El fantasma de la estafa financiera vuelve a sacudir al gobierno de Javier Milei. Esta vez, el epicentro del escándalo es la criptomoneda «Libra», un activo digital promovido por el propio presidente en sus redes sociales, y que, tras un colapso fulminante, dejó a miles de inversores con los bolsillos vacíos. Mientras las causas judiciales empiezan a acumularse en Argentina y en el extranjero, la defensa oficialista insiste en minimizar los hechos y desligar al mandatario de cualquier responsabilidad. Pero los indicios apuntan en otra dirección: esta no es la primera vez que Milei se involucra en negocios turbios ligados a criptoactivos.
Milei, el «profesor» de inversiones que repite el mismo esquema
Carlos Riello, abogado y especialista en crecimiento económico, fue tajante al referirse a la responsabilidad del presidente: «Él se presentaba como profesor de inversiones en criptos, promovía estos activos y ahora dice que no sabe nada. Pero esta es la tercera vez que ocurre lo mismo». Según Riello, antes de Libra, Milei ya había estado involucrado en dos iniciativas similares: Vulcano, que terminó en la quiebra, y CoinX, cuyo colapso llevó a la cárcel a algunos de sus responsables.
El modus operandi es siempre el mismo: se lanza una criptomoneda con la promesa de rentabilidades extraordinarias, se genera una campaña de promoción con figuras públicas (en este caso, el propio presidente) y, tras la captación de inversores incautos, el activo se desploma, dejando a miles de personas en la ruina. La pregunta que flota en el aire es: ¿Milei es una víctima más o el arquitecto de la maniobra?
La negación oficial y la evidencia irrefutable
Desde el gobierno se apuraron a deslindar responsabilidades. «El presidente no promocionó la criptomoneda, solo la difundió», afirmó Riello en su intento de desactivar la polémica. Pero la línea entre «difusión» y «promoción» se vuelve difusa cuando el propio Milei, con su investidura presidencial, publica en redes sociales un mensaje avalando el proyecto y generando confianza en miles de inversores.
Lo que también es innegable es el volumen de dinero que desapareció. Según las estimaciones, la caída de Libra dejó un agujero financiero de al menos 80 millones de dólares. «Los inversores no eran simples ahorristas, sino personas con conocimientos financieros que sabían los riesgos», intentó justificar Riello. Pero lo cierto es que, más allá del nivel de sofisticación de los compradores, el presidente de un país no puede permitirse involucrarse en este tipo de operaciones turbias sin esperar consecuencias.
La justicia internacional toma cartas en el asunto
Si bien en Argentina la investigación parece avanzar con la lentitud habitual de un sistema judicial sospechado de connivencia con el poder, en el exterior la historia es distinta. «Van a llegar causas de Alemania, Londres y Hong Kong», aseguró Riello, explicando que los organismos de regulación financiera internacionales han puesto la lupa sobre el caso. En particular, en Estados Unidos la SEC (Securities and Exchange Commission) ya ha iniciado una investigación para determinar si Milei incurrió en delitos financieros al promover un activo fraudulento.
El antecedente de otros fraudes similares en ese país no deja mucho margen a la especulación: «Allá no se jode con estas cosas», afirmó Riello, recordando el caso de Jackie Fidgeston, empresario argentino que fue condenado a 505 años de prisión por un esquema piramidal.
Un presidente rodeado de «traders de volatilidad»
El escándalo de Libra no solo pone en tela de juicio la idoneidad de Milei para gestionar la economía de un país, sino también el tipo de actores con los que el mandatario elige rodearse. «Estos tipos son el paco de los operadores financieros», sentenció Riello, señalando que quienes manejan este tipo de negocios suelen operar al borde de la legalidad.
El problema es que el propio Milei no es un actor externo a este ecosistema, sino un engranaje fundamental del mecanismo de captación. Como lo demostró la investigación, su nombre figuraba en distintas billeteras virtuales asociadas al proyecto y en las comunicaciones de la empresa. «Siempre el nombre de él está», advirtió Riello, reforzando la idea de que el presidente podría haber tenido un rol mucho más activo del que admite.
El precio político del escándalo
Mientras la justicia internacional avanza y la presión social crece, en la Argentina Milei sigue apostando a la estrategia del negacionismo y la minimización del escándalo. Pero con cada nuevo dato que emerge, su credibilidad y la de su gobierno se deterioran.
El caso LibraGate es más que un episodio aislado: es una radiografía de la Argentina gobernada por Milei, donde la frontera entre el poder político y el negociado financiero se vuelve cada vez más difusa. Y donde, una vez más, los perjudicados son los ciudadanos que confiaron en falsas promesas de prosperidad.
Noe
Que vergüenza para todos los que creemos que esto es una estafa.y lo quieren suavizar los jueces haciéndose los distraídos.desde que hizo la campaña este tipo gente que lo conocía decía que era un estafador.resultado no era Es