Jujuy: Victoria del radicalismo sobre los libertarios que suman otra dura derrota

El gobernador revalidó su plan de ajuste permanente con una elección de bajísima participación y con el aval silencioso del jujeñismo oficialista

El gobernador de Jujuy, Carlos Sadir, celebró con entusiasmo los resultados de las elecciones legislativas provinciales del domingo 11 de mayo. Según los datos provisorios difundidos por el vicegobernador Alberto Bernis —cuando apenas se había escrutado menos del 20% de las mesas—, el Frente Jujuy Crece obtenía un 38% de los votos, por encima de La Libertad Avanza (25%) y muy lejos del Frente Justicialista y el FIT-U, que apenas alcanzaban el 10% cada uno. Sin embargo, lo que Sadir y su aparato no mencionan es el preocupante trasfondo de apatía social, desmovilización política y legitimidad erosionada que marcó la jornada.

Mientras el gobernador insiste en sostener su “modelo jujeño de administración responsable”, la realidad en las calles, hospitales, escuelas y comunidades originarias cuenta otra historia: una provincia empobrecida, con conflictos gremiales irresueltos, precarización laboral extendida y criminalización de la protesta social como política de Estado.

Un modelo para pocos

Sadir reiteró que continuará aplicando lo que llama “modelo jujeño”, un eufemismo para referirse a una gestión basada en el ajuste presupuestario, la represión institucionalizada y el endeudamiento a espaldas del pueblo. “Un modelo de administración responsable, con equilibrio presupuestario pero sin olvidarnos de la gente”, declaró sin sonrojarse, pese a que bajo su gestión —y antes bajo la de Gerardo Morales, su mentor político— se multiplicaron las denuncias por persecución sindical, desalojos violentos y detenciones arbitrarias.

Ese “modelo” incluye, por ejemplo, la represión salvaje de docentes y comunidades indígenas que protestaron contra la reforma constitucional impuesta a sangre y gas lacrimógeno en 2023. También contempla el silenciamiento sistemático de medios críticos, el uso discrecional de la pauta oficial y un blindaje judicial que permite sostener un régimen verticalista en el que las elecciones funcionan más como formalidad que como expresión genuina de la voluntad popular.

Una elección sin entusiasmo popular

Uno de los datos más llamativos de esta elección fue el altísimo nivel de desinterés social. Tal como reflejó la misma prensa jujeña, se trató de una de las jornadas con menor participación ciudadana de la historia democrática de la provincia. Ese fenómeno no es casual: es el síntoma de una población agotada por años de gobiernos autoritarios disfrazados de institucionalidad, donde la oferta electoral no representa una alternativa real al ajuste y la exclusión.

Sadir agradeció a “todos los que nos acompañaron con su voto y a los que no nos votaron, porque fueron a votar”. Pero lo cierto es que la mayoría no se sintió interpelada por ningún proyecto. ¿Qué clase de triunfo es aquel en el que la mayoría se abstiene de participar? ¿Puede hablarse de legitimidad en un contexto donde la democracia se reduce a un trámite rutinario para ratificar lo ya decidido por el poder real?

El jujeñismo: un laboratorio de Milei en el norte

Lejos de representar un “modelo jujeño” original, el proyecto político de Sadir no es más que una antesala territorial del programa libertario nacional que promueve Javier Milei. La alianza implícita entre el gobierno provincial y La Libertad Avanza no es solo electoral: comparten una misma visión regresiva del Estado, el desmantelamiento de derechos sociales y una concepción punitivista del orden público.

Mientras Sadir se muestra “contento” con los resultados, Milei festeja en paralelo el avance de sus candidatos en Jujuy, anunciando que serán “la verdadera oposición”. La escena es reveladora: oficialismo y “oposición” comulgan en una agenda común de desguace institucional, ajuste brutal y subordinación a los intereses de las elites financieras.

La otra Jujuy que resiste

Detrás de la maquinaria oficial, hay una Jujuy que sigue resistiendo. La de los docentes que pelean por salarios dignos. La de los pueblos originarios que defienden el territorio ante el extractivismo salvaje. La de las mujeres, diversidades, jóvenes precarizados y organizaciones populares que siguen en pie pese al ahogo institucional.

Sadir podrá proclamarse vencedor y hablar de “equilibrio con sentido social”, pero la realidad es que su modelo no incluye a la mayoría de los jujeños. Lo que se impone no es un modelo de desarrollo, sino de supervivencia para unos pocos, sostenido con votos débiles, represión fuerte y propaganda constante.

El futuro dirá cuánto más podrá resistir esta fachada de normalidad. Lo que sí es seguro es que, mientras el modelo jujeño siga exportando ajuste y represión, el pueblo seguirá buscando —y construyendo— otras formas de poder popular, más democráticas, más inclusivas y más justas.

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