¡Escándalo! Estafa millonaria en Chaco, el gobernador Zdero facturó millones en leche en polvo no apta para niños

Cheek SA se llevó la licitación completa del programa Ñachec en Chaco con productos que no cumplen estándares nutricionales mínimos, y que ya habían sido descartados en otras provincias por no ser, literalmente, leche.

(Por Walter Onorato) La administración de Leandro Zdero desembolsó más de tres mil quinientos millones de pesos por leche en polvo que ni siquiera puede ser considerada como tal. El proceso licitatorio estuvo marcado por la opacidad, la exclusión arbitraria de ofertas más competitivas y una continuidad preocupante en los negocios con una empresa históricamente cuestionada. Mientras crece la pobreza, se reparten cajas con productos adulterados que no alimentan a nadie.

En la tierra de las promesas rotas y las necesidades urgentes, el gobernador del Chaco, Leandro Zdero, protagoniza una escena más del teatro grotesco que se ha vuelto habitual en con la política libertaria: licitaciones millonarias, empresas amigas, productos deficientes y un Estado ausente, cuando no cómplice. La reciente compra de módulos alimentarios del programa Ñachec por parte de Fiduciaria del Norte, organismo clave en el engranaje del poder provincial, se convierte en un nuevo ejemplo del desvío sistemático de fondos públicos bajo el disfraz de asistencia social. Esta vez, el escándalo tiene sabor a leche, pero no es leche.

A principios de marzo de 2025, Fiduciaria del Norte abrió el Concurso Público N.º 02/2025 para la adquisición de 480 mil módulos Ñachec, con un presupuesto total de $7.324.940.800. La totalidad de la licitación quedó en manos de Cheek SA, una empresa con antecedentes cuestionables en la provincia. Entre los productos incluidos en los módulos figuraban 128 toneladas de leche en polvo, cuyo valor alcanzó los $3.570.048.000. Hasta aquí, podría parecer una compra más. Pero lo que debería haber sido una política de refuerzo alimentario se convirtió en una operación de maquillaje y negligencia criminal.

Las marcas de leche adjudicadas en la licitación fueron ‘Bongú’ y ‘Purilac’. Ambas tienen un denominador común: no son leche. Según una investigación del periodista Cristian Muriel, respaldada por estudios bromatológicos de la Municipalidad de General Pueyrredón, la leche ‘Bongú’ ya había sido retirada de una licitación en la provincia de Buenos Aires por no cumplir con requisitos organolépticos básicos. En otras palabras, no era apta ni para ser considerada como “bebida a base de leche”. Ni siquiera eso. No alimenta, no nutre, no cumple. Pero en Chaco, sí se acepta.

Peor aún es el caso de ‘Purilac’. Su propio empaque admite que se trata de un “alimento para preparar bebida láctea”, y aclara explícitamente: “No es sustituto de la leche”. Según el Código Alimentario Argentino, este tipo de polvo puede contener apenas un 51% de ingredientes de origen lácteo. El resto es un cóctel de aditivos químicos y grasas vegetales. Sin embargo, para Fiduciaria del Norte fue suficiente para justificar miles de millones en gasto público, destinando un producto de bajísima calidad a los sectores más vulnerables, en un contexto de emergencia alimentaria.

El proceso licitatorio no solo fue irregular por los productos elegidos, sino también por los criterios con los que se descartaron otras ofertas. La propuesta más competitiva fue rechazada únicamente porque incluía yerba marca ‘Yerupé’, desestimada por no cumplir con los estándares de “sabor y aceptabilidad de la población destinataria”. ¿Dónde están las encuestas, los estudios, las pruebas técnicas que sustenten esa afirmación? No aparecen. No existen. La opacidad es la norma.

El pliego de condiciones exigía la presentación de muestras de cada producto, a fin de ser evaluadas por nutricionistas del Ministerio correspondiente. Sin embargo, en las actas de preadjudicación no figura ningún informe que certifique que ‘Bongú’ o ‘Purilac’ cumplen con los requisitos nutricionales estipulados. Lo que hay es un silencio ensordecedor, ese que suele rodear a los negocios que se cierran en la oscuridad.

Y como si todo esto no fuera suficiente, hay antecedentes que convierten a Cheek SA en una pieza ya conocida del rompecabezas de la corrupción chaqueña. En 2018, bajo el paraguas del Ministerio de Salud, la empresa fue protagonista de la causa “Leche robada”, donde desaparecieron misteriosamente 200 toneladas de leche adquiridas también a través de Fiduciaria del Norte. En ese entonces, el fiscal auditor Raúl John París determinó que se había pagado un 86% más de lo que gastaba el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación por el mismo producto, apenas un mes después. ¿Casualidad o modus operandi?

Los remitos eran falsos, los galpones se vaciaban sin control, y los centros de salud jamás recibieron lo prometido. Pero a Cheek SA no se la sancionó. Por el contrario, hoy vuelve a ganar. No importa que sus productos sean adulterados, que sus cajas sean vendidas ilegalmente en Facebook o que las denuncias se apilen una tras otra. En Chaco, con Zdero, todo se recicla: la miseria, la corrupción y los empresarios amigos.

La leche, que debería ser un alimento esencial en los módulos nutricionales, se transforma en el objeto de un fraude sistemático. No solo se despilfarran recursos públicos, sino que se vulnera el derecho básico a una alimentación adecuada. Y todo esto ocurre mientras el gobierno nacional de Javier Milei promueve el ajuste más brutal de las últimas décadas, recortando programas sociales y responsabilizando al «gasto público» por la crisis. ¿Dónde queda el discurso de la eficiencia? ¿Dónde está la casta que hay que eliminar?

Zdero, alineado con el modelo de Milei, practica la misma doctrina de desregulación, privatismo y tercerización encubierta, utilizando organismos como Fiduciaria del Norte para esconder licitaciones turbias bajo la alfombra de la burocracia estatal. Lo que ocurre dentro de la Fiduciaria, dicen, “se queda en la Fiduciaria”. Pero las consecuencias trascienden los muros administrativos: llegan a los comedores, a las familias humildes, a los niños que reciben cajas con “leche” que no alimenta.

Mientras los números cierran para unos pocos, las tripas crujen para muchos. La corrupción en los módulos alimentarios no es una anécdota ni un error aislado: es una política. Una política que empobrece, que hambrea, que degrada. Y que, bajo un disfraz de asistencia social, perpetúa los negocios de siempre con las empresas de siempre.

El pueblo del Chaco merece respuestas, pero sobre todo merece justicia. No se trata solo de $3.570 millones mal gastados. Se trata de vidas. De niños que no crecen sanos. De familias que reciben migajas en cajas adornadas con logos oficiales. Se trata de un modelo que convierte el hambre en oportunidad para los vivos de siempre.

Zdero no puede alegar desconocimiento. No después de los antecedentes. No después del escándalo de 2018. No después de licitar toneladas de un producto que explícitamente dice “no es leche”. La negligencia se convierte en complicidad. Y la complicidad, en crimen.

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