Manuel Adorni, vocero presidencial y legislador electo de la Ciudad de Buenos Aires, admitió públicamente la derrota del gobierno en las elecciones bonaerenses, pero lo hizo para reafirmar un rumbo que, según él, no sufrirá modificaciones pese al rechazo ciudadano. En declaraciones a A24, Adorni reconoció errores en la comunicación con la sociedad: “No se le llegó a todos los bonaerenses a explicar como corresponde y de una manera simple el porqué estamos haciendo lo que estamos haciendo”. Sin embargo, evitó asumir responsabilidad por las consecuencias reales de las políticas aplicadas y se centró en justificar la línea económica oficial como un supuesto camino hacia la prosperidad.
El funcionario insistió en que la inflación y la pobreza son los indicadores que definen la corrección de las medidas, ignorando que la realidad cotidiana de comerciantes, PyMEs y trabajadores registra un impacto directo y negativo de sus decisiones: inflación de más del 200%, suba constante de precios y una recuperación económica desigual que deja a amplios sectores detrás. Para Adorni, la solución no pasa por ajustar políticas que alivien a la población de manera inmediata, sino por “no hacer populismo electoral” y mantener un programa que prioriza los números sobre la vida de los argentinos.
La autocrítica del gobierno se limita a reconocer fallas comunicacionales y no errores de gestión. Adorni defendió los vetos a leyes de financiamiento universitario, emergencia pediátrica y fondos ATN, calificándolos como medidas necesarias para evitar “delirios populistas” y justificar que el Congreso no tenga margen de acción en temas clave. La prioridad, según el vocero, es cuidar la estabilidad presupuestaria a cualquier costo, aun cuando esto implique afectar derechos y servicios esenciales.
En su intento de marcar diferencias con el kirchnerismo y el peronismo, Adorni criticó al gobernador Axel Kicillof por imponer impuestos sobre herramientas de pago digital y destacó la supuesta superioridad moral del gobierno de Milei: “Nosotros no somos de la vieja política, somos de la nueva política”. Sin embargo, estas declaraciones contrastan con un escenario económico que muestra el agotamiento de los sectores productivos, la presión fiscal y el desencanto ciudadano frente a un gobierno que prioriza el discurso ideológico sobre la gestión efectiva.
Sobre los audios filtrados y las críticas en redes sociales, Adorni los calificó como operaciones políticas y negó cualquier vinculación del gobierno, evitando asumir cualquier responsabilidad en la manipulación mediática que rodea al oficialismo. Mientras tanto, la creación de la Mesa Nacional se presenta como un intento de controlar legislativamente el Congreso y de justificar decisiones de gestión centralizadas, dejando claro que la democracia parlamentaria es secundaria frente al control político del Ejecutivo.
Finalmente, la insistencia del vocero en que el Presidente explicará en primera persona la lógica de sus políticas revela la precariedad de la comunicación gubernamental y el temor a la rendición de cuentas directa ante la ciudadanía. La estrategia oficial se sostiene sobre la defensa del equilibrio presupuestario y la promesa de prosperidad futura, mientras la población enfrenta restricciones, inflación desbordada y pérdida de derechos. La autocrítica admitida se reduce a errores de forma y no de fondo, dejando en evidencia que la prioridad del gobierno sigue siendo mantener su plan económico, aunque esto implique ignorar las necesidades inmediatas de la sociedad.
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