La histórica firma del Mantecol en San Fernando echó a cinco operarios por reclamar mejoras, detonó un paro total sindical y abrió una grieta que revela un ajuste indiscriminado avalado desde el poder.
La fábrica de golosinas, emblema argentino, atraviesa una crisis exacerbada por el freno al consumo, la presión por inyectar capital externo y un conflicto directo con el Sindicato de la Alimentación. Los despidos, calificados de “discriminatorios y anti‑sindicales”, revelan una profunda tensión entre patronal, trabajadores y las políticas laborales del gobierno de Javier Milei.
La sacudida en San Fernando
En los pasillos de la planta de Georgalos, en San Fernando, el ambiente pasó de dulce a áspero en cuestión de días. A inicios de esta semana, cinco trabajadores fueron despedidos sin demasiadas explicaciones – más allá de un discurso nebuloso sobre una reestructuración y la eliminación del bono por productividad –, lo que sembró la chispa del estallido sindical .
El Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (STIA) respondió con furia: paros, denuncias ante el Ministerio de Trabajo bonaerense y una convocatoria a “movilización permanente” si los cinco operarios despedidos no regresaban a su puesto . En una especie de duelo simbólico, los trabajadores de Georgalos se plantaron a la entrada del establecimiento y, en asamblea, votaron un paro total, denunciando que los despidos apuntaban contra quienes participaban de medidas sindicales .
Esta no es una escaramuza aislada: los propios sindicalistas hablan de una arremetida empresarial facilitada por el clima “flexibilizador” impuesto por el gobierno de Milei. Según los delegados, la firma empleó ese marco para avanzar en un ajuste encubierto contra los que defendían condiciones laborales dignas .
¿Ajuste o crisis de mercado?
Georgalos, empresa centenaria que recuperó Mantecol en 2022, atraviesa una crisis compleja. El consumo masivo está en caída libre: las ventas en supermercados se hundieron 13,9 % en 2024 y un 8,6 % adicional en el primer trimestre de 2025 . Los productos “impulsivos” (como las golosinas) no escapan: el rubro cayó un 14,6 %, lo que impacta directamente en su facturación .
Esta situación obligó a la firma a buscar desesperadamente capital: está negociando con el Banco Santander una inyección de 100 a 200 millones de dólares, con la intención de modernizar plantas, ampliar su capacidad productiva en Córdoba y apuntar a la expansión regional . Rumores sobre la venta de marcas icónicas como Mantecol, Toddy o Palitos de la Selva sacudieron al mercado; aunque oficialmente desmienten la venta directa de estas marcas, reconocen la apertura a nuevos accionistas .
Este cóctel de ajuste interno (despidos, recortes de bonificaciones), caída del consumo y búsqueda de financiamiento choca frontalmente con la lógica neoliberal del actual gobierno, que promueve mercados más “librados”, menos regulaciones y menos costos laborales.
Despidos «discriminatorios» en el ojo del huracán sindical
Desde la mirada sindical, estos despidos no fueron casuales ni guiados únicamente por la economía. Tal como relatan los trabajadores, el objetivo fue sancionar a quienes participaron de medidas gremiales o exigieron mejores condiciones .
Los cinco operarios fueron castigados por reclamar aumentos, por exigir el pago del premio por productividad —que en San Fernando había sido recortado— mientras en el resto de las plantas superaba los $200 000 . El propio STIA denunció formalmente ante el Ministerio de Trabajo la persecución, calificándola de “ilegal” y “antisindical” .
La intervención gremial fue rápida: se logró que se dictara la conciliación obligatoria, se reinstalaran los trabajadores y se levantara el paro, aunque la empresa se negó a dejarlos entrar inicialmente, lo que tensó aún más las relaciones y motivó el respaldo activo del sindicato .
La brutalidad de un clima laboral hostil
El caso Georgalos no es un hecho aislado, sino parte de una ola represiva contra el movimiento obrero. Según un informe reciente de El Destape, impulsado por la plataforma Infogremiales, el modelo económico neoliberal de Milei ha desencadenado una ola de despidos, suspensiones y cierres de fábricas en distintos sectores – desde Toyota hasta la UOM, pasando por Aerolíneas Argentinas y Conicet – que apunta a desmotivar cualquier resistencia obrera .
