Adorni justifica el desfinanciamiento social con el argumento del “orden fiscal”

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El vocero presidencial Manuel Adorni aseguró que “el orden en las cuentas públicas es el único camino para construir un futuro mejor”, en referencia al envío del Presupuesto 2026 al Congreso. Sin embargo, sus afirmaciones encubren un relato que omite las consecuencias sociales del ajuste, relativiza la caída real de la inversión en áreas estratégicas y legitima la privatización de sectores clave del Estado.

En conferencia de prensa, Adorni se presentó como la voz de la “verdad incómoda” frente a la supuesta “demagogia populista”. Según su exposición, el Presupuesto 2026 contemplaría aumentos por encima de la inflación en educación, salud y jubilaciones, además de destinar el 85% de la recaudación a estas áreas. A primera vista, los números parecen positivos. Sin embargo, la trampa está en el punto de partida: tras un año y medio de recortes brutales, la base sobre la cual se calculan los aumentos está devastada.

La falacia del “aumento real”

Cuando Adorni habla de un 8% de aumento en educación o de un 5% en jubilaciones, omite que en 2024 y 2025 esas partidas sufrieron recortes históricos. En las universidades, los rectores y docentes vienen denunciando el desfinanciamiento sistemático, con presupuestos congelados mientras la inflación licuaba los recursos. En el sistema previsional, las jubilaciones mínimas quedaron muy por debajo de la canasta básica de los adultos mayores. Prometer un 5% de aumento “real” en 2026 no significa recomponer, sino apenas maquillar el deterioro.

En otras palabras: no se trata de una expansión del gasto social, sino de un rebote técnico luego de haber empujado al abismo a millones de argentinos.

La narrativa del déficit y la inflación

El vocero repitió un argumento central del gobierno: que el déficit fiscal financiado con emisión fue la causa exclusiva de la inflación. Se trata de una simplificación extrema, que desconoce factores estructurales de la economía argentina, como la concentración de los mercados, la fuga de capitales y la dependencia del dólar.

Al reducir todo a una cuestión contable, el Gobierno desplaza la discusión política y social hacia un terreno tecnocrático: las “cuentas tienen que cerrar”, dijo Adorni, como si la economía fuera un Excel sin personas detrás. Pero lo que realmente cierra son los números de las consultoras financieras y los acreedores externos, mientras se abre cada vez más la brecha de desigualdad.

El mito del “capital humano”

Adorni intentó revestir de sensibilidad social el presupuesto al asegurar que el 85% se destinará a salud, educación y jubilados. Sin embargo, ese porcentaje esconde otra verdad: se recortan drásticamente áreas estratégicas como ciencia, tecnología, cultura, infraestructura y producción. En nombre del “capital humano” se condena al país a la dependencia tecnológica y energética, debilitando la soberanía nacional.

No es casual que, en paralelo, el vocero anunciara la privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina. Con este movimiento, el Gobierno avanza en la entrega de un sector clave de la matriz energética a capitales privados, a cambio de dólares inmediatos, hipotecando el futuro de las próximas generaciones.

El doble estándar del “orden”

El discurso de Adorni plantea que la única alternativa al ajuste es la “demagogia populista”. Sin embargo, la historia reciente desmiente esa falsa dicotomía. Entre 2003 y 2015, con superávits gemelos durante gran parte del período, el país creció, redujo la pobreza y amplió derechos sociales. El problema no fue el gasto social, sino la dependencia del endeudamiento externo durante el gobierno de Mauricio Macri, cuyo préstamo récord con el FMI —avalado por el actual oficialismo— aún condiciona a la economía argentina.

Hablar de “orden fiscal” sin mencionar el peso de esa deuda es, cuanto menos, un acto de hipocresía política.

Ajuste para muchos, beneficios para pocos

La conferencia terminó con un anuncio simbólico: el fin de un artículo que habilitaba a las prepagas a quedarse con excedentes de aportes. El gesto pretende mostrar al Gobierno como garante de los trabajadores, pero contrasta con la realidad de salarios pulverizados, jubilaciones de indigencia y un sistema educativo al borde del colapso.

El “orden” que pregona Adorni no es neutro: significa consolidar un modelo de ajuste permanente para las mayorías y apertura de negocios para los sectores concentrados. Mientras se habla de “vivir mejor en el futuro”, se condena a millones de argentinos a la pobreza en el presente.



El relato de Adorni intenta instalar la idea de que el único camino hacia el progreso es el ajuste. Pero la evidencia demuestra lo contrario: ningún país se desarrolló recortando educación, ciencia, jubilaciones y soberanía energética. El verdadero futuro se construye invirtiendo en la gente y no entregando el patrimonio nacional.

El Presupuesto 2026 no es un plan de crecimiento: es la consagración del ajuste como modelo de Estado. Y detrás de cada número prolijo en el Excel de Adorni, hay una realidad social que no cierra.

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