«El Portonazo»: Con sueldos por debajo de la línea de pobreza, los docentes universitarios paralizan la UNCo y toman sus accesos

El bloqueo en la sede central de Neuquén marca un nuevo capítulo en la lucha contra el brutal ajuste del gobierno nacional. El gremio ADUNC denuncia sueldos miserables, pérdida del poder adquisitivo y abandono estatal. Mientras el Ministerio de Capital Humano impone aumentos irrisorios, la resistencia crece en cada rincón del país.

El martes amaneció con un gesto de dignidad en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). No fue una jornada más. El gremio docente ADUNC decidió endurecer su postura ante la indiferencia del Gobierno nacional encabezado por Javier Milei y ejecutó lo que denominaron un “portonazo”: un bloqueo en uno de los accesos principales a la sede central de la universidad en Neuquén. Una imagen que incomoda al poder, pero que refleja la crudeza del presente: la educación pública está siendo desmantelada ante los ojos de una sociedad atónita.

Desde temprano, se interrumpió el paso en la Avenida Argentina, a la altura de la conocida farmacia y previo a la calle Albardón. Allí, con pancartas, banderas y la fuerza de la convicción, los docentes alzaron la voz. No hay otro camino cuando el salario no alcanza ni para lo básico. Según detalló el gremio, el bloqueo apuntó a restringir el acceso al estacionamiento del playón central. Pero más allá del aspecto logístico, el gesto encierra una carga simbólica ineludible: están cerrando la puerta a la precarización, al abandono y a la humillación.

El escenario es tan crítico como predecible. Mientras el gobierno nacional disfraza de “libertad” un ajuste voraz, los sueldos docentes se derrumban y el deterioro se torna estructural. Desde ADUNC explicaron que se ha incrementado la cantidad de docentes que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, algo que no debería sorprender si se considera la brutal diferencia entre los magros aumentos salariales impuestos y la inflación desbocada.

No se trata de una metáfora: según los datos aportados por el gremio, la pérdida del poder adquisitivo ya supera el 35%. La brecha entre los precios que escalan y los aumentos unilaterales, decretados sin discusión ni paritaria real, se ubica entre el 111% y el 129%. Frente a esta realidad, ¿cómo no bloquear un portón si te están cerrando el futuro?

La situación alcanza niveles obscenos cuando se detallan las cifras: el Ministerio de Capital Humano —nombre distópico para una cartera que gestiona miseria— ofreció un “aumento” del 1,3% retroactivo a marzo y otro 1,3% para abril. Una burla, un gesto que destila desprecio por el trabajo académico, la formación crítica y el rol social de la universidad pública. En lugar de fortalecer el conocimiento, se apuesta al desguace.

Como si esto fuera poco, la protesta no se limita al ámbito neuquino. Por la tarde, cerca de las 14 horas, se anunció una volanteada en Cipolletti, en la Facultad de Ciencias de la Educación y Psicología. La actividad busca seguir visibilizando el conflicto, explicándole a la comunidad que lo que está en juego no son privilegios sino derechos elementales. La docencia universitaria está harta de resistir con el cuerpo el peso de políticas económicas diseñadas para empobrecer.

No es casualidad que el conflicto estalle con esta virulencia. Desde que asumió Javier Milei, la consigna de la motosierra se convirtió en una hoja de ruta para el saqueo. Bajo la excusa de la eficiencia y el orden fiscal, el gobierno ha decidido reducir a cenizas cada espacio estatal que represente inclusión, pensamiento crítico y redistribución. En ese marco, las universidades públicas se volvieron un blanco predilecto: son, al mismo tiempo, símbolo de igualdad y bastión de resistencia.

El “portonazo” no es un capricho ni una exageración. Es la respuesta natural a una política sistemática de desfinanciamiento. Es el acto de rebeldía de quienes educan a las futuras generaciones y, sin embargo, deben elegir entre pagar el alquiler o ir al supermercado. Es la forma que encontraron los y las docentes de gritar que ya no hay margen para el cinismo, que no se puede seguir enseñando desde la miseria.

Las medidas del gobierno nacional no solo deterioran las condiciones salariales. También impactan en el ánimo, en el deseo, en el sentido mismo de ejercer la docencia. Muchos profesores y profesoras se ven empujados a renunciar a sus cargos porque el sueldo no justifica el esfuerzo. Se rompe así el delicado entramado que sostiene a las casas de estudio: el compromiso docente, la vocación por formar, la fe en la educación como herramienta de transformación.

Y no se trata de una crisis sectorial. Lo que sucede en la Universidad del Comahue es apenas la expresión regional de un fenómeno nacional. El vaciamiento es generalizado, planificado, ejecutado con precisión quirúrgica. El gobierno de Milei quiere universidades dóciles, domesticadas o simplemente cerradas. En su visión ultraliberal no hay lugar para lo colectivo, para el pensamiento crítico ni para los derechos conquistados.

Resulta escalofriante que, en pleno siglo XXI, tengamos que seguir explicando por qué la universidad pública debe ser gratuita, inclusiva y de calidad. Más aún, por qué los docentes merecen cobrar un salario digno, por qué la educación no puede estar sujeta a las reglas del mercado. Mientras tanto, el gobierno aplica su programa con brutalidad, con desprecio y con una frialdad que hiela la sangre.

Aun así, en medio de tanta oscuridad, el “portonazo” es una señal de vida. Una resistencia que interpela, que incomoda, que enciende la chispa del debate. No hay portón que pueda contener la dignidad cuando ésta se organiza. Lo que se está jugando en la UNCo no es solo el sueldo de sus trabajadores: es el destino de la universidad pública argentina.

Si el ajuste continúa, si la motosierra sigue arrasando con la educación, si la indiferencia persiste, la conflictividad social no hará más que crecer. Porque no se puede callar a una comunidad educativa que ha hecho del compromiso su bandera. Porque el conocimiento no se entrega sin pelea. Porque hay portones que, lejos de cerrarse, se abren al calor de la lucha colectiva.

Javier Milei debería tomar nota. El pueblo universitario no se arrodilla. Ni ahora ni nunca.

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