El gasoducto que Milei inauguró “con bombos y platillos” quedó abandonado por falta de pago

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La contratista Esuco frenó los trabajos por falta de fondos y advirtió que la ecuación financiera del contrato “se quebró”. La paralización compromete el transporte de gas desde Vaca Muerta y expone el fracaso del discurso de eficiencia estatal que pregona Javier Milei.

El Gobierno había anunciado la reversión del Gasoducto Norte como emblema del nuevo modelo energético. Pero la falta de pagos, los recortes presupuestarios y la improvisación administrativa dejaron la obra inconclusa. La empresa contratista reclama una deuda millonaria mientras Enarsa guarda silencio. El ajuste energético amenaza con profundizar la crisis fiscal que el propio Milei dice combatir.

El 4 de noviembre del año pasado, el gobierno de Javier Milei inauguraba con estridencia lo que llamaba “la revolución energética del norte argentino”. Prometía eficiencia, transparencia y fin de los sobreprecios de la obra pública. Menos de un año después, la realidad volvió a poner las cosas en su lugar: el Gasoducto Norte está paralizado y la empresa contratista Esuco —propiedad de la familia Wagner— decidió suspender los trabajos por falta de pago.

En una carta enviada a Enarsa, Esuco fue terminante: “Promediando octubre aún no contamos con los fondos necesarios para solventar las obras, situación que resulta insostenible desde todo punto de vista”. La advertencia, además de revelar el incumplimiento contractual del Estado, deja al descubierto el vacío operativo de un gobierno que pregona eficiencia mientras acumula deudas y frena inversiones estratégicas.

La obra debía estar terminada en junio de 2025, pero los avances reales distan mucho de ese objetivo. De acuerdo a informes técnicos, la sección más adelantada apenas roza el 75% de ejecución, y otra —clave para la conexión con las plantas compresoras— no supera el 27%. En términos prácticos, esto significa que no se podrán transportar los cuatro millones de metros cúbicos diarios de gas desde Vaca Muerta hacia el norte del país. Un flujo que, además de aliviar la balanza energética, representaba ingresos por alrededor de 180 millones de dólares anuales.

El problema va más allá del incumplimiento de pagos. La contratista denunció que la “mora prolongada” rompió la ecuación económico-financiera prevista en el contrato. En otras palabras, la inflación, las tasas de interés y la falta de actualización de los montos licitados hicieron inviable la continuidad del proyecto. Lo irónico es que el propio Milei había exhibido esta obra como símbolo del “nuevo Estado austero y eficiente”, mientras sus funcionarios multiplicaban las promesas de ahorro y reducción del gasto público.

Un técnico de carrera de Enarsa, consultado por LPO, sintetizó la contradicción con crudeza: “Las fantasías de Estado minimalista y obra simbólica que rodearon el relanzamiento del gasoducto se topan con lo mundano: facturas impagas, tasas altísimas, subejecución y obras que no arrancan”.

El impacto del parate no es menor. Según cálculos oficiales, la reversión del Gasoducto Norte permitiría ahorrar hasta 3.000 millones de dólares por año en importaciones energéticas, además de fortalecer el suministro para Córdoba, Santiago del Estero, Salta y otras provincias del norte. La obra incluye la construcción de un tramo de 122 kilómetros entre Tío Pujio y La Carlota, junto con el reacondicionamiento de cuatro plantas compresoras. Todo eso, hoy, está en pausa.

Mientras tanto, los escenarios posibles son pocos y todos costosos: o Enarsa paga de manera urgente para retomar los trabajos, o se abre una nueva licitación que implicaría meses de demoras adicionales. En cualquiera de los dos casos, el perjuicio económico será enorme, y el supuesto ahorro fiscal del gobierno libertario quedará reducido a un slogan vacío.

El trasfondo político no puede soslayarse. El Ejecutivo se prepara para un ajuste “feroz” después de las elecciones, forzado por la caída de la recaudación y la eliminación de las retenciones al agro. Con esa decisión, Milei pretende sostener el tipo de cambio sin tocar a los grandes exportadores, pero a costa de desfinanciar al Estado y detener la inversión pública. El abandono del Gasoducto Norte se inscribe en esa lógica: un gobierno que prefiere exhibir austeridad simbólica mientras paraliza proyectos esenciales para la soberanía energética.

Casi un año después de los anuncios y de los discursos sobre eficiencia, la realidad se impone. Lo que debía ser una “revolución” terminó convertido en otro ejemplo de improvisación y desidia. Y el gasoducto que iba a conectar al país con el futuro hoy es, simplemente, un tubo a medio enterrar en el corazón del ajuste libertario.

Fuente

.https://www.lapoliticaonline.com/energia/el-gasoducto-norte-quedo-abandonado-porque-no-le-pagaron-a-la-contratista/

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