Aunque las petroleras ya no informan oficialmente los incrementos, los precios de los combustibles en la Ciudad de Buenos Aires subieron más del 11% en el último trimestre. La falta de transparencia, la dolarización de los costos y la liberación del mercado impulsada por el gobierno de Javier Milei configuran un nuevo esquema de aumentos encubiertos.
Desde julio, el litro de nafta súper y premium volvió a registrar subas sucesivas sin anuncio previo, afectando directamente el costo del transporte, la logística y los precios de los alimentos. El congelamiento discursivo no se traduce en los surtidores, donde el ajuste continúa su curso bajo el silencio oficial y empresarial.
El precio de los combustibles en la Ciudad de Buenos Aires aumentó un 11,1% en los últimos tres meses, según relevamientos privados. Sin embargo, desde hace semanas las empresas petroleras dejaron de comunicar oficialmente las subas, una práctica que comenzó a consolidarse desde que el gobierno nacional decidió liberar el mercado y reducir los controles sobre los precios internos. La medida, enmarcada en la política económica de “desregulación total” promovida por el presidente Javier Milei y el ministro de Economía Luis “Toto” Caputo, buscó “devolverle competitividad” al sector. Pero en la práctica, lo que produjo fue una serie de aumentos fragmentados y silenciosos, imposibles de seguir con precisión por parte de los consumidores.
En la Ciudad, el litro de nafta súper supera actualmente los $1.170, mientras que la premium ronda los $1.400, dependiendo de la marca. El gasoil, en tanto, continúa escalando por encima de los $1.300, con aumentos similares en estaciones del conurbano bonaerense. La falta de comunicación oficial sobre los ajustes se traduce en una estrategia de invisibilización del aumento del costo de vida, coherente con la narrativa del Ejecutivo de que la inflación “está bajando”. Sin embargo, los números en los surtidores y góndolas cuentan otra historia.
El incremento del combustible impacta directamente en el transporte público, la distribución de mercaderías, el costo de los alimentos y los servicios esenciales, generando un efecto dominó que golpea especialmente a los sectores populares. Según estimaciones del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), cada punto porcentual de aumento en los combustibles se traduce en 0,2 puntos adicionales de inflación mensual. De esta manera, los aumentos encubiertos de las naftas explican parte de la resistencia del índice general de precios a descender en los últimos meses.
El gobierno de Milei justificó la liberación del precio de los combustibles como parte del “sinceramiento de la economía”. Sin embargo, las petroleras operan en un mercado altamente concentrado, dominado por YPF, Shell, Axion y Puma, que controlan más del 90% del total de ventas. La ausencia de regulación estatal no implicó competencia ni abaratamiento, sino aumentos simultáneos que refuerzan la lógica de un oligopolio. En otras palabras, los precios se liberaron, pero las empresas continúan actuando en bloque.
A eso se suma la dolarización del barril interno, un esquema que ató los costos locales a las fluctuaciones internacionales del crudo y al tipo de cambio, en un contexto en el que los salarios y el consumo interno permanecen deprimidos. Desde mediados de 2024, las petroleras dejaron de emitir comunicados públicos sobre sus aumentos. Las subas se implementan de manera discreta y diferenciada, incluso en distintos barrios de la misma ciudad. De este modo, el aumento del 11,1% en tres meses constituye un ajuste encubierto que contradice la idea de “estabilidad de precios” que el gobierno intenta instalar.
Mientras tanto, la inflación mensual sigue rondando los dos dígitos en rubros sensibles como transporte y alimentos, impulsada en gran parte por los aumentos del combustible. La liberación del mercado de combustibles, presentada como un avance hacia la eficiencia, se transformó en una herramienta silenciosa de ajuste. El gobierno deja de anunciar los aumentos, las empresas dejan de informar los precios y los ciudadanos siguen pagando cada vez más por llenar el tanque. En la Argentina del “orden liberal”, el único congelamiento real es el de los salarios.
Los combustibles aumentaron 11,1% en tres meses: el ajuste silencioso que destruye los bolsillo






















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