Mientras el gobierno nacional profundiza el ajuste y desmantela el Estado, dos provincias clave renuevan sus legislaturas en medio de alianzas impensadas, ausencias democráticas y una fuerte fragmentación política.
Este domingo 11 de mayo, Chaco y Salta enfrentarán elecciones legislativas con sistemas distintos, pero con un mismo interrogante: ¿hasta qué punto el experimento libertario sigue contaminando la democracia provincial? Entre la alianza Zdero–Milei y el desembarco de Olmedo con los libertarios salteños, el mapa político vuelve a inclinarse hacia la derecha. La participación ciudadana se juega en un tablero amañado por pactos de poder, decisiones inconsultas y un modelo que prioriza la represión sobre la representación.
¿Qué se vota este domingo? La pregunta, aunque sencilla, encierra una trama de poder más densa que lo que la superficie permite ver. En Chaco y Salta, las urnas se abren con una carga simbólica que excede la mera renovación legislativa. En realidad, lo que está en juego es si la ola libertaria —sostenida por pactos, oportunismos y viejas estructuras recicladas— logra consolidarse en los territorios, o si las fuerzas populares comienzan a marcar el freno.
En Chaco, más de un millón de chaqueños están llamados a elegir 16 de las 32 bancas de la Cámara de Diputados provincial. Pero el dato no menor es que estas elecciones se celebran sin las tradicionales PASO. Sí, sin primarias. La Legislatura chaqueña, dominada por el oficialismo, eliminó de un plumazo una herramienta fundamental de participación ciudadana, cercenando la posibilidad de dirimir internas abiertas y transparentes. ¿Democracia? Solo en los papeles.
En su lugar, se impuso la boleta partidaria tradicional. Un retroceso evidente que favorece a los aparatos y dificulta al electorado, sobre todo en un contexto de polarización artificial y fragmentación real. Como si eso fuera poco, Chaco también desentonará con el resto del país al no utilizar la Boleta Única de Papel en las generales de octubre. ¿Casualidad o diseño? A esta altura, la pregunta también parece tener respuesta.
Pero el verdadero núcleo político de estas elecciones chaqueñas está en la insólita pero reveladora alianza entre el gobernador radical Leandro Zdero y La Libertad Avanza, el partido de Javier Milei. Bajo el nombre “Chaco Puede + La Libertad Avanza”, el oficialismo provincial decidió entregarse al experimento libertario con tal de sostener su hegemonía. El encargado de encabezar esta lista oficialista es Julio Ferro, actual subsecretario de Legal y Técnica, un técnico de perfil bajo que representa el engranaje burocrático de una maquinaria política cada vez más alejada de la calle.
Zdero, que llegó al poder presentándose como “renovador”, hoy se abraza al gobierno nacional que pulverizó las jubilaciones, desfinanció universidades y desmantela el sistema científico. ¿Qué modelo representa entonces este frente? ¿Uno federal, autónomo, con agenda chaqueña? Nada de eso. El gobernador radical prefiere acomodarse al poder de turno, aunque ese poder venga acompañado de motosierra, insultos y represión.
Del otro lado, el peronismo intenta recuperar terreno con Jorge Capitanich como figura central. El tres veces gobernador chaqueño lidera el Frente Chaco Merece Más, acompañado por María Luisa Chomiak, diputada nacional, y Pío Sander, intendente de Castelli. También juegan los intendentes disidentes Atlanto Honcheruk y Magda Ayala desde el espacio Frente Primero Chaco. El escenario opositor, sin embargo, no logra ofrecer una imagen de unidad clara ni una estrategia sólida frente a la amenaza autoritaria que se gesta con el binomio Milei–Zdero.
Los que completan el menú electoral chaqueño son espacios como el Partido Obrero, Lealtad Popular, Ahora Vos Chaco, Bases para la Libertad y Nuevo Espacio Chaco Independiente. Todos ellos, con escasa presencia mediática y escasos recursos, intentan romper el cerco bipartidista en una provincia marcada por la desigualdad, la falta de infraestructura y la creciente represión estatal.
Sí, represión. Porque Chaco no solo vota legisladores este domingo, también arrastra cuentas pendientes por operativos violentos, detenciones arbitrarias y una creciente criminalización de la protesta. En ese clima se elige, en ese clima se decide. Y no es menor.
A mil kilómetros al oeste, en Salta, el escenario es igual de complejo. Aquí, los salteños deberán elegir 12 senadores y 30 diputados provinciales en el marco de su sistema bicameral, además de 121 concejales en 25 municipios y 232 convencionales municipales. Una elección multitarea que exige atención, participación y, sobre todo, sentido crítico.
A diferencia de Chaco, Salta implementa desde hace años la Boleta Única Electrónica, un sistema que mezcla tecnología con papel y que promete agilidad, aunque no exento de polémicas sobre transparencia y control real del voto. Mientras tanto, el mapa político se fragmenta en más de 15 frentes y partidos que compiten por espacios en un escenario cada vez más volátil.
El gobernador Gustavo Sáenz —con pasado peronista, massista y ahora autónomo— intenta sostener su control con una coalición ecléctica. Pero su principal rival es la Alianza por la Unidad de los Salteños, que lleva como candidato al médico Bernardo Biella, símbolo de una oposición “tibia”, de tono técnico, que hasta ahora no logró encarnar un verdadero antagonismo al poder provincial.
El dato llamativo es la consolidación del Frente Liberal Salteño, alianza entre La Libertad Avanza y el partido de Alfredo Olmedo, aquel exdiputado que se paseaba con una campera amarilla por los canales y prometía “mano dura” como única respuesta a los problemas sociales. ¿De verdad ese es el futuro político que se vota? ¿Estamos dispuestos a validar el autoritarismo con boleta electrónica?
También participan otros frentes, como el Justicialista Salteño, Vamos por Salta —que postula a Flavia Royón, exfuncionaria de Massa y actual rostro reciclado del oportunismo político— y el Frente de Izquierda, con el histórico Claudio del Plá como candidato. Una dispersión que, lejos de ampliar opciones, termina diluyendo fuerzas en un contexto donde la concentración del poder se acelera.
A todo esto se suma un hecho que no debería pasar desapercibido: en Salta también se eligen convencionales municipales, aquellos encargados de redactar o reformar las cartas orgánicas de los distritos. Es decir, se decide sobre las reglas del juego democrático en los territorios. Y sin embargo, la discusión pública sobre esto es prácticamente inexistente. El vacío de debate es también una forma de violencia institucional.
Entonces, ¿qué se vota este domingo? Se vota poder. Se vota si seguimos tolerando pactos oscuros entre gobernadores oportunistas y un gobierno nacional que desprecia la democracia representativa. Se vota si permitimos que los territorios provinciales se conviertan en laboratorios del ajuste, sin resistencia, sin discusión, sin memoria.
La ausencia de las PASO en Chaco, la fragilidad institucional en Salta, las alianzas impensadas con los libertarios, la criminalización del conflicto social y la fragmentación opositora son síntomas de un mal mayor: la naturalización del modelo Milei como referencia política aceptable.
Pero no todo está dicho. Las urnas también pueden ser trinchera. Y aunque el escenario esté manipulado, aunque las reglas se hayan torcido, todavía hay espacio para un voto consciente, informado y con memoria.
Porque cuando el poder se organiza para ajustar, desfinanciar y reprimir, el pueblo tiene la obligación moral de organizarse para resistir.
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