El Congreso aprobó la interpelación al ministro de Economía para que detalle las negociaciones con Washington. La oposición denuncia un “salvataje político” impulsado por Donald Trump para sostener a Milei.
La Cámara de Diputados votó este miércoles una decisión de alto voltaje político: el ministro de Economía, Luis Caputo, deberá presentarse el próximo 15 de octubre a las 15 horas en el recinto para dar explicaciones sobre las negociaciones que mantiene con el gobierno de los Estados Unidos en busca de un acuerdo financiero. La sesión terminó con 131 votos afirmativos, 70 negativos y una abstención, reflejando la creciente tensión entre el oficialismo y la oposición respecto a la política exterior y económica del gobierno de Javier Milei.
La iniciativa, impulsada por el diputado Itai Hagman, de Unión por la Patria, no solo busca transparencia en un tema sensible, sino también poner en evidencia la subordinación del actual gobierno argentino a los intereses de Washington. Durante su intervención, Hagman apeló a una imagen que se volvió viral en el recinto: mostró una boleta ficticia de La Libertad Avanza con los nombres del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent, y de la directora del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva. “No le pidan a la Justicia electoral que les reimprima la boleta”, ironizó el legislador. “Esta es la verdadera boleta de La Libertad Avanza: Scott Bessent y Kristalina Georgieva. Ellos son los candidatos de ustedes para las elecciones.”
La frase resonó como una denuncia frontal: el diputado no acusaba solo a Caputo, sino al proyecto entero de Milei de haber entregado la soberanía económica argentina a funcionarios de organismos internacionales y a una potencia extranjera. “Lo que están haciendo es entregar la gestión del país”, sostuvo Hagman, subrayando que los principales lineamientos económicos del gobierno no pasan por el Congreso ni por la voluntad popular, sino por los despachos del Tesoro norteamericano y del FMI.
La interpelación, más allá de su valor formal, representa una oportunidad política para interpelar el modelo económico que impulsa Milei: un programa de ajuste salvaje que, tras casi dos años de gestión, no logró estabilizar la economía ni mejorar las condiciones de vida de la población. Por el contrario, los índices de pobreza, desempleo y caída del poder adquisitivo han alcanzado niveles alarmantes. La economía argentina, en lugar de “recuperar la confianza del mundo”, se encuentra atada a un salvavidas financiero que tiene nombre, apellido y bandera extranjera.
Hagman fue tajante: “No sabemos cuándo va a volver el ministro de Economía de Estados Unidos. No sabemos qué están negociando ni a cambio de qué”. La frase, más que un reproche, es una advertencia: el país parece gobernado desde afuera. Caputo, el mismo hombre que endeudó a la Argentina durante la gestión de Mauricio Macri y que luego se refugió en los fondos de inversión, aparece nuevamente como intermediario privilegiado entre el poder financiero global y una administración que se define como “libertaria”, pero actúa bajo la tutela de los Estados Unidos.
El diputado exigió que el ministro explique “con lujo de detalle en qué consiste la asistencia financiera y qué están pidiendo los Estados Unidos a cambio de este salvataje financiero y político”. En esa frase está la clave de toda la discusión: la sospecha de que el acuerdo no se limita a cuestiones económicas, sino que incluye compromisos políticos que condicionan la soberanía nacional.
Hagman advirtió que el “salvataje político” no es una interpretación de la oposición, sino una confesión explícita de Donald Trump. En efecto, el expresidente estadounidense publicó un tuit en el que se jactó de haber impulsado la ayuda económica a la Argentina para “garantizar la reelección de Javier Milei”. Ese mensaje, insólito en su desparpajo, confirma que la política exterior norteamericana volvió a jugar un rol de injerencia directa en los asuntos internos del país.
“Lo dicen desembozadamente, sin disimularlo”, agregó Hagman. Y tiene razón. La dependencia es tan evidente que ya ni se intenta ocultar. Milei, que construyó su carrera política sobre la promesa de romper con el “circuito de la casta”, terminó subordinando la economía nacional a los intereses de un puñado de financistas extranjeros. El discurso de la libertad individual se diluye cuando el Estado argentino negocia su futuro bajo la tutela de Washington.
