La represión se volvió rutina. En la marcha de los jubilados frente al Congreso, la Policía de la Ciudad y la Federal ejecutaron otro operativo desmedido y arbitrario. El saldo: dos trabajadoras de prensa esposadas, tiradas en el piso y trasladadas como si fueran delincuentes.
El gobierno de Javier Milei no solo ajusta con saña a los sectores más vulnerables, sino que además reprime con violencia a quienes se atreven a denunciarlo. La última postal de este desvarío autoritario se vivió en la tradicional marcha de los jubilados en el Congreso, donde Camila Rey y Jazmín Orellana, dos trabajadoras de prensa de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), fueron detenidas en un operativo que exhibe la peor cara de un Estado que se jacta de “defender la libertad” mientras encierra periodistas. La escena es grotesca: mujeres que sostenían cámaras fueron cazadas “al voleo” por un grupo de policías, reducidas en el suelo, esposadas y trasladadas a la Oficina Central de Identificación de Combate de los Pozos. El delito inventado, el de siempre: “resistencia a la autoridad”. El verdadero pecado: mostrarle al país cómo la policía reprime a jubilados que piden una jubilación digna.
La movilización, que cada miércoles reúne a adultos mayores, organizaciones sociales y trabajadores de la salud, fue una vez más blanco de un operativo excesivo. Móviles, cordones, motos, gases y camiones hidrantes desplegaron un escenario bélico contra manifestantes desarmados. La represión se desplegó en varios frentes: primero gases contra quienes intentaban salir por Rodríguez Peña; luego la emboscada en Alsina y Sáenz Peña, donde las dos fotoperiodistas fueron atrapadas por efectivos de civil. Diez policías sobre dos mujeres. Rodillas en el piso. Una cacería digna de dictadura, pero ocurrida en 2025 en el corazón de Buenos Aires.

Lo que sucede en estas marchas ya no sorprende pero indigna. Se repite un mismo libreto: vallados, desvíos forzados, bloqueos de calles y la aplicación del famoso Protocolo Antipiquetes de Patricia Bullrich, que bajo la excusa de “orden” multiplica el caos. Los propios efectivos generan embotellamientos, cercan las salidas y, cuando la tensión escala, avanzan con gases y detenciones. La violencia no es un efecto secundario: es la estrategia. Rubén, de Jubilados Insurgentes, lo describió con crudeza: “A medida que ven que la protesta no se frena, el Gobierno acelera a fondo con la represión. Pero nosotros no vamos con palos, nuestros palos son las gargantas con las que cantamos contra Milei y Bullrich”.
El trasfondo político es evidente. La protesta se produce tras el veto presidencial al aumento jubilatorio y a la renovación de la moratoria previsional. Los jubilados, con haberes que apenas alcanzan los 384.305 pesos –suma compuesta en parte por un bono extraordinario congelado desde marzo de 2024–, enfrentan una realidad de hambre. “Vengo porque no como”, confesó un hombre entre lágrimas en plena Plaza Congreso. La frase expone el drama que el Gobierno niega y la policía intenta tapar con golpes y esposas.
No se trata solo de la situación de los adultos mayores. Como advirtió Manuel Gutiérrez, referente de la Mesa Coordinadora de Jubilados, el veto de Milei ataca al conjunto del pueblo trabajador. De ahí que los jubilados insistan en articular con sindicatos y centrales para organizar un paro nacional el día que el Congreso trate el veto. No se trata de un reclamo sectorial sino de una respuesta necesaria frente a un proyecto de gobierno que se sostiene en el ajuste brutal y la represión callejera.
La detención de las fotoperiodistas expone con nitidez el carácter disciplinador de este modelo. Si se animan a encerrar a quienes portan cámaras, ¿qué queda para los jubilados que levantan carteles? No es casualidad que los arrestos se concentraran en mujeres trabajadoras de prensa, ligadas a un sindicato como ATE y con trayectoria en el registro de las luchas sociales. Se busca un doble efecto: intimidar a quienes informan y enviar un mensaje a quienes protestan. “Están ensañados con los fotógrafos porque difunden nuestra lucha”, denunció Rubén. Y la frase condensa el núcleo del problema: el gobierno de Milei quiere un país sin testigos, sin registros, sin voces críticas.
Los comunicados de ATE fueron tajantes. Exigieron la liberación inmediata de Rey y Orellana, y repudiaron el accionar ilegal de las fuerzas de seguridad, a las que acusaron de actuar con “total impunidad” bajo las órdenes de la ministra Bullrich. “Pretenden acostumbrarnos a este tipo de accionar, amedrentando y coartando el derecho a la protesta”, denunciaron. Y no es exageración: en las últimas semanas las movilizaciones de jubilados, trabajadores de la salud y otros sectores populares fueron recibidas con la misma receta represiva. Las detenciones arbitrarias y el hostigamiento policial buscan consolidar una pedagogía del miedo.
El relato policial, como siempre, fue absurdo. Los partes oficiales hablaron de resistencia y hasta de agresiones insólitas, como mordidas a rodillas de efectivos. Una puesta en escena grotesca que se desmorona frente a las imágenes captadas por otros medios y testigos: dos mujeres reducidas entre diez policías de civil, retenidas en el suelo durante diez minutos y luego subidas a un móvil. El contraste entre la realidad y la narrativa oficial desnuda una lógica que el Gobierno pretende instalar: criminalizar la protesta social y convertir en delito el trabajo periodístico.
La pregunta que late es inevitable: ¿qué clase de democracia es posible cuando la policía actúa como fuerza de ocupación contra su propio pueblo? ¿Qué significado tiene hablar de “libertad” mientras se persigue a la prensa y se gasea a jubilados? La represión ya no es excepcionalidad, es método. Y cada miércoles frente al Congreso, esa verdad queda a la vista.
La vergüenza de ser policía, en este contexto, no se mide solo en uniformes y escudos, sino en la decisión de ser engranaje de un aparato represivo que encarcela periodistas y hambrea a jubilados. En un país que supo ganarle a las dictaduras en las calles, la estrategia de Milei y Bullrich de imponer miedo solo puede terminar en un nuevo despertar popular. Porque si algo quedó demostrado es que ni las vallas, ni los gases, ni las cacerías policiales pueden frenar la dignidad de quienes reclaman lo mínimo: comer, vivir, informar.
Fuente:
https://www.pagina12.com.ar/849492-se-ensanan-con-los-fotografos-porque-difunden-nuestra-lucha
https://www.pagina12.com.ar/849378-la-policia-detuvo-a-2-personas-en-la-marcha-de-jubilados-en-
https://radiografica.org.ar/2025/08/13/marcha-de-los-jubilados-detienen-a-dos-trabajadoras-de-prensa-de-ate-en-otra-violente-represion/





















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