Reflexiones sobre la jornada en Plaza de Mayo: la memoria viva de un pueblo que no se rinde

La jornada de ayer en Plaza de Mayo no fue una simple concentración política: fue una demostración de fuerza, de amor y de historia. Un pueblo que volvió a ocupar el corazón de la patria no para pedir, sino para afirmar. Para gritar que la democracia se defiende con el cuerpo, con la memoria y con convicciones inquebrantables. La imagen de la multitud abrazando a Cristina Fernández de Kirchner no sólo remite al cariño hacia una dirigente perseguida: es la expresión más clara de una épica popular que sigue latiendo.

Bajo un cielo cargado de símbolos, entre banderas, pancartas y rostros curtidos por años de lucha, se reavivó ese fuego que el peronismo mantiene encendido desde hace más de siete décadas. La consigna “Vamos a volver” no es nostalgia ni eslogan vacío. Es promesa, es destino y es compromiso. Porque volver no significa simplemente ocupar un cargo; significa reconstruir lo destruido, reparar lo herido, y volver a poner al pueblo en el centro de la política.

La jornada dejó en claro que los valores peronistas siguen siendo el faro en la tormenta: justicia social, soberanía política e independencia económica. Cristina no habló como una víctima, sino como una guía. Con entereza, con la templanza que da haber enfrentado todos los fuegos, habló al pueblo para despertar la unidad, ese elemento esencial para resistir los embates del poder concentrado, el ajuste brutal y la persecución judicial.

La Plaza de Mayo, una vez más, fue territorio de dignidad. Allí donde Madres y Abuelas marcaron el camino con sus pañuelos blancos, donde Perón habló a la multitud, donde el pueblo resistió dictaduras, se volvió a escuchar la voz del campo nacional y popular diciendo presente. Fue un acto de reafirmación histórica: no nos han vencido, no nos han quebrado, no nos van a disciplinar.

Porque cuando se persigue a Cristina, se intenta domesticar al movimiento que ella representa. Y esa es una tarea imposible. El peronismo es insumiso por naturaleza. Se rebela ante la injusticia, no tolera el saqueo de la patria, y sobre todo, no olvida a quienes pelearon por los que menos tienen.

La épica de la jornada no está sólo en la postal de una plaza colmada. Está en el llanto de una mujer mayor que marchó por sus nietos, en el canto juvenil que no conoció a Néstor pero sueña con un país más justo, en la emoción compartida de sentir que hay una comunidad dispuesta a dar la pelea.

La historia argentina está llena de regresos. Perón volvió. Cristina, tantas veces acorralada, volvió. Y el pueblo, una y otra vez, vuelve a abrazar la esperanza. Porque cada vez que intentan arrinconar a sus líderes, el pueblo encuentra nuevas formas de resurgir.

Vamos a volver no es solo el eco de un canto militante. Es una certeza que late en cada rincón del país: volveremos para que la patria no sea propiedad de los poderosos, sino derecho de todos. Volveremos con más unidad, con más conciencia y con más fuerza. Porque como dijo Cristina, cuando el pueblo se decide, no hay poder que lo detenga.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *