El núcleo de la Tierra revela un cambio inesperado que sacude la geofísica mundial

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Mientras la humanidad discute guerras, inflación y redes sociales, en las profundidades del planeta se gesta un misterio digno de una novela de ciencia ficción: el núcleo terrestre habría dejado de girar, o incluso estaría girando al revés. Nadie sabe aún si eso traerá consecuencias devastadoras o será solo una curiosidad cósmica más.

A veces creemos que lo único que se mueve en el mundo son los mercados, los presidentes o las redes sociales. Pero bajo nuestros pies —a casi cinco mil kilómetros de profundidad— existe una esfera ardiente de hierro y níquel que, sin que lo notemos, gira, vibra y late como un corazón incandescente. Ahora, ese corazón parece estar rebelándose. Investigadores chinos de la Universidad de Pekín han sacudido al mundo científico al advertir que el núcleo interno de la Tierra podría haber detenido su rotación e incluso estar girando en sentido inverso. Una noticia que suena a locura o a trama de película catástrofe, pero que está generando sudores fríos en la comunidad geofísica mundial.

Los estudios, publicados en la revista Nature Geoscience, parten del análisis de ondas sísmicas que atraviesan el núcleo y rebotan como ecos en las paredes metálicas del planeta. Y lo que han visto es desconcertante: patrones de movimiento que antes eran estables parecen haberse frenado o invertido. Esto no significa que de pronto la Tierra se vaya a salir de órbita o que se abra una grieta gigantesca devorando ciudades enteras, pero plantea un interrogante existencial: ¿qué demonios está pasando en el mismísimo corazón de nuestro planeta?

Según los científicos, el núcleo interno es una bola sólida flotando en un océano de hierro fundido. Hasta hace poco se creía que giraba un poco más rápido que el manto y la corteza —lo que se llama superrotación— a una velocidad de casi 0,3 a 0,5 grados por año. Ahora, sin embargo, ese ritmo podría haberse frenado. Incluso se habla de una “reversión” en el sentido de giro. Suena a película de Roland Emmerich, pero es ciencia dura. Aunque, ojo, no es ciencia exacta: los expertos admiten que hay incertidumbres enormes. No se puede perforar hasta el núcleo para comprobarlo in situ, así que dependemos de mediciones sísmicas que, por muy sofisticadas que sean, están sujetas a interpretación.

Lo más inquietante es que, de confirmarse este cambio, podría tener consecuencias. Y aquí es donde el tema se vuelve fascinante, polémico y hasta ligeramente terrorífico. Algunos investigadores especulan que variaciones en el núcleo pueden alterar la duración de los días, la intensidad del campo magnético terrestre e incluso provocar pequeñas fluctuaciones en el clima. Por ahora, nada de lo que deba desatar el pánico. Los cambios serían ínfimos y graduales. Pero el solo hecho de que el núcleo, ese corazón metálico, pueda parar y girar al revés, despierta un escalofrío primigenio: ¿qué otra cosa desconocida podría estar ocurriendo allá abajo, lejos de cualquier sismógrafo?

No faltan quienes se toman la noticia con un dejo de sorna. Algunos geólogos dicen que es apenas un ciclo más dentro del comportamiento complejo del núcleo, que posiblemente se detiene o invierte cada 70 años, sin mayores consecuencias. Otros, en cambio, levantan la ceja y advierten que no sabemos casi nada del núcleo terrestre, y que cualquier modificación en su dinámica podría ser la punta del iceberg de fenómenos más profundos.

El Cronista, por ejemplo, titula sin medias tintas: “Algo insólito ocurre en las entrañas del planeta: el núcleo dejó de girar y ahora va en reversa”. Y es que la sola idea de que el centro de la Tierra cambie de dirección huele a apocalipsis. ¿Y si afecta el campo magnético que nos protege de la radiación solar? ¿Y si produce alteraciones en la rotación global y en el equilibrio de fuerzas tectónicas? Las posibilidades son, literalmente, de proporciones planetarias. Aunque, por el momento, puras hipótesis.

Desde Los Andes, se añade otro ángulo: el posible vínculo entre las variaciones en el giro del núcleo y leves cambios en la duración de los días. Según una astrónoma consultada por ese medio, estos cambios podrían significar que nuestros días se acorten o se alarguen unos milisegundos. Para la vida diaria eso es insignificante. Pero, en términos cósmicos, nada es trivial. Un milisegundo de más o de menos, multiplicado por millones de años, es capaz de tallar cordilleras, hundir océanos o torcer el clima de un planeta.

Y aquí radica el costado más desconcertante de esta historia. Si algo tan colosal como el núcleo terrestre es capaz de detenerse o girar al revés, ¿no es una brutal demostración de lo poco que sabemos sobre nuestro propio mundo? En medio de guerras, inteligencia artificial y debates políticos estridentes, el núcleo terrestre nos recuerda que vivimos sobre un planeta aún misterioso. Uno que, por debajo de nuestras ciudades, respira, late y se agita con fuerzas que no controlamos.

Por ahora, los expertos llaman a la calma. No hay pruebas concluyentes de que un giro inverso del núcleo vaya a causar un desastre inminente. Podría tratarse simplemente de ciclos geodinámicos naturales que han ocurrido muchas veces a lo largo de la historia terrestre. Pero el hecho de que este fenómeno recién esté siendo detectado en los últimos años revela algo inquietante: seguimos siendo, pese a toda nuestra ciencia, meros invitados sobre la corteza de un gigante cuyo corazón arde en secreto.

¿Será este nuevo comportamiento del núcleo apenas una curiosidad académica o un síntoma de que el planeta está en transición hacia otra etapa geológica? Nadie lo sabe. Y ahí está precisamente el terror y la fascinación. Bajo nuestros pies, algo se mueve —o deja de moverse— y quizá algún día, ese leve giro de hierro y fuego defina el destino de todos nosotros.

Fuentes:

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