Los dólares bajo el colchón de Caputo: El ministro estalló contra el periodista Jonathan Heguier que le preguntó sobre sus dólares en paraísos fiscales

Mientras Javier Milei promueve la repatriación de los “dólares del colchón” desactivando controles fiscales, su ministro más influyente se ofende ante una pregunta incómoda. Luis “Toto” Caputo, quien declara tener casi medio millón de dólares en paraísos fiscales, exige respeto pero no ofrece transparencia. Un caso emblemático de doble vara.

La escena fue breve pero reveladora. Luis “Toto” Caputo, ministro de Economía de Javier Milei y principal arquitecto del plan económico más brutal en décadas, se mostró más alterado por una pregunta de un periodista que por los índices de pobreza o la destrucción salarial que genera su política. La pregunta —simples palabras, pero cargadas de sentido— ponía el dedo en la llaga: si el gobierno le pide al pueblo que saque los dólares del colchón, ¿no debería el propio Caputo dar el ejemplo y repatriar los fondos que tiene en el exterior?

La reacción fue furiosa. “¡No seas irrespetuoso! ¡No te pases de vivo! ¡Rectificate!”, gritó el ministro mientras señalaba al periodista Jonathan Heguier con el dedo, como si estuviera frente a un acto de sublevación moral. Sin embargo, el “disparate” que tanto lo enfureció tiene respaldo documental: su declaración jurada de bienes.

Caputo admite en ese documento que al 31 de diciembre de 2022 tenía 470 mil dólares en nueve cuentas offshore. Dos en Estados Unidos y siete en la Isla de Man, un paraíso fiscal por excelencia. Allí, las leyes son generosas con los millonarios: no se pagan impuestos sobre ganancias de capital, herencias ni patrimonio. El impuesto sobre la renta, además, tiene un tope del 20%. Es decir, lo que en la Argentina se castiga, en la Isla de Man se premia. Un lugar ideal para quien predica libre mercado pero rehúye de las cargas fiscales.

La contradicción es tan evidente que ni la furia impostada del ministro puede taparla. Caputo reacciona con ira no porque se haya dicho algo falso, sino porque se ha dicho algo incómodo. No se trata de una acusación infundada, sino de una pregunta legítima en un contexto de sacrificios sociales extremos. ¿Con qué autoridad moral un funcionario pide austeridad cuando él mismo protege sus riquezas fuera del sistema nacional?

Pero vayamos un paso más allá. Porque esta no es solo una historia de hipocresía individual. Es el retrato perfecto del gobierno de Javier Milei. Un gobierno que glorifica la fuga de capitales como si fuera un acto de heroísmo, mientras estrangula a la clase trabajadora con tarifazos, recortes y destrucción de derechos. Un gobierno que desactiva los controles fiscales, pero todavía no tiene una ley concreta para blanquear capitales. Una economía liberada para los de arriba, con mano dura para los de abajo.

El término “dólares bajo el colchón” remite a divisas no declaradas, a dinero en negro, alusión a veces simpática, a veces criminalizada. Se trata de fondos que escapan del sistema formal y que muchas veces nacen de la evasión o de maniobras ilícitas. Sin embargo, en el discurso libertario de Milei, ese dinero no declarado no es pecado, sino virtud. La fuga es libertad. Eludir al Estado es resistencia. El evasor no es un delincuente, sino un héroe antisistema. En ese marco, lo de Caputo no debería escandalizar a nadie. Todo lo contrario: es coherente con la ideología del Presidente.

El problema, claro está, es que ese discurso no vale para todos. Porque cuando los jubilados intentan ahorrar unos pesos fuera del banco, el ajuste se los devora. Cuando los trabajadores informales quedan fuera del sistema, no son héroes libertarios, sino “planeros”. Cuando los movimientos sociales resisten el hambre en los barrios, son acusados de clientelismo. La libertad solo existe para los ricos. Para los demás, hay palo, ajuste y discursos vacíos sobre “el esfuerzo”.

El periodista que incomodó a Caputo no hizo más que poner en palabras esa desigualdad brutal. No lo acusó. Lo interrogó. Preguntó si el ministro estaba dispuesto a predicar con el ejemplo. En una democracia madura, esa pregunta debería ser celebrada como una muestra de periodismo libre y valiente. En el régimen mileísta, fue respondida con gritos, amenazas y gestos de prepotencia. Lo que molesta no es la mentira, sino la verdad dicha en voz alta.

Este episodio, aparentemente anecdótico, encapsula la lógica de un gobierno que se presenta como rupturista pero que reproduce lo peor del pasado. El “nuevo orden” de Milei no es más que el viejo orden neoliberal con esteroides: un país diseñado para los que tienen cuentas offshore, mientras los demás rezan para llegar a fin de mes. Un país donde los fondos se fugan a la Isla de Man, pero el FMI dicta las reglas desde Washington. Un país donde se privatizan los derechos y se socializan los sacrificios.

Caputo puede gritar todo lo que quiera. Puede exigir respeto, amenazar con el dedo, indignarse como un actor que exagera su personaje. Pero no puede borrar su declaración jurada. No puede borrar el hecho de que, mientras desmantela los controles fiscales para tentar a los pequeños ahorristas, él mismo tiene casi medio millón de dólares bien lejos del BCRA. No puede borrar que su fortuna está a salvo, pero el país está al borde del abismo.

Y quizás ahí esté la clave del enojo. Porque al final, lo que más incomoda a los poderosos no es la mentira, sino la verdad incómoda. Y en este caso, la verdad es simple: el ministro que exige confianza no confía en el país que gobierna. ¿Cómo confiar entonces nosotros en él?

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