La falacia peligrosa: desmontando la vinculación entre ideología de género y abuso infantil. Las declaraciones infundadas que estigmatizan a la comunidad LGBTQ+ y desvían la atención de los verdaderos responsables del abuso. Todo esto, mientras la economía argentina se desploma, no es casualidad: cuando la pobreza y la desesperación crecen, el viejo truco de inventar enemigos vuelve a escena.
En un contexto donde el discurso político influye en la percepción pública, es imperativo analizar críticamente las afirmaciones que asocian la ideología de género con el abuso infantil, evidenciando su falta de fundamento y las consecuencias negativas que conllevan.
En el reciente Foro Económico Mundial, el presidente argentino Javier Milei afirmó que «en sus versiones más extremas, la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil». Esta declaración, carente de sustento empírico, no solo perpetúa estigmas contra la comunidad LGBTQ+, sino que también desvía la atención de los verdaderos perpetradores de abusos sexuales.
La denominada «ideología de género» es un término empleado de manera despectiva para desacreditar los avances en diversidad sexual y de géner. Al calificarla de ideología, se intenta otorgarle un carácter dogmático, desestimando las luchas por la igualdad y el respeto a las identidades diversas.
Estudios especializados desmienten cualquier vínculo entre la diversidad sexual y el abuso infantil. Investigaciones indican que la mayoría de los abusos son cometidos por hombres heterosexuales del entorno familiar o social de la víctima. Por ejemplo, un informe de UNICEF y el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de Argentina reveló que, entre octubre de 2020 y septiembre de 2021, el 56,5% de los agresores eran familiares de las víctimas, y el 36,2% de los abusos ocurrieron en el hogar.
Las declaraciones de Milei no solo carecen de respaldo científico, sino que también fomentan la discriminación y el odio hacia comunidades ya vulnerabilizadas. Al asociar sin evidencia la ideología de género con el abuso infantil, se refuerzan prejuicios que pueden traducirse en violencia y marginación.
Es preocupante que figuras de alto perfil utilicen su plataforma para difundir información errónea que estigmatiza a grupos minoritarios. Este tipo de retórica no solo es irresponsable, sino que también es peligrosa, ya que puede incitar a actos de violencia y discriminación.
Además, al centrar la atención en una supuesta amenaza proveniente de la ideología de género, se desvían recursos y esfuerzos que podrían destinarse a abordar las verdaderas causas del abuso infantil. Es fundamental enfocarse en la prevención, educación y apoyo a las víctimas, en lugar de perpetuar narrativas infundadas que no contribuyen a la solución del problema.
La comunidad internacional ha avanzado significativamente en la promoción de los derechos de las personas LGBTQ+ y en la lucha contra la discriminación. Sin embargo, declaraciones como las de Milei representan un retroceso y ponen en riesgo los logros alcanzados.
Es imperativo que los líderes políticos y sociales basen sus afirmaciones en evidencia y promuevan discursos que fomenten la inclusión y el respeto. La difusión de información falsa y estigmatizante no solo es éticamente reprochable, sino que también tiene consecuencias reales en la vida de las personas.
Desde su llegada al poder, Javier Milei ha implementado un plan económico de ajuste salvaje que ha golpeado a los sectores más vulnerables. En apenas unos meses, los salarios se derrumbaron, la inflación se disparó y el poder adquisitivo de los trabajadores sufrió la peor caída en décadas. Sin embargo, en lugar de responder por las consecuencias de su modelo de empobrecimiento, el presidente ha optado por desviar el foco hacia una supuesta «batalla cultural» contra la diversidad sexual y de género.
La estrategia no es nueva: la historia está repleta de líderes autoritarios que, ante el fracaso de sus políticas económicas, recurrieron a la fabricación de chivos expiatorios para evitar que la población se organice en su contra. En este caso, Milei ha decidido apuntar contra la «ideología de género», un término inventado por sectores ultraconservadores para desacreditar los derechos conquistados por la comunidad LGBTQ+ y los feminismos.
Desde sus discursos en Davos hasta sus entrevistas con medios afines, Milei insiste en que la diversidad sexual es una amenaza para la «sociedad occidental». Sus declaraciones, aunque carentes de sustento, cumplen un propósito claro: alimentar el odio y la polarización para evitar que la opinión pública se concentre en los verdaderos problemas del país.
Pero la realidad es imposible de ocultar. La inflación interanual supera el 200%, las jubilaciones han sido licuadas por la devaluación y el dólar se ha convertido en una soga al cuello para los pequeños comerciantes e industriales. La política de Milei no es más que la continuidad del neoliberalismo salvaje que ya fracasó en los 90 y en la gestión de Mauricio Macri. La diferencia es que ahora el ajuste viene disfrazado de guerra cultural.
El ataque contra la diversidad es un intento desesperado por mantener movilizado a su núcleo duro de votantes. Con la economía en picada y las promesas de campaña incumplidas, Milei necesita generar enemigos ficticios para sostener su relato. Así, mientras la gente pierde su empleo y los alimentos suben sin control, el gobierno distrae con debates estériles sobre supuestos «centros de hormonización masiva» que nunca existieron.
Esta estrategia de distracción también ha sido utilizada por figuras de la extrema derecha a nivel mundial. Donald Trump, Jair Bolsonaro y Santiago Abascal han empleado la misma técnica: cuando la realidad económica se vuelve insoportable, desatan una cacería contra las minorías. En Argentina, Milei ha abrazado esa misma receta con la complicidad de medios de comunicación que amplifican su discurso sin cuestionamientos.
Pero la gente ya empieza a despertar. Las redes sociales estallan con críticas al vacío de gestión de un presidente que parece más preocupado por el «marxismo cultural» que por la falta de medicamentos en los hospitales. En las calles, los gremios y los movimientos sociales retoman la protesta ante un gobierno que precariza la vida de la mayoría mientras beneficia a los grandes grupos económicos.
Es necesario rechazar categóricamente cualquier intento de vincular la ideología de género con el abuso infantil. Esta asociación carece de fundamento y solo sirve para perpetuar prejuicios y desviar la atención de los verdaderos problemas que deben ser abordados con seriedad y compromiso.
El gran desafío es evitar caer en la trampa. Cada vez que Milei hable de «ideología de género», hay que recordar que lo hace para que no se hable de cómo está destruyendo la economía. Mientras siga jugando con discursos de odio, el verdadero debate debe seguir siendo el desastre económico que su gobierno está generando.
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