El Congreso repudia al nuevo gobernador británico en Malvinas y expone el silencio cómplice del gobierno de Milei

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La Cámara de Diputados expresó su rechazo ante la imposición del ciudadano británico Colín Reynolds como nuevo gobernador ilegítimo de las Islas Malvinas, en un gesto más de arrogancia imperial por parte del Reino Unido. La designación inconsulta y colonial de un funcionario británico en el territorio usurpado de las Islas Malvinas vuelve a encender las alertas sobre la soberanía nacional. La Cámara Baja emitió una resolución contundente denunciando el atropello, mientras el silencio cómplice del gobierno de Javier Milei alimenta el retroceso diplomático más grave de las últimas décadas.

Un nuevo acto de prepotencia imperial ha tenido lugar en el Atlántico Sur. El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, en una muestra más de su desprecio por el derecho internacional, designó unilateralmente al ciudadano británico Colín Reynolds como nuevo “gobernador” de las Islas Malvinas. Este movimiento, propio de otra época, ha sido repudiado con fuerza desde el Congreso de la Nación Argentina, donde la Cámara de Diputados expresó su más enérgico rechazo mediante una resolución contundente.

La iniciativa parlamentaria no solo denuncia la designación ilegítima de Reynolds, sino que remarca con claridad que dicha imposición constituye una violación sistemática a la soberanía argentina. No se trata de una mera formalidad diplomática: es una afrenta directa al pueblo argentino, que desde hace más de un siglo y medio reclama por sus derechos sobre un territorio usurpado. Cada nombramiento foráneo que Londres realiza en el archipiélago es una reafirmación colonial que vulnera no solo la historia, sino también la legalidad vigente en el marco internacional.

El documento parlamentario no se limita a expresar repudio: también denuncia la estrategia británica de continuar con una ocupación de facto, con el objetivo de perpetuar la presencia militar y geopolítica en la región. Lejos de ser un gesto inocuo, la designación de un gobernador extranjero es parte de una matriz de dominación más amplia que se sostiene mediante el silenciamiento de los reclamos históricos, la desinformación en los foros internacionales y la búsqueda de legitimidad mediante acciones unilaterales.

Colín Reynolds, hasta ahora un funcionario anónimo dentro de la estructura británica, pasa a ocupar un rol que simboliza la continuidad de una política de ocupación que ignora las resoluciones de las Naciones Unidas, particularmente la 2065 y sus sucesoras, que instan al Reino Unido y a la Argentina a retomar negociaciones bilaterales sobre la soberanía. Pero Londres ha elegido nuevamente el camino de la provocación y la arbitrariedad.

Lo más alarmante, sin embargo, no es únicamente la acción del Reino Unido. Lo verdaderamente escandaloso es el silencio del Poder Ejecutivo argentino ante semejante atropello. La política exterior del gobierno de Javier Milei parece haberle soltado la mano al reclamo histórico de Malvinas. El presidente que juró defender la soberanía nacional hoy guarda un silencio clamoroso, cómplice, impropio e imperdonable. No hay señales del Palacio San Martín ni de la Casa Rosada. La falta de respuesta oficial refleja un desinterés que atenta directamente contra la memoria de los caídos, los combatientes y la voluntad soberana de todo un pueblo.

Mientras la Cámara de Diputados se pronuncia, el gobierno nacional mira hacia otro lado, más preocupado por agradar a las potencias extranjeras que por reafirmar los derechos irrenunciables del Estado argentino sobre su territorio. La política de entreguismo encuentra aquí su máxima expresión: permitir sin protestas que una potencia colonial nombre a su gusto y placer autoridades en un territorio usurpado.

La resolución del Congreso no se limita al repudio formal, también llama a reafirmar el compromiso con la Cuestión Malvinas como una política de Estado transversal, inclaudicable y sostenida por todos los gobiernos democráticos desde 1983 hasta hoy. Ese consenso histórico, que parecía ser una base común en la política argentina, está hoy en riesgo frente a la pasividad del oficialismo, que pone en juego décadas de construcción diplomática y de trabajo constante ante organismos internacionales.

No se puede relativizar lo que está en juego. Cada designación como la de Reynolds no es solo un gesto de arrogancia británica: es una puesta en escena con fines geopolíticos. La ocupación de Malvinas le permite al Reino Unido una plataforma militar estratégica en el Atlántico Sur, un enclave desde donde proyecta poder y asegura intereses en materia de recursos naturales, pesca y proyección antártica. Es por eso que el nombramiento de un nuevo “gobernador” no es un tecnicismo, sino una pieza más del engranaje colonial que Argentina debe enfrentar con firmeza, coherencia y unidad.

La resolución parlamentaria se alza, en este contexto, como un grito de dignidad en medio del silencio oficial. Un recordatorio de que la soberanía no se negocia, que el territorio no se regala, y que las Malvinas fueron, son y serán argentinas. Es también un llamado de atención a una ciudadanía que no puede permitirse bajar la guardia. La política internacional no es un lujo ni un anexo del ajuste económico: es parte de la defensa integral de la Nación.

Mientras tanto, los gestos del gobierno de Milei frente al Reino Unido—como la minimización del reclamo, la falta de menciones en actos oficiales o la ausencia de una estrategia activa—dejan entrever una peligrosa inclinación a subordinar los intereses nacionales a la agenda de las potencias anglosajonas. La tibieza frente al nuevo gobernador británico de Malvinas es, en este marco, más que un error: es una claudicación.

La designación de Colín Reynolds no puede ser aceptada ni naturalizada. Es una provocación, un acto hostil y un desprecio a la voluntad de diálogo expresada por Argentina en reiteradas oportunidades. Frente a esto, el Congreso ha dado un paso correcto, pero la respuesta estatal debe ser integral, firme y permanente. No alcanza con una resolución. Es hora de recuperar la voz, la presencia y la convicción.

Porque si el Estado argentino deja pasar esta afrenta sin resistencia, si la ciudadanía se acostumbra a que otros decidan sobre nuestro suelo, si la dirigencia prefiere el silencio antes que la defensa de lo propio, entonces estaremos cediendo algo más que territorio: estaremos cediendo nuestra dignidad.

Fuente:
https://www4.hcdn.gob.ar/dependencias/dsecretaria/Periodo2025/PDF2025/TP2025/4085-D-2025.pdf

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