El veto de Milei a la ayuda para Bahía Blanca: un acto de insensibilidad ante la tragedia

Tras el temporal que dejó muertos, evacuados y destrozos millonarios, el gobierno nacional respondió con cifras irrisorias y gestos de desprecio hacia una población devastada.

Bahía Blanca vivió una de las peores catástrofes climáticas de los últimos años. Mientras la ciudad reclamaba asistencia urgente, la Casa Rosada ofrecía migajas. La visita tardía de Javier Milei y los abucheos de los vecinos sintetizaron el repudio generalizado. La política del “no gasto” del presidente encontró un nuevo límite: la dignidad de los inundados.


El 7 de marzo, un temporal feroz azotó Bahía Blanca dejando un saldo de al menos 16 personas muertas, centenares de evacuados, barrios enteros bajo el agua y daños que superan los 400 mil millones de pesos, según cifras brindadas por el intendente Federico Susbielles. El pedido de asistencia al gobierno nacional fue inmediato, pero la respuesta tardía e insuficiente del Ejecutivo nacional generó indignación en la comunidad.

Lejos de reconocer la magnitud del desastre, el gobierno de Javier Milei autorizó un primer desembolso de apenas 10 mil millones de pesos, una cifra que representa menos del 3 por ciento de lo necesario para iniciar la reconstrucción. Más tarde, se anunció la creación de un fondo de emergencia por 200 mil millones de pesos, que serían distribuidos mediante transferencias directas, sin intervención del municipio ni de la provincia. Sin embargo, los números no cierran: esa suma, dividida por la población bahiense, equivale a unos 600 mil pesos por persona. Una cifra claramente insuficiente frente al drama social y económico que provocó la catástrofe.

La visita de Milei, cinco días después del desastre, sólo sirvió para profundizar el malestar. Llegó en helicóptero, se sacó fotos, evitó el contacto con los vecinos y no recorrió las zonas más afectadas. La población lo recibió con abucheos, carteles de repudio y una sensación de abandono generalizado. Nadie en la ciudad pudo entender cómo un presidente, frente a una emergencia de semejante magnitud, se mostró más preocupado por resguardar su relato de ajuste fiscal que por brindar contención a los damnificados.

El malestar crece aún más cuando se recuerda que Bahía Blanca fue uno de los bastiones electorales del actual presidente. En las elecciones de 2023, Milei obtuvo el 36,5 % de los votos en la primera vuelta y fue ampliamente respaldado en el balotaje, donde alcanzó el 59,2 % de los sufragios en el distrito. Un apoyo contundente que ahora contrasta brutalmente con la falta de respuesta ante la catástrofe. Muchos bahienses que lo votaron se sienten hoy traicionados, ignorados y maltratados por un gobierno que, en el momento más crítico, les dio la espalda.

En paralelo, mientras recortaba partidas destinadas a organismos clave para la prevención de este tipo de desastres —como la Dirección Nacional de Emergencias o el Servicio Meteorológico Nacional—, el Gobierno nacional no dudaba en enviar ayuda a España para colaborar con las inundaciones en Valencia. El contraste fue tan grosero como ofensivo: se presta asistencia al exterior, pero se ignora a los propios ciudadanos que lo han perdido todo.

El argumento de que las transferencias se realizarán de forma directa, sin intermediarios políticos, tampoco convenció. En los hechos, la ayuda concreta que ha llegado a los barrios más afectados provino, en su mayoría, de la Municipalidad y del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Lo que debiera haber sido una coordinación interjurisdiccional ante una emergencia, se convirtió en un ejercicio de propaganda libertaria y desprecio institucional.

El veto simbólico a una verdadera ayuda estructural no solo deja expuestos a miles de familias que hoy siguen sin agua, sin techo y sin servicios básicos, sino que también pone en evidencia una visión de país en la que el Estado se retira incluso en los momentos más trágicos. Si esta es la concepción de libertad que defiende Milei —una libertad sin derechos, sin auxilio y sin responsabilidad social—, entonces el precio lo pagan los que menos tienen.

Bahía Blanca no olvidará el abandono. La tragedia climática se transformó en una tragedia política. El desprecio de Javier Milei por los que sufren ya no se expresa solo en palabras, sino en actos concretos. El ajuste tiene rostro, y en Bahía Blanca ese rostro es el del agua, la desidia y la impotencia. Y para quienes le brindaron un voto de confianza, el desagradecimiento presidencial es, además de cruel, imperdonable.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *