Estrepitoso derrumbe de Arcor gracias al fracaso industrial de Milei

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La principal multinacional alimentaria argentina registró una caída del 74% en sus ganancias durante los primeros nueve meses de 2025. La recesión, el estancamiento del mercado interno y la pérdida del poder adquisitivo reflejan el impacto real de las políticas económicas del gobierno de Javier Milei sobre la industria y el consumo.

Mientras el Gobierno celebra cifras de crecimiento basadas en proyecciones del FMI y el Banco Central, la realidad empresarial muestra un panorama opuesto. Arcor, símbolo de la industria nacional, vio desplomarse sus utilidades y enfrenta una fuerte contracción de la demanda interna. La caída del consumo masivo ya arrastra también a Molinos, Mastellone y otras compañías del sector.

La Argentina que promete “liberar los mercados” se está quedando sin mercado. El caso Arcor, emblema de la industria alimentaria nacional, resume la paradoja del segundo año de gobierno de Javier Milei: mientras la Casa Rosada difunde un relato de estabilidad y crecimiento, los números duros del sector privado exhiben un desplome en la rentabilidad, una contracción brutal del consumo y una estructura industrial que se apaga.

La empresa cordobesa de la familia Pagani reportó una ganancia neta de apenas $97.772 millones en los primeros nueve meses de 2025, una caída de $280.473 millones respecto al mismo período de 2024, cuando había logrado $378.245 millones. La cifra no es menor: significa una pérdida del 74% en su rentabilidad, en un contexto de caída del poder adquisitivo, suba de tarifas, retracción salarial y derrumbe del consumo masivo.

Arcor, que además aspira a quedarse con la mayoría accionaria de Mastellone Hnos. junto a Danone, registró ventas por $3.509 millones, también por debajo de los $3.884 millones del año anterior. Detrás de esos números fríos hay una economía que se achica. Según la propia empresa, el 67,8% de sus ventas se generan en el país, por lo que la depresión del mercado interno es el golpe más duro.

El “modelo de integración vertical” y el control de costos, que el directorio intenta mostrar como fortalezas, ya no alcanzan para contener el impacto de un plan económico que privilegia las finanzas sobre la producción. Aunque la compañía mantuvo un resultado operativo similar al del año anterior (6,8% sobre ventas frente al 6% previo), esa estabilidad relativa solo es posible gracias a una política de ajuste interno y de priorización de liquidez, no al crecimiento genuino.

La otra cara del balance muestra un deterioro financiero severo. El propio informe de Arcor admite una pérdida de $98.698 millones en resultados financieros, frente a una ganancia de $421.751 millones en 2024. La causa, según la firma, fue “la desaceleración de la inflación y la evolución de la cotización del peso frente al dólar”, es decir, una devaluación real producto de la política cambiaria del gobierno.

El relato oficial insiste en que la “desaceleración inflacionaria” es un éxito. Pero para las empresas productoras, ese proceso de licuación de precios internos se traduce en menos ventas y más pérdida de competitividad. Con el poder de compra de las familias desplomado, los alimentos dejaron de ser un negocio rentable incluso para los gigantes.

Mientras tanto, la multinacional destinó más de $150.000 millones a inversiones, principalmente en maquinaria y obras. Pero ese esfuerzo de capital no logró revertir la tendencia recesiva. En rigor, el dato muestra una contradicción profunda: el empresariado mantiene inversiones para sostener la capacidad productiva mientras el gobierno insiste en un ajuste que destruye la demanda.

El contraste entre los pronósticos macroeconómicos y la realidad corporativa es abrumador. El informe de Arcor cita el último estudio del FMI que prevé un crecimiento global del 3,2% y una recuperación de la Argentina del 4,3% para 2025. Sin embargo, las propias cifras del grupo reflejan un país en retroceso: consumo deprimido, ventas en baja y utilidades desplomadas. No hay recuperación posible sin mercado interno.

Los números de otras grandes alimenticias confirman la tendencia. Mastellone Hnos., dueña de La Serenísima, perdió más de $20.000 millones en los primeros nueve meses del año, y Molinos Río de la Plata —del grupo Pérez Companc— acumuló una pérdida de $37.403 millones, su primer balance negativo en cuatro años. Son señales claras de un sistema económico que castiga la producción, los salarios y el consumo, mientras premia la especulación financiera.

Desde el Gobierno, el ministro Luis Caputo sostiene que la economía “se estabiliza” y que el consumo “comienza a recuperarse”. Los balances empresariales desmienten ese relato. En lugar de expansión, lo que domina es la retracción. En lugar de confianza, lo que prevalece es la incertidumbre. Y en lugar de crecimiento, lo que avanza es la precarización del aparato industrial argentino.

La crisis no solo golpea a los trabajadores o a las pymes: ahora erosiona a las corporaciones que durante décadas resistieron las turbulencias del país. Si una multinacional con la espalda de Arcor pierde tres cuartas partes de sus ganancias en un año, el mensaje es claro: el modelo económico libertario está asfixiando incluso a los grandes jugadores.

El propio directorio de la empresa intenta disimular el golpe, asegurando que “la diversificación geográfica y de productos” permitió sostener la rentabilidad operativa “en términos relativos”. Pero esa afirmación solo subraya la magnitud del problema: para sobrevivir, Arcor depende cada vez más de sus filiales externas, mientras su base de operaciones en Argentina se encoge.

En los hechos, la política económica de Milei consolidó un patrón de rentabilidad especulativa y extractiva: quienes producen pierden, quienes apuestan al dólar o a la deuda ganan. Las “reformas estructurales” no reactivaron la industria ni fortalecieron el empleo; apenas trasladaron recursos desde la economía real hacia los sectores financieros.

Así, detrás del discurso de la “libertad económica” se oculta una verdad incómoda: la recesión libertaria es la contracara de las ganancias extraordinarias de bancos, mineras y energéticas. Mientras los precios de los alimentos se ajustan al alza y los salarios se licúan, los gigantes industriales ven evaporarse su rentabilidad.

Arcor, que durante décadas fue símbolo del modelo productivo argentino, hoy funciona como espejo de un país donde el consumo se derrumba, la inversión se estanca y la política económica celebra estadísticas que nadie siente en la calle. Si el “crecimiento” libertario solo existe en los informes del FMI, los balances empresariales muestran la otra cara: una economía real que se vacía, un mercado interno en crisis y un tejido industrial al borde del colapso.

En este escenario, el derrumbe de Arcor no es un hecho aislado: es un síntoma. Y mientras el Gobierno siga confundiendo estabilidad financiera con bienestar social, las empresas seguirán perdiendo, los trabajadores seguirán ajustando y la Argentina productiva continuará apagándose.

Fuente:

1. Sanguinetti, Andrés. “La caída del consumo también afecta a Arcor, que sufre un millonario derrumbe de sus ganancias.” iProfesional. 11/11/2025. https://www.iprofesional.com/negocios/435018-se-derrumban-las-ganancias-del-mayor-fabricante-de-golosinas-de-la-argentina


2. Sanguinetti, Andrés. “Las razones que impulsan la caída de ventas del mayor fabricante de golosinas.” iProfesional. 12/03/2025. https://www.iprofesional.com/negocios/424231-arcor-por-que-caen-ventas-mayor-fabricante-golosinas-argentina


3. Sanguinetti, Andrés. “Sin acuerdo por el cambio de control, la mayor láctea del país incrementa fuerte sus pérdidas.” iProfesional. 04/11/2025. https://www.iprofesional.com/negocios/441142-sin-acuerdo-por-cambio-de-control-mayor-lactea-del-pais-incrementa-fuerte-sus-perdidas

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