El mileísmo en Corrientes se hunde: Temen salir cuartos y entran en pánico electoral a causa de las traiciones, feudos y encuestas lapidarias

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La candidatura de Lisandro Almirón tambalea en Corrientes mientras Karina Milei y sus operadores se enfrentan con gobernadores, abandonan aliados y apelan a un salvataje presidencial que no termina de llegar. Tras el portazo de su candidato a vice y con números que auguran un humillante cuarto puesto, la campaña libertaria en Corrientes se desangra entre internas feroces, acuerdos rotos y un desconcierto generalizado que desnuda el fracaso territorial de Javier Milei y su círculo de hierro.

La escena política en Corrientes se ha convertido en un retrato feroz de lo que sucede cuando la improvisación, el personalismo extremo y el desprecio por las estructuras territoriales reemplazan a la estrategia, la coherencia y la construcción política seria. La candidatura de Lisandro Almirón a la gobernación, impulsada por el riñón duro del mileísmo, está en caída libre. A esta altura, ni los más entusiastas libertarios se animan a pronosticar algo distinto a un papelón electoral. El temor no es menor: quedar cuartos, fuera de cualquier relevancia, incluso por detrás del kirchnerismo.

La historia comenzó con una ruptura. El libertarismo decidió patear el tablero y romper con el gobernador Gustavo Valdés. Santiago Caputo, el cerebro político de Javier Milei, había intentado mantener abierto un canal de diálogo. No por convicción ideológica —los acuerdos con los “de la casta” parecen seguir siendo moneda de cambio cuando conviene—, sino por puro cálculo electoral. Pero Almirón, apalancado por Lule Menem y Karina Milei, forzó una candidatura sin alianzas, sin estructura y sin consensos. El resultado: aislamiento total.

Lo que vino después fue una bola de nieve que no dejó títere con cabeza. La interna libertaria se volvió un campo minado. Almirón quedó solo. Solo ante la adversidad, solo frente a los números —que lo ubican con suerte por encima del 12%—, solo frente al desconcierto. Los libertarios miran con pavor cómo Juan Pablo Valdés, Ricardo Colombi y Martín Azcúa se disputan el podio mientras Almirón, lejos de sumar, retrocede.

En un intento desesperado por rescatar una campaña moribunda, Karina Milei quiere jugar su última carta: que Javier Milei viaje a Corrientes. No para hacer campaña por convicción, claro, sino para que su sola presencia actúe como reanimador artificial de una candidatura que huele a derrota. La hermana del presidente planea desembarcar en Paso de los Libres para “mostrarle la cara” de Almirón al electorado. Una estrategia tan precaria como sintomática de un armado que ni siquiera logró instalar al candidato en el imaginario correntino.

El desconcierto es total. La situación es tan crítica que el mismísimo Pedro “Perucho” Cassani, histórico titular de la Cámara de Diputados provincial y en ese entonces compañero de fórmula de Almirón, decidió saltar del barco. Renunció a la candidatura a vicegobernador y se quedó con lo seguro: seguir dos años más como diputado. ¿El motivo? Además del descontento con la estrategia libertaria, Cassani arrastra una imagen negativa por su presencia permanente en cargos públicos desde 1984. Más de cuatro décadas viviendo del Estado no encajaban bien con el discurso de la “anticasta”. Y en el colmo de la contradicción, fue reemplazado por Evelyn Karsten, una ex empleada suya y apoderada del Partido Nuevo, que responde a la vieja política de Raúl “Tato” Romero Feris.

Los libertarios correntinos, que se llenaron la boca hablando de “casta”, ahora reconocen con ironía que el problema es otro: “Esto ya no es casta, es feudalismo”, dicen entre dientes. Y no exageran. Perucho no sólo maneja la Cámara de Diputados desde hace 16 años, sino que opera como un caudillo. Cuando no pudo imponer a su hijo como candidato a intendente de Goya, rompió con Valdés y lo colocó por La Libertad Avanza, desplazando al candidato libertario que ya estaba confirmado. De paso, se aseguró a la primera candidata a senadora y a la cuarta diputada provincial en la lista de Almirón. La impunidad con la que negocia lo convierte en un actor que contradice por completo el relato libertario de renovación política.

En Paso de los Libres, el desastre también es total. Allí, Mauricio Roa iba a encabezar la lista de concejales. Pero fue corrido sin contemplaciones para dejarle su lugar a una joven del riñón de Ángel Koffmann, delegado de Migraciones y otro alfil del poder informal que gobierna en las sombras. Las traiciones se acumulan, las decisiones se toman sin consenso y el descontento crece. Lo que debería haber sido un armado audaz y rupturista se transformó en una novela de rencores, reemplazos caprichosos y maniobras dignas del peor clientelismo.

En los pasillos libertarios, ya se desliza una sospecha aún más grave: que Santiago Caputo, el operador preferido del presidente, dejó hundir a Almirón a propósito. ¿La razón? Lastimar a Karina y Lule, erosionar su poder interno y preparar el terreno para un nuevo reordenamiento en la interna nacional. En otras palabras, el experimento correntino habría sido saboteado desde adentro para saldar cuentas que nada tienen que ver con la realidad provincial.

Pero más allá de las internas, lo que asoma con claridad es la incapacidad del mileísmo para construir poder real en los territorios. Sin cuadros propios, sin militancia, sin referentes locales genuinos, La Libertad Avanza sigue dependiendo de figuras prestadas, alianzas frágiles y operaciones de laboratorio. La idea de que Javier Milei puede sostener todo con su imagen en redes sociales, con sus monólogos en cadena y sus giras internacionales, se desmorona frente a la crudeza del barro político provincial.

Corrientes, entonces, no es sólo un revés electoral. Es una radiografía descarnada del modelo político mileísta: centralismo extremo, verticalismo hermético, desprecio por lo colectivo y un culto a la improvisación que choca una y otra vez contra la realidad. La imagen del presidente en los actos puede emocionar a sus seguidores más fieles, pero no alcanza para compensar un armado fallido, contradictorio y, por momentos, grotesco.

La paradoja es brutal: mientras Milei vocifera contra la casta, sus aliados pactan con los herederos del menemismo, el romerismo y el feudalismo provincial. Mientras grita contra el clientelismo, sus listas se llenan de nombres reciclados y punteros de vieja data. Y mientras se jacta de ser una nueva forma de hacer política, reproduce las peores mañas del sistema que dice combatir.

El cuarto puesto en Corrientes no es sólo una posibilidad. Es la confirmación de que el experimento libertario, cuando pisa tierra, se convierte en un castillo de naipes. Basta una brisa para que se desplome.

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