El gobierno de Javier Milei presenta pero omite con precisión quirúrgica la profundidad de la caída previa y las condiciones reales del empleo. El Ministerio de Capital Humano celebró un aumento del 19,2% en los ingresos de los trabajadores desde diciembre de 2023, basándose en el RIPTE. Sin embargo, al escarbar debajo del titular grandilocuente, los datos revelan otra historia: una base de comparación artificialmente baja, la exclusión del sector público y un fenómeno preocupante de sobrecarga laboral. Un relato que se tambalea ante la evidencia y que evidencia el uso político de las cifras.
¿Puede una estadística decir la verdad sin mentir? Sí. Puede narrar una fracción cuidadosamente elegida de la realidad, ignorar el contexto, y aun así mantener su pureza matemática. Lo que no puede —o no debería— hacer un gobierno es utilizar esa media verdad para fabricar una narrativa de éxito que no resiste el más mínimo análisis. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que hizo el Ministerio de Capital Humano, comandado por Sandra Pettovello, al anunciar un “crecimiento real del 19,2% en los ingresos de los trabajadores desde diciembre de 2023”.
El dato se presentó como una suerte de oasis en medio del desierto económico que atraviesa el país desde que Javier Milei asumió la presidencia. Pero como suele ocurrir con los espejismos, basta mirar dos veces para que se disuelvan en el aire. La realidad que pretenden esconder detrás de esa cifra es cruda, desigual y profundamente alarmante.
Para empezar, el ministerio se basó en un indicador específico: la Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (RIPTE), que refleja los ingresos promedio de trabajadores registrados con más de un año de antigüedad. Es decir, no considera a quienes han sido contratados recientemente ni, mucho menos, a los trabajadores del sector público. Pero vayamos por partes.
El RIPTE efectivamente creció un 19,4% entre diciembre de 2023 y abril de 2025. ¿Es esto una buena noticia? No, si se tiene en cuenta el punto de partida: diciembre fue un mes devastador para los ingresos reales. Con una inflación del 25,5% y una brutal devaluación del peso impulsada por el propio Milei, el poder adquisitivo de los trabajadores sufrió una caída del 19,8% interanual. Lo que el gobierno presenta como “recuperación” no es otra cosa que un rebote técnico tras una caída provocada por ellos mismos. Comparar abril con diciembre es como festejar que alguien dejó de caer por un barranco… después de empujarlo.
Más honesto —y más revelador— sería comparar abril con noviembre de 2023, el último mes completo de la gestión anterior. Si se hace ese ejercicio, el incremento del RIPTE se reduce a un exiguo 3%. Es decir, una décima parte del “crecimiento” anunciado con bombos y platillos. ¿Y esto sin contar que el costo de vida ha seguido trepando a un ritmo feroz, con tarifas dolarizadas, alimentos inaccesibles y una economía cada vez más contractiva?
Pero la manipulación no termina allí. Como si el truco de la base baja no fuera suficiente, el gobierno también decidió omitir el comportamiento de los salarios públicos. ¿Por qué? Porque, según el INDEC, cayeron un 15% real respecto de noviembre de 2023. Un dato que ensucia el relato triunfalista y revela una verdad incómoda: el deterioro no es homogéneo, pero tampoco se está revirtiendo.
Los datos de la Secretaría de Trabajo, fuente del RIPTE, se enfocan únicamente en el sector privado registrado. No incluyen a los empleados públicos ni a los informales —una proporción cada vez mayor en el mercado laboral argentino. Además, al no contar con los datos de marzo y abril de otros indicadores salariales, el gobierno se apoya exclusivamente en el que más le conviene, como quien elige la mejor selfie entre cien para aparentar plenitud.
Y aún así, hasta ese indicador evidencia que la mejora es marginal. Porque otra verdad incómoda es que parte del aumento en los ingresos proviene no de mejoras salariales, sino del aumento de las horas trabajadas. Un informe del CETyD (Centro de Estudios sobre Trabajo y Desarrollo) de la Universidad de San Martín señala que muchos trabajadores están ganando más simplemente porque están trabajando más. No se trata de una recomposición del salario real, sino de una intensificación del esfuerzo.
Luis Campos, del Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma, lo dijo con claridad: “Más ingreso por más trabajo”. En otras palabras, las empresas que no despidieron personal optaron por exprimir al máximo a quienes permanecen, en lugar de contratar nuevos empleados. Así, mientras el Ministerio intenta pintar un cuadro de prosperidad, lo que tenemos es una sociedad más fatigada, más exigida y más empobrecida.
Y si miramos los datos del INDEC —más abarcativos y menos maleables— la imagen es aún más sombría. En marzo de 2025, los salarios del sector registrado estaban 6% por debajo de los niveles de noviembre de 2023. En el sector privado, la caída fue del 0,9%. Pero en el público, la pérdida fue brutal: 15%. Y no se trata solo de números. Son médicos, docentes, administrativos, científicos: profesionales que vieron esfumarse una parte significativa de su ingreso mientras el gobierno recorta, ajusta y reprime.
Tampoco es menor el hecho de que el indicador del INDEC no contempla pagos extraordinarios como horas extra o adicionales. En cambio, el RIPTE sí lo hace. ¿Qué implica esto? Que el número inflado que muestra Pettovello no representa una mejora estructural, sino una sobrecarga temporal, frágil y, en muchos casos, insostenible.
Lo que se presenta como un logro económico es, en realidad, un artificio retórico montado sobre la desesperación. Una narrativa diseñada para encubrir una verdad que se filtra por cada rendija: que el gobierno de Javier Milei está destruyendo el poder adquisitivo de los trabajadores mientras manipula los números para mostrar lo contrario.
¿Es esto casualidad? ¿Una simple descoordinación metodológica entre organismos? Difícil de creer. Más bien parece una estrategia deliberada para imponer un relato que contradice la experiencia cotidiana de millones de argentinos. Porque mientras el Ministerio celebra porcentajes vacíos, en los hogares se cuentan billetes cada vez más escasos para llenar la heladera, pagar la luz o afrontar un alquiler.
La conclusión es tan clara como alarmante: el dato del Ministerio de Capital Humano es engañoso, no porque sea incorrecto desde el punto de vista técnico, sino porque se apoya en una interpretación sesgada, descontextualizada y, sobre todo, profundamente deshonesta.
La gestión de Javier Milei está apostando a una fórmula vieja y peligrosa: ajustar brutalmente, maquillar el impacto y responsabilizar a otros. Pero los números, cuando se leen con conciencia crítica, terminan hablando. Y lo que dicen hoy es esto: el supuesto crecimiento salarial no es más que una ficción estadística. Y detrás de esa ficción, lo que hay es una caída real, dolorosa y persistente en la calidad de vida de la mayoría trabajadora del país.
Porque si algo está creciendo en la Argentina de Milei, no son los ingresos. Es el cinismo.
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