Santa Fe se hipoteca: Pullaro y el endeudamiento que huele a remate

Con una ajustada votación legislativa, el gobernador Maximiliano Pullaro consiguió luz verde para endeudar a la provincia por 1.150 millones de dólares. En nombre de la “obra pública”, se abre una puerta peligrosa a la lógica de endeudamiento externo que ya ha fracasado antes.


Mientras la provincia de Santa Fe enfrenta recortes de Nación y caída de recaudación, el gobierno de Maximiliano Pullaro decide lanzarse al abismo de Wall Street con un endeudamiento histórico. ¿Se invierte o se vende la provincia? La oposición denuncia falta de transparencia, improvisación y riesgo de hipotecar el futuro santafesino.

En una Argentina en crisis, endeudarse no es una decisión neutra. Es una jugada con consecuencias estructurales que trascienden a quienes firman los papeles. Y sin embargo, el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, decidió avanzar con una de las operaciones financieras más audaces —y peligrosas— en la historia reciente de la provincia: endeudarse en 1.150 millones de dólares, nada menos que en los mercados internacionales. Una cifra que pone a Santa Fe en el radar de Wall Street y, al mismo tiempo, en la cuerda floja del futuro.

La Legislatura santafesina aprobó, con una mayoría ajustada y no sin polémica, el permiso para que Pullaro negocie este crédito con aroma a concesión encubierta. El Ejecutivo asegura que los fondos serán destinados a “obra pública”, ese comodín discursivo que lo justifica todo. Sin embargo, la oposición denunció falta de planificación, ausencia de detalles concretos y la utilización de la deuda como herramienta política más que como solución económica.

La pregunta que sobrevuela a toda esta movida es inquietante: ¿Santa Fe se pone en venta?

El silencio ruidoso de los detalles

Omar Perotti, antecesor de Pullaro, lo dijo sin rodeos: “No hay plan, no hay cronograma, no hay transparencia”. Sus palabras resonaron como un eco incómodo en el recinto legislativo. “Santa Fe no recauda dólares, pero deberá pagar en dólares”, advirtió con lógica aplastante, subrayando que la provincia está contrayendo una deuda impagable en la moneda que no genera.

Y no está solo en su preocupación. Desde su banca, Marcos Corach expuso que se está adquiriendo deuda con tasas superiores al 10% y sin una estructura clara de repago. “Es un despropósito”, sentenció. No es solo una cuestión financiera: es un problema político, institucional y ético.

Este no es un financiamiento basado en necesidades específicas y bien evaluadas. Es una operación armada con urgencia, aprovechando la ventana de disponibilidad financiera que, según argumenta el ministro de Economía Pablo Olivares, se cerraría con el verano boreal. Como si los intereses del pueblo santafesino estuvieran subordinados al calendario de vacaciones de Wall Street.

Una maniobra de alto riesgo

Las cifras asustan. El endeudamiento autorizado es equivalente al 75% del presupuesto anual provincial. Nunca antes Santa Fe se había lanzado al mercado de capitales con semejante ambición. Para ponerlo en contexto, ni en los años más liberales del menemismo se dio un paso tan osado.

Y sin embargo, aquí estamos: con una provincia que ya tiene 500 millones en títulos públicos, otros 630 millones autorizados para infraestructura, y ahora suma 1.150 millones más. ¿Dónde está el límite?

Los defensores del proyecto dentro de la coalición oficialista intentaron calmar las aguas asegurando que se creará una comisión bicameral para monitorear la ejecución del gasto. Pero incluso eso parece insuficiente. Joaquín Blanco, legislador socialista, salió a justificar el endeudamiento con un reparto porcentual de los fondos que, lejos de clarificar, abre más interrogantes: ¿cómo se controla que el 50% vaya efectivamente a infraestructura productiva? ¿Qué significa en la práctica que otro 25% se destine a seguridad? ¿Dónde están los proyectos, los pliegos, los tiempos?

La lógica del ajuste y la entrega

El contexto no es menor. Pullaro argumenta que esta operación es una respuesta a la caída de recaudación y al brutal recorte de transferencias del gobierno nacional. En otras palabras, el ajuste brutal de Javier Milei fuerza a las provincias a mendigar recursos afuera, endeudarse con tasas de usura y, en última instancia, ceder soberanía.

No se trata de una provincia buscando inversiones productivas, sino de una provincia arrodillada ante el mercado porque la Nación le soltó la mano. El argumento del gobierno provincial sobre la necesidad de obras para mejorar infraestructura es válido, sí. Pero también lo era hace un año. Y sin embargo, en aquel entonces el hoy gobernador Pullaro, desde su banca de diputado, exigía planes detallados a quienes pretendían endeudarse. Hoy, el libreto cambió. La coherencia, no tanto.

El gobierno libertario de Milei, que corta fondos pero exige eficiencia, empuja a las provincias a vender el alma al mejor postor. Santa Fe se convierte así en la punta de lanza de un modelo donde el endeudamiento no es una excepción sino el camino natural para sostener políticas públicas en un contexto de desfinanciamiento. El discurso de la “eficiencia fiscal” se convierte en excusa para generar dependencia financiera del exterior.

¿Obra pública o trampa de deuda?

La promesa de “obras públicas” suena bien. Gasoductos, rutas, energía para polos industriales. Pero ya sabemos cómo terminan muchas de estas historias: obras inconclusas, presupuestos que se evaporan, comisiones ocultas, repagos imposibles. El financiamiento externo en dólares, aunque tenga “mejores plazos”, implica riesgos que no se compensan con buenas intenciones.

Perotti lo dijo claro: “La Bolsa presta plata las 24 horas, los 365 días del año. No insulten nuestra inteligencia”. Nadie puede apurar decisiones estructurales por la cercanía de las vacaciones. Santa Fe no necesita créditos exprés, sino planificación seria.

Olivares habló de plazos de 7 a 10 años y “mejores condiciones”. Pero ¿qué pasará si hay nuevas devaluaciones? ¿Y si la recaudación cae aún más? ¿Quién responderá por los pagos si en 2027 gobierna otro? El endeudamiento es cómodo para quienes lo firman, pero es una carga pesada para quienes vendrán.

El precio de no resistir

Lo que sucede en Santa Fe puede ser el ensayo general del modelo Milei aplicado a las provincias. El retiro del Estado nacional obliga a los gobiernos locales a elegir: recortan, privatizan o se endeudan. Pullaro eligió endeudarse. Lo hizo rápido, sin consensos sólidos, y sin mostrar un plan realista.

La pregunta que queda flotando es brutal pero necesaria: ¿cuánto vale una provincia?

Cuando los gobiernos recurren a préstamos millonarios en moneda extranjera sin una hoja de ruta clara, lo que ponen en juego no es solo dinero: es autonomía, es futuro, es dignidad. Hoy se habla de “infraestructura productiva”. Mañana, de “reestructuración de deuda”. Ya hemos visto esta película. Y siempre termina igual: con los mismos de siempre pagando la fiesta que nunca los invitó.

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