El contraste entre la retórica incendiaria del presidente y la realidad del país es cada vez más obsceno. Mientras Milei habla de “revolución liberal”, los funcionarios de su gobierno firman acuerdos que hipotecan la autonomía nacional. Mientras se desmantelan ministerios, universidades y programas sociales, se multiplican las reuniones con delegados del FMI y del Tesoro estadounidense. La “casta” que Milei decía combatir no desapareció: simplemente cambió de idioma.
La interpelación de Caputo será, por lo tanto, algo más que una cita parlamentaria. Será una prueba de fuego para un ministro que ha eludido sistemáticamente dar explicaciones públicas. Desde que asumió la cartera económica, Caputo ha mantenido un perfil hermético, limitándose a comunicados y conferencias cuidadosamente controladas. En el Congreso, no podrá esquivar las preguntas incómodas sobre las condiciones del supuesto acuerdo con Estados Unidos, ni las consecuencias que tendrá sobre la deuda, las reservas y la política monetaria.
En términos políticos, la votación que habilitó la interpelación marca también un punto de inflexión. Con 131 votos afirmativos, la oposición logró construir una mayoría que trasciende los bloques tradicionales. Incluso algunos sectores que habían acompañado leyes del oficialismo se alinearon esta vez con la propuesta de Hagman, reflejando un creciente malestar frente al manejo opaco del Ministerio de Economía. En un contexto de inflación persistente, caída del consumo y protestas sociales en aumento, la figura de Caputo se convirtió en el símbolo de un modelo agotado, sostenido únicamente por promesas de financiamiento externo.
El trasfondo de esta crisis institucional es un dilema de fondo: ¿hasta qué punto puede un gobierno ceder soberanía en nombre de la estabilidad económica? ¿Cuál es el límite entre un acuerdo financiero legítimo y una dependencia política inaceptable? En la historia argentina, los momentos de sometimiento económico siempre estuvieron acompañados de consecuencias sociales devastadoras. Desde el endeudamiento de la dictadura hasta el colapso del 2001, las recetas dictadas desde el norte produjeron el mismo resultado: más desigualdad, más pobreza y menos independencia.
Hoy, el país se encuentra nuevamente en esa encrucijada. El gobierno de Milei insiste en que el acuerdo con Estados Unidos será la llave para “recuperar la confianza de los mercados”. Pero los mercados no votan, no pagan impuestos ni sufren la inflación. Los que padecen las políticas dictadas por el FMI son los trabajadores, los jubilados, los estudiantes, los pequeños comerciantes. La economía no se estabiliza con discursos libertarios, sino con decisiones soberanas.
Por eso, la interpelación a Caputo no es solo un gesto institucional: es un acto de defensa democrática. Es la exigencia mínima de transparencia en un país donde las decisiones económicas se toman en secreto y sus consecuencias las pagan las mayorías. Si el ministro no logra explicar qué se negocia, con quién y a cambio de qué, el problema no será solo de gestión, sino de legitimidad.
La escena que se vivirá el próximo miércoles en el Congreso promete ser intensa. Un ministro poderoso, respaldado por la Casa Rosada y vigilado por Washington, enfrentará a una Cámara que, por primera vez en mucho tiempo, parece dispuesta a ponerle límites. No se trata solo de números o tasas de interés. Se trata del rumbo del país y de quién lo define. Si la economía argentina sigue dependiendo de los caprichos de Trump o del FMI, entonces no hay soberanía posible.
En tiempos en que el gobierno se jacta de haber “achicado el Estado”, lo que en realidad se ha reducido es la capacidad del Estado argentino de decidir por sí mismo. Caputo deberá explicar, ante los representantes del pueblo, si el futuro de la Argentina se está negociando en Washington o en el Congreso. Y esa respuesta, más allá de los tecnicismos, será el verdadero termómetro de la independencia nacional.
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