En el acto de Adorni los militantes libertarios fueron acarreados por plata, estafados, insultados y reprimidos

En el cierre de campaña en Recoleta, militantes libertarios fueron acarreados por plata, estafados, insultados y reprimidos. Entre punteros reciclados, peleas internas y robos en vivo, La Libertad Avanza mostró que no vino a romper con la casta, sino a perfeccionarla.

El caos en el acto de Manuel Adorni, donde se prometieron $25.000 a militantes que luego solo recibieron $10.000, revela una trama de manipulación, punterismo y violencia política. Sebastián Pareja, “El Nene” Vera y los caprichos de Santiago Caputo son parte de una estructura libertaria que simula combatir a la casta, mientras la reproduce con mayor cinismo y torpeza.

La postal fue tan decadente como reveladora: en pleno corazón de Recoleta, barrio símbolo del conservadurismo porteño, militantes de La Libertad Avanza se trenzaban a golpes por una diferencia de quince mil pesos prometidos y no cumplidos. «Vinimos por 25 lucas y nos quieren dar 10», gritaban furiosos mientras la Policía Federal, bajo el mando de Patricia Bullrich, intentaba contener los empujones que agitaban los estertores de un acto que se suponía triunfal. Lo que debía ser el cierre de campaña de Manuel Adorni se transformó en una tragicomedia que expuso, en carne viva, el engranaje de estafas, punteros y violencia que sostiene al gobierno de Javier Milei.

No es solo el detalle indignante del recorte en el pago. Es la lógica que lo sostiene. Porque aquí no hay ciudadanos movilizados por ideales libertarios, sino personas desesperadas, llevadas en micros por la maquinaria de Sebastián Pareja y Ramón “El Nene” Vera, dos viejos zorros del conurbano reciclados en libertarios de ocasión. No es un error administrativo ni un problema aislado: es un modelo político que dice combatir la casta mientras la fortalece con la misma lógica de dádivas, traiciones y manipulación que el propio Milei juró destruir.

Pareja, actual subsecretario del Ministerio del Interior, es uno de los armadores más importantes del oficialismo en territorio bonaerense. Su mano derecha, “El Nene” Vera, tiene antecedentes que harían sonrojar a cualquier «defensor de la república»: puntero con pasado peronista, operador de listas negras, barrabrava y acusado de vínculos con el narcotráfico. Son ellos quienes organizaron el operativo de movilización, como ya lo habían hecho en el escandaloso acto en Parque Lezama. Lo único nuevo en Recoleta fue el lugar: la metodología fue la misma.

Los militantes, muchos vestidos con remeras violetas de La Libertad Avanza, llegaron en micros alquilados. No sabían bien a qué venían, pero sabían que al final les esperaba una paga. La bronca explotó cuando el pago prometido fue recortado sin explicación. En las redes ya circulan los videos donde los estafados increpan a los organizadores, se empujan, se insultan. Algunos gritan “devuélvanos la plata” mientras otros piden explicaciones que nadie da. “Están re volados estos”, se queja uno de los llamados «intelectuales de Miller», un término que usan algunos libertarios para autodefinirse, como si la lectura de Hayek los eximiera de la realidad.

Pero la farsa no terminó allí. El acto también fue escenario de una pelea intestina dentro del propio espacio libertario. Pilar Ramírez, presidenta del partido en la Ciudad de Buenos Aires y alineada con Karina Milei, fue abucheada al pedir que se bajaran las banderas de “Las Fuerzas del Cielo”, la agrupación que responde a Santiago Caputo y su aliado, el oscuro «Gordo Dan». Silbidos, insultos, desplantes. En vez de unidad, el cierre de campaña mostró que la interna libertaria es un avispero al borde del estallido. Caputo y Lugones se disputan poder y contratos, mientras sus seguidores se enfrentan a cielo abierto como barras de clubes enemigos.

Por si faltara algo, el acto tuvo su cuota de inseguridad en vivo y en directo. Un periodista de LN+, canal afín al oficialismo, fue asaltado en plena transmisión mientras cubría el evento para el programa de Cristina Pérez. El ladrón, impune, le arrebató el celular ante las cámaras. El hecho, casi simbólico, dejó al descubierto otro de los grandes relatos del gobierno: el de la seguridad. Porque ni en su propio acto, con presencia policial, pudieron evitar el delito.

Y entonces llegó él. Javier Milei, el presidente, el líder, el hombre que prometió dinamitar la casta con una motosierra, subió al escenario y lanzó uno de sus discursos habituales, plagado de términos agresivos y metáforas infantiles. «Es una alegría volver ante a las almas libres que no se dejaron doblegar ante la mierda del partido del estado», dijo con esa furia performática que ya empieza a sonar hueca. Acto seguido, celebró los cánticos del público que coreaban que “los periodistas son unos hijos de puta”, dejando en claro que su concepto de libertad de expresión es tan estrecho como su tolerancia al disenso.

¿Libertad? ¿Nueva política? ¿Fin de la casta? El espectáculo de Recoleta fue la demostración más grotesca de que nada de eso existe. Lo que hay es una estructura paralela de punteros reciclados, operadores de oscuro pasado, militantes pagos y traicionados, funcionarios improvisados y un presidente que se alimenta del caos que él mismo provoca. Milei no está combatiendo la casta: la está absorbiendo, mimetizando y reproduciendo con una velocidad y una torpeza que asustan.

Mientras los sectores más humildes sufren la licuación de sus salarios, la destrucción del Estado y el vaciamiento de las políticas sociales, el gobierno gasta fortunas en actos clientelares, paga a militantes para simular apoyo y estafa a los mismos que moviliza. Es un cinismo que insulta la inteligencia y la dignidad de quienes creyeron, alguna vez, que este gobierno representaba una alternativa real.

No es solo un problema de formas. Es un problema de fondo. Porque la mentira no está solo en el acto de Adorni, sino en todo el relato oficialista. Se prometió libertad, pero se impone represión. Se prometió transparencia, pero se gobierna entre punteros. Se prometió eficiencia, pero se improvisa a cada paso. Y cuando la realidad se impone, no hay autocrítica, sino insultos, descalificaciones y una huida constante hacia el pasado, hacia la culpa ajena.

Lo ocurrido en Recoleta no es una anécdota. Es una radiografía de la Argentina que Milei está construyendo: una donde la política se convierte en espectáculo barato, la ética en papel mojado y la promesa de libertad en una estafa más. Lo que se vio en ese parque porteño fue la versión libertaria de la vieja política: con más gritos, más soberbia y menos dignidad.

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Etiquetas: Javier Milei, Manuel Adorni, punteros políticos, estafa a militantes, Santiago Caputo
Hashtags: #EstafaLibertaria #LaCastaSosVos #MileiGate #AdorniFail #FraudeMilitante

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