradicciones en su discurso sobre ética y respeto a la propiedad intelectual.
El libro Los parásitos del Estado, de Axel Kaiser, quedó envuelto en un fuerte escándalo tras la denuncia del abogado y escritor Patricio Lons, quien acusa al chileno de reproducir extensos fragmentos de su obra sin autorización ni cita adecuada. Kaiser minimiza el asunto como un descuido, pero la polémica deja al descubierto las tensiones entre su prédica liberal y sus prácticas editoriales.
El economista y escritor chileno Axel Kaiser, conocido por defender con fervor el liberalismo, la propiedad privada y los derechos individuales, enfrenta hoy acusaciones que lo colocan en el lugar menos esperado: el de presunto plagiario.
Su reciente libro Los parásitos del Estado ha quedado bajo la lupa tras la denuncia pública del abogado y escritor argentino Patricio Lons, quien sostiene que Kaiser copió fragmentos enteros de su obra sobre populismo, sin autorización expresa ni citas textuales en las páginas correspondientes. Lons, visiblemente indignado, calificó lo ocurrido como un “robo masivo y descarado” de propiedad intelectual, y ha difundido ejemplos de párrafos que aparecen casi idénticos en ambas publicaciones.
La denuncia resulta particularmente explosiva considerando que Kaiser ha construido su figura pública en torno a la defensa de la propiedad privada y la condena al saqueo estatal o a cualquier vulneración de derechos de autor o de individuo. Su prédica constante sobre la ética, la libertad y el mérito individual hoy contrasta con una práctica editorial que, según Lons, implica apropiarse del trabajo ajeno sin el mínimo rigor académico ni ético que él mismo exige a otros.
En sus descargos, Kaiser admitió que efectivamente hay citas textuales que no están puestas entre comillas, aunque se defiende alegando que el contenido provenía de conferencias y videos de Lons en YouTube, y que sí lo incluyó en la bibliografía general del libro. “Es un error y, si hay que corregirlo, se corrige”, declaró, intentando reducir el asunto a una simple omisión técnica.
Sin embargo, el argumento de Kaiser genera escepticismo. Plagiar no se define sólo por la intención, sino por el hecho objetivo de reproducir textos ajenos sin la debida atribución. Más aún cuando se trata de párrafos enteros, con el mismo orden de ideas y hasta idénticas expresiones, lo que excede con creces el uso legítimo de referencias o inspiraciones. Que Kaiser minimice el asunto como un mero “malentendido” no hace más que amplificar las críticas sobre la coherencia de su discurso liberal.
Además, el caso revela una paradoja incómoda: quien denuncia constantemente el saqueo estatal de recursos, parece haber incurrido en el saqueo intelectual del esfuerzo creativo de otro autor. La defensa de Kaiser, centrada en que Lons compartía esos contenidos públicamente en plataformas digitales, choca contra principios básicos de la propiedad intelectual, donde el acceso público a una obra no implica licencia para copiarla sin las formas legales y éticas correspondientes.
Kaiser aseguró haber mantenido una conversación privada por correo electrónico con Lons para “aclarar” la situación. Sin embargo, Lons, aunque dispuesto a dialogar, insiste en que el daño a su trabajo es grave y que se trata de un caso flagrante de plagio.
Mientras tanto, la editorial Planeta —responsable de la publicación— guarda cautela, limitándose a informar que está recabando antecedentes. La controversia podría derivar en correcciones de futuras ediciones o incluso en acciones legales, aunque por ahora todo permanece en terreno incierto.
Lo cierto es que el escándalo ha dañado seriamente la imagen pública de Axel Kaiser. La acusación de plagio no sólo pone en tela de juicio su credibilidad como autor, sino que expone una contradicción profunda entre sus principios declarados y sus actos concretos. Para quien denuncia a diario las “tropelías” del populismo y el irrespeto a la propiedad privada, la sombra del plagio es, sin dudas, una herida difícil de cerrar.
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