Milei fusiona organismos clave en geociencias desmantelando capacidades estratégicas en investigación, alerta temprana y manejo hídrico

Bajo la excusa del «achique», Milei fusiona organismos clave en geociencias y reconfigura el Instituto Nacional del Agua, desmantela capacidades estratégicas en investigación, alerta temprana y manejo hídrico en plena crisis climática. Mientras el país enfrenta sequías, inundaciones y un modelo extractivista salvaje, el gobierno de Javier Milei decide cerrar o fusionar instituciones fundamentales para el conocimiento y la gestión del territorio. Con decretos administrativos y una visión reduccionista del Estado, pulveriza décadas de trabajo científico y deja a la sociedad más vulnerable frente al desastre ambiental.

La motosierra no se apaga. Lejos de atenuarse, el ajuste libertario sobre el Estado argentino se intensifica en áreas estratégicas, esta vez apuntando directamente al conocimiento científico sobre nuestro territorio. A través de la Decisión Administrativa 470/2024, publicada el lunes 17 de junio, el gobierno de Javier Milei oficializó la disolución de dos organismos claves para la ciencia nacional: el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR) y el Instituto Geográfico Nacional (IGN), que serán fusionados bajo una nueva estructura administrativa dentro del Ministerio de Defensa. En paralelo, se transformará el Instituto Nacional del Agua (INA) en un ente público no estatal, lo que implica su salida del ámbito estatal directo y el abandono, en los hechos, de la planificación hídrica como política pública.

¿La excusa? Achicar el Estado. ¿El resultado? Destruir capacidades institucionales que llevan décadas de construcción, borrar equipos técnicos especializados, diluir funciones críticas como la cartografía oficial, el monitoreo de cuencas hídricas o el relevamiento geológico, y avanzar hacia un país a ciegas, sin mapas, sin datos y sin planificación territorial seria.

Pero lo más alarmante es la forma: sin debate parlamentario, sin consulta a los trabajadores ni al sistema científico-tecnológico. A fuerza de decisiones administrativas tomadas a puertas cerradas, el gobierno dinamita estructuras que son esenciales para un país que sufre los embates de la crisis climática y la desregulación económica a niveles brutales.

El SEGEMAR y el IGN son instituciones con funciones complementarias pero únicas. El primero, encargado del relevamiento geológico, minero y sísmico del territorio nacional. El segundo, responsable de la cartografía oficial, los sistemas de información geográfica y el apoyo técnico a las Fuerzas Armadas, entre otras tareas. En un mundo donde la información geoespacial es clave para la soberanía, Milei opta por recortar y concentrar. Una lógica tan torpe como peligrosa.

Los trabajadores del sector lo resumen de forma contundente: “Nos quedamos sin conocimiento técnico propio. Lo que no se mide, no existe. Y si no tenemos instituciones para medir, relevar y estudiar nuestro territorio, abrimos la puerta al saqueo, la improvisación y la dependencia tecnológica externa”.

En el caso del INA, la degradación es incluso más explícita. Fundado en 1973, el Instituto Nacional del Agua fue durante décadas una pieza central en la planificación de obras hídricas, estudios de inundaciones, análisis de calidad de aguas y modelización hidrológica. Su transformación en un “ente público no estatal” significa que dejará de estar bajo el paraguas del Estado nacional, con lo que eso implica en términos de control, financiamiento, objetivos estratégicos y acceso público a la información.

Todo esto ocurre en un contexto particularmente dramático. El país transita fenómenos extremos, como sequías prolongadas o crecidas repentinas, mientras proliferan los incendios forestales y se profundiza la expansión del modelo extractivo basado en el agronegocio intensivo, la megaminería y la especulación inmobiliaria. Ante semejantes desafíos, desmantelar las instituciones que generan conocimiento crítico sobre el agua y el territorio no solo es irresponsable: es suicida.

Pero para el gobierno de Milei, la ciencia es gasto, el Estado es enemigo y el conocimiento técnico es prescindible. Lo han dicho explícitamente en múltiples ocasiones: quieren un Estado “mínimo”, donde lo público se reemplace por la lógica del mercado. Aunque eso implique resignar soberanía, destruir capacidades técnicas y comprometer la seguridad de la población.

Los sindicatos del sector han denunciado que detrás de esta fusión hay más que un recorte administrativo. Se trata de un vaciamiento planificado que incluye despidos, pérdida de autonomía científica y una creciente subordinación a intereses privados, especialmente del sector minero, que busca operar sin controles ambientales ni relevamientos rigurosos. Una suerte de cheque en blanco a los grandes capitales extractivos, con el aval de un Estado cada vez más ausente.

No es casualidad que la fusión de SEGEMAR y IGN se realice bajo el paraguas del Ministerio de Defensa. En lugar de fortalecer la articulación con el sistema científico, se militariza la información geoespacial, se oscurecen los datos y se burocratiza el acceso al conocimiento técnico. Otro retroceso que recuerda a las peores épocas del centralismo autoritario.

Los trabajadores del IGN y del SEGEMAR alertaron también que la medida va en línea con un desmantelamiento mayor de la producción cartográfica nacional, que ya se venía sufriendo con la paralización de proyectos, el retraso en actualizaciones de mapas oficiales y la falta de insumos básicos. “¿Quién va a hacer ahora los mapas del país? ¿Quién va a medir el riesgo sísmico o el avance de la desertificación?”, se preguntan con angustia.

Frente a esta realidad, resulta urgente abrir el debate público. No estamos ante una mera fusión administrativa ni ante un cambio burocrático. Se trata de una mutilación al sistema de ciencia aplicada más estratégico que tiene la Argentina. Y lo que está en juego no es solo un puñado de organismos: es la capacidad del país para pensarse, para proyectarse, para prevenir desastres y para gestionar racionalmente sus recursos naturales.

Milei, en su obsesión ideológica por arrasar con lo estatal, está sembrando una tierra sin ciencia, sin memoria y sin futuro. La motosierra no distingue lo superfluo de lo esencial, y cuando corta, corta profundo: arranca de raíz décadas de construcción institucional, pulveriza saberes acumulados y deja al país a la deriva, entregado a las fuerzas del mercado y a los intereses que solo buscan explotar sin rendir cuentas.

Lo trágico es que esta motosierra no corta para construir, sino para demoler. No reinventa ni reforma: simplemente destruye. Y lo hace con la indiferencia brutal de quien confunde el equilibrio fiscal con la soberanía, la eficiencia con la ignorancia, y el orden con el autoritarismo.

Fuentes:

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