En ese contexto, Georgalos aparece como emblemático: una marca histórica, con 85 años de tradición y un fuerte vínculo con parte del imaginario nacional, que hoy aplica despidos como si estuviese inaugurando la nueva era del ajuste. Y lo hace apelando a medidas que rozan lo ilegal: negar el acceso a los trabajadores amparados por conciliación obligatoria, sanciones a participantes de huelgas y persecución directa contra activistas sindicales .
Invocar el libre mercado para justificar recortes al salario indirecto como el bono por productividad o sostener suspensiones no resulta creíble cuando la firma está pidiendo fondos millonarios para expandirse. El contraste entre recortes contra los laburantes y búsqueda de inversión externa es brutalmente provocador.
Solidaridad en llamas: el frente de apoyo obrero
La resistencia no fue tímida. Tras el paro y la reincorporación, se multiplicaron las expresiones de apoyo: concentraciones en la puerta de la fábrica, asambleas en escuelas sindicales, movilizaciones el lunes por la mañana con el abrazo de gremios de docentes, municipales, gráficos, y hasta estudiantes universitarios .
La Izquierda Diario informa que se organizaron con fuerza varias columnas de trabajadores: del Suteba Tigre, del sindicato municipal de Vicente López, de Mondelez, de FATE, Volkswagen, hasta agrupaciones políticas. Todos convergieron para bancar a los despedidos, exigir su reinstalación “libre y sin coacción”, y mantener la presión en la planta . La consigna es clara: “Tenemos que ganar esta pelea contra el ajuste y contra el modelo Milei”.
Reconocer la complejidad, sin perder la crítica
Es cierto, el escenario no es blanco o negro. La recesión del consumo y la baja en góndola golpea fuerte a la industria alimenticia, y ninguna empresa vive al margen de ese dato concreto. Georgalos trata de modernizarse, atraer capital e invertir localmente (especialmente en la planta de Río Segundo) .
Pero aquí entra la pregunta clave: ¿por qué en ese camino se recorta a trabajadores que reclaman por lo que les corresponde, se persigue a los activistas y se descarta de plano el diálogo? Justificar la precarización en nombre del “descuento necesario” para seducir inversores suena a auto‑fustigamiento patronal y a complicidad estatal con fondos que destruyen desde adentro la fuerza laboral, base de cualquier crecimiento económico sostenible.
Se trata no solo de números y balances. La reconciliación entre inversión y justicia laboral no puede ni debe descartarse. Condenar a los trabajadores a un modelo de ajuste permanente no genera paga, expulsa talento y profundiza las grietas sociales.
El pulso del ajuste liberal
La empresa recorta, presiona, despedaza la institucionalidad sindical y luego corre a vender una nueva fase de expansión. Esa doble cara refleja el embrutecimiento del actual modelo económico: retórica de modernización y apertura, pero con una pésima gestión del capital humano.
El gobierno de Milei, con su reforma laboral y su discurso del emprendedor carnicerizado, aporta la gasolina que enciende estos conflictos: baja regulaciones, apura recortes, licúa los mecanismos de protección social. Y cuando los trabajadores responden, el Estado titubea, tardío en aplicar conciliaciones o dejar pasar infracciones a reglamentos elementales .
¿Hay salida?
La salida no puede ser una revolución psicológica del empresario. Debe pasar por controles estatales certeros, fiscalización por parte del Ministerio de Trabajo, activación de cláusulas de garantía en convenios colectivos y el firme respeto a la negociación colectiva.
Mientras eso no ocurra, la lucha de Georgalos será un símbolo o un aviso: que en este país no se recorta por crisis económica sin que los laburantes respondan. Y que la ofensiva liberal devaluadora también encuentra su cara más cruel cuando pisa firme a los sindicatos.
El conflicto en Georgalos desnuda lo peor de un modelo económico que pone al trabajador en el costado del camino cuando el capital llama. Es una batalla que suma, porque revela la profundidad de un ajuste avalado desde arriba y ejecutado desde abajo, contra la dignidad y la voz colectiva.
No es sólo una fábrica en San Fernando: es un paradigma que expone cómo las decisiones económicas, los despidos y las inversiones hablan más de qué país queremos, que de qué producto queremos vender. Y sobre eso, no hay bonificación que valga.
Disciplinamiento: Despidos en Georgalos por reclamar mejoras salariales

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