Milei anunció beneficios para el sector más concentrado del agro y confirmó que el ajuste no es para todos

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Javier Milei volvió a demostrar su preferencia por los grandes grupos económicos al anunciar, durante su discurso en la Sociedad Rural Argentina, la baja de retenciones al agro. Mientras recorta fondos para salud, educación y ciencia, el presidente garantiza rentabilidad a los exportadores más poderosos del país.

Con una oratoria ensayada y enfática, Javier Milei subió al escenario de la Sociedad Rural Argentina y no dejó lugar a dudas: para el campo sí hay plata. En un país arrasado por la inflación, la caída del poder adquisitivo, el aumento del desempleo y el colapso del consumo interno, el presidente decidió pararse frente a los ganadores de siempre para entregarles una nueva dádiva disfrazada de política de “libertad económica”: una baja progresiva en las retenciones a las exportaciones agropecuarias.

El escenario no fue casual. Milei eligió una vez más el predio de Palermo, símbolo histórico del poder económico y terrateniente de la Argentina, para lanzar una promesa que encaja con su cosmovisión anarco-capitalista: eliminar “el impuesto más injusto de todos”, como definió a las retenciones. Pero lo que Milei no dijo, lo que ocultó tras su gesticulación teatral y su relato de “revolución liberal”, es quién pagará la cuenta de esta generosidad fiscal. Porque mientras el Estado deja de recaudar miles de millones para favorecer a los grandes exportadores, los sectores populares siguen pagando el ajuste con hospitales sin insumos, universidades al borde del colapso y científicos migrando a otros países.

Con una ovación anticipada por parte de la Sociedad Rural, Milei pisó fuerte en el terreno donde más cómodo se siente: el de los privilegios. Consciente de que su capital político se desmorona entre los sectores medios y bajos, Milei refuerza la alianza con los núcleos duros del poder económico. Su discurso fue una sinfonía afinada para los oídos de los dueños del campo: habló de fin de la “justicia social”, celebró el desmantelamiento del Estado, reiteró su convicción de que el déficit fiscal es “inmoral” y prometió más “libertad económica”, es decir, más espacio para el saqueo legalizado.

Envalentonado, el presidente definió a las retenciones como “un robo” y aseguró que ya están trabajando para su eliminación paulatina. Una declaración que, lejos de ser técnica, es profundamente ideológica. Porque cuando Milei llama “robo” al tributo que pagan los sectores con más capacidad contributiva, no está hablando de justicia fiscal: está defendiendo el privilegio. Lo notable es que este anuncio se da en paralelo con un brutal recorte al sistema universitario, la eliminación de programas sociales, la licuación de jubilaciones y el abandono de las obras públicas en cientos de municipios. La foto es clara: el gobierno de La Libertad Avanza castiga a los sectores más vulnerables mientras bendice con beneficios fiscales a quienes más tienen.

La paradoja no podría ser más cruel. En su cruzada por destruir lo que él denomina “la casta”, Milei se abrazó a la verdadera oligarquía argentina: la agroexportadora. Son los mismos grupos que, históricamente, han presionado a los gobiernos democráticos para reducir su carga impositiva, dolarizar la economía y mantener al país como proveedor de materias primas sin valor agregado. Lejos de enfrentarlos, Milei se convirtió en su vocero más ferviente.

El aplauso cerrado que recibió al terminar su discurso es revelador. No se trató solo de una recepción cálida: fue una consagración. Milei dejó de ser el outsider para transformarse en el garante de los intereses históricos de los sectores más poderosos. Si alguna vez hubo dudas sobre para quién gobierna Javier Milei, la escena en La Rural las disipó por completo.

El presidente también aprovechó el acto para hacer un guiño al electorado más reaccionario: criticó la “ideología de género”, descalificó la justicia social como una aberración y se burló de los conceptos de equidad y redistribución. No es novedad. Milei viene construyendo su relato sobre el odio a todo lo que huela a inclusión, solidaridad o derechos. Pero lo alarmante es que ese discurso ahora no se pronuncia desde los márgenes, sino desde el centro mismo del poder institucional.

La visita a La Rural también fue una puesta en escena cuidadosamente diseñada. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, lo escoltaron con sonrisas congeladas. No faltaron ni el CEO de La Rural, ni representantes de las principales cámaras empresariales del sector. Todos coincidieron en un objetivo común: mostrar un frente sólido ante la creciente conflictividad social que provoca el ajuste. Mientras miles de familias no pueden comprar carne o pagar el alquiler, la cúpula agroexportadora recibe guiños presidenciales y promesas de alivio fiscal.

Como si no fuera suficiente, Milei también utilizó el acto para arremeter contra sus críticos. Habló de “parásitos”, “colectivistas” y “enemigos de la libertad”. El tono fue beligerante, polarizador, propio de un presidente que ya no gobierna para todos, sino para una minoría con intereses muy específicos. Quienes esperaban un mensaje que contemple la diversidad de la realidad argentina, se encontraron con un discurso monocorde, dogmático, insensible.

Resulta casi obsceno que, en el contexto de una crisis humanitaria creciente, con niveles de pobreza infantil que superan el 60%, el presidente hable de recortar impuestos al sector más rico de la economía. ¿Es esa la libertad que propone Milei? ¿Una libertad que habilita al poderoso a enriquecerse aún más, mientras empuja al resto al abismo?

La “motosierra” del presidente tiene un sentido de clase cada vez más evidente. Cuando corta, no lo hace al azar: apunta con precisión quirúrgica contra lo público, lo colectivo, lo popular. Pero cuando hay que aliviar la carga impositiva a los que concentran la tierra, la renta y el capital, el Estado se vuelve generoso, flexible, servicial. Milei no está destruyendo al Estado: está rediseñándolo como garante exclusivo de los intereses empresariales.

El contraste con la realidad cotidiana de millones de argentinos no puede ser más brutal. Mientras las tarifas aumentan, los salarios se licúan y el desempleo se dispara, el presidente ofrece beneficios a quienes no padecen la crisis, sino que se benefician de ella. ¿Cuánto más podrá sostenerse esta lógica sin que estalle el contrato social?

La retórica libertaria, con su prédica de “mérito”, “esfuerzo individual” y “fin de la intervención estatal”, empieza a mostrar su rostro real: es la máscara del privilegio. Y cada aparición de Milei en ámbitos como La Rural no hace más que confirmarlo. No hay épica en este modelo: hay cálculo. No hay revolución liberal: hay restauración oligárquica.

Lo que sucedió en La Rural no fue solo un discurso: fue una declaración de principios. Fue la confirmación de que en la Argentina de Milei, la igualdad dejó de ser un horizonte para convertirse en un obstáculo. Y que mientras haya quienes aplaudan desde los palcos, habrá muchos más que seguirán gritando desde el barro.

Fuente:
https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/milei-rural-retenciones/
https://www.pagina12.com.ar/844903-javier-milei-en-la-rural-a-que-hora-habla-el-presidente-en-e

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