Un corralito disfrazado: el gobierno de Milei asfixia a los bancos y siembra otra bomba financiera

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La decisión de inmovilizar la liquidez bancaria expone la improvisación de un modelo económico que juega con fuego. Entre encajes forzados, bonos que nadie quiere y un clima de zozobra en los mercados, el “tándem Milei-Caputo” reedita fantasmas del 2001 y multiplica la desconfianza.

La crisis financiera argentina parece vivir en un loop interminable. Cada tanto, el guion se repite: deuda, presión cambiaria, improvisación oficial y un final siempre abierto que pone en jaque al sistema económico y a la vida cotidiana. El último capítulo se escribió esta semana, cuando el gobierno de Javier Milei decidió, en un manotazo desesperado, imponer lo que los propios banqueros llaman un “corralón” a la liquidez del sistema financiero. La maniobra, bautizada sin pudor como “aumento de encajes”, no es otra cosa que un corset a los bancos para obligarlos a destinar fondos inmovilizados a la compra de bonos del Tesoro que ellos mismos rechazaron.

La secuencia es reveladora. Tras el fracaso de una licitación de deuda en la que el Tesoro apenas logró renovar el 61% de los vencimientos, quedaron en la plaza unos seis billones de pesos sueltos. Ese excedente amenazaba con volcarse directamente al dólar, poniendo aún más presión sobre un mercado cambiario que ya respira con respirador artificial. Frente a este escenario, el Banco Central, conducido por Santiago Bausili, y el Ministerio de Economía de Luis “Toto” Caputo, optaron por la vía más brutal: inmovilizar esos pesos dentro de los bancos y forzarlos a cubrir la diferencia comprando títulos públicos. El corralito, en esta versión siglo XXI, busca evitar una corrida al dólar a costa de reventar la autonomía de las entidades financieras y, de paso, secar de liquidez a toda la economía.

La reacción de los bancos no tardó. En una reunión virtual con más de doscientas personas conectadas, representantes de las principales cámaras financieras —Adeba, ABA, ABE y Abappra— escucharon una perorata técnica del equipo económico que no aceptó réplica. “No nos dejaron opinar. Tienen un problema político que quieren resolver con un apretón monetario. Están secando al sistema financiero. Nos destruyeron las acciones en Wall Street”, disparó un banquero. Y no exageraba: al día siguiente, los ADR de bancos argentinos que cotizan en Nueva York se desplomaron en dos dígitos. El Supervielle se derrumbó 8,7%, Galicia 5,3% y BBVA 4,2%. Para los mercados externos, la señal fue clara: el sistema financiero argentino está jaqueado.

El propio Caputo intentó justificar la decisión con un discurso enredado, plagado de contradicciones, en el que mezcló inflación, demanda de dinero y variables monetarias que no cerraban ni en su lógica interna. Detrás del ropaje técnico, lo que quedó en evidencia fue otra cosa: el oficialismo decidió trasladar el costo de su fracaso financiero a los bancos y, por extensión, a los ahorristas y a la economía en general. Un castigo disfrazado de política monetaria.

El economista Claudio Lozano lo sintetizó sin vueltas: “El caos financiero generado por el dueto Milei-Caputo sigue su curso alentando la timba, mientras ceba una bomba de deuda que profundiza el ajuste”. Y no es el único que advierte sobre las consecuencias. Desde el liberalismo, Christian Buteler, crítico de la implementación del desarme de las LEFI, apuntó que se trató de una medida entendible en teoría pero mal aplicada y, peor aún, en pleno período electoral. “Pésimo timing. Todo lo que hicieron después, lo empeoró”, sentenció.

La comparación con la historia económica argentina tampoco se hizo esperar. Martín Rapetti recordó que las dos mayores crisis recientes —la de la “tablita” y la de la convertibilidad— comenzaron de la misma forma: crisis financieras que se trasladaron al sector productivo y terminaron en estallidos cambiarios y de deuda. Tasas altísimas que destruyen la actividad, empresas estranguladas, cheques rechazados, mora bancaria y, al final del túnel, el éxodo hacia el dólar. El déjà vu es inquietante.

Pero quizás el análisis más brutal sea el de Alfredo Zaiat, que definió este experimento como una “bomba fiscal” imposible de sostener. “Si vos pagás una deuda a una tasa superior al crecimiento de la economía, en un momento sos insolvente”, explicó. La receta que impulsa el gobierno de Milei, con tasas que superan largamente la inflación, destruye la producción, el trabajo y la posibilidad de crecimiento. Lo que queda es pura bicicleta financiera para sobrevivir el día a día y un país hipotecado para mañana.

La medida del corralito bancario, que eleva los encajes de 40 a 45 puntos hasta después de las elecciones, no es neutra ni técnica. Es un torniquete que paraliza la circulación de dinero y ahoga al sistema productivo en nombre de un dogma monetarista que ya mostró sus límites. Y es, además, un mensaje de desprecio hacia los propios bancos, a los que se acusa de “no colaborar” con la estabilidad al negarse a renovar deuda tóxica. El gobierno no escucha, no negocia y apenas reacciona con improvisaciones cada vez más erráticas.

Lo paradójico es que el propio Milei, que demonizó durante años los pases pasivos del Banco Central, ahora recurre a esa misma herramienta para absorber pesos y forzar la suscripción de bonos. Lo que antes era “casta” ahora se convierte en salvavidas de una política sin rumbo. La contradicción no es menor: desnuda que, más allá del relato incendiario, la gestión libertaria carece de plan y repite viejos vicios con nuevos eslóganes.

El final, por ahora, está abierto. Nadie sabe si esta jugada alcanzará para contener la presión sobre el dólar ni cuánto tiempo podrá resistir un sistema financiero ahogado y con las acciones desplomadas. Lo que sí parece claro es que el gobierno de Milei está dispuesto a inmolar la economía real con tal de sostener un experimento que ya muestra signos de implosión. El costo, como siempre, lo pagarán los de abajo: menos crédito, más recesión y un horizonte cada vez más oscuro.

La historia argentina es implacable con estas recetas. Cada vez que un gobierno se obsesiona con la caja y descuida la economía real, el desenlace es el mismo: crisis, ajuste y desconfianza. Milei y Caputo parecen no haber aprendido nada. Y lo que hoy presentan como un control técnico de liquidez no es más que un corralito encubierto que puede terminar devorándose al propio gobierno.

Fuente:
https://www.lapoliticaonline.com/economia/el-gobierno-le-declaro-la-guerra-a-los-bancos-y-les-impuso-un-corralito/
https://www.eldestapeweb.com/economia/crisis-economica/el-gobierno-prepara-un-corralito-a-la-liquidez-de-los-bancos-2025813211957
https://canalabierto.com.ar/2025/08/14/bomba-de-deuda-timba-y-corralito-bancario-la-crisis-financiera-con-final-abierto/

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