En Salta, Chaco, Jujuy y San Luis se celebran elecciones legislativas sin instancias previas de participación abierta. La eliminación de las PASO y los cambios en los sistemas de votación reflejan un nuevo ensayo de control político en el marco del modelo de Javier Milei.
Con una estrategia cuidadosamente diseñada para despolitizar, reducir la participación ciudadana y consolidar hegemonías provinciales, los comicios legislativos en cuatro provincias argentinas exponen un peligroso experimento institucional. El Gobierno Nacional, mientras tanto, observa con satisfacción el avance de este modelo sin filtros democráticos, donde la boleta única y la supresión de las primarias van de la mano con una brutal reconfiguración del poder.
El domingo electoral que se vive en Salta, Jujuy, San Luis y Chaco no es una jornada más en el calendario cívico. Es, en cambio, un escenario cuidadosamente montado donde se pone a prueba un modelo político que privilegia la eficiencia sobre la participación, el control institucional sobre la representación popular, y la apariencia de transparencia sobre la verdadera legitimidad democrática. Lo que está en juego es mucho más que la renovación de diputados, senadores o concejales: se trata de un ensayo general del nuevo orden que impulsa, con fervor quirúrgico y crueldad sistemática, el Gobierno de Javier Milei.
Las elecciones legislativas de 2025 en estas provincias se realizan sin la instancia de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), una tendencia que se ha consolidado en varias jurisdicciones como parte de un proceso deliberado de vaciamiento político. En Chaco, Jujuy, Salta y San Luis se vota directamente por legisladores, concejales y convencionales municipales, en un contexto donde la ingeniería institucional se pone al servicio de la consolidación de los oficialismos y el recorte de los canales democráticos.
La eliminación de las PASO, lejos de ser un simple ajuste técnico, responde a una lógica clara: reducir la competencia interna en los partidos, desincentivar la participación ciudadana y evitar que los movimientos populares disputen poder real. Sin primarias, se eliminan las internas abiertas que permitían a sectores emergentes o disidentes disputar candidaturas dentro de las estructuras partidarias. El resultado es un sistema político más cerrado, más vertical, más complaciente con las élites y absolutamente funcional a los intereses de los gobiernos de turno.
En Salta, por ejemplo, se implementa la Boleta Única Electrónica, una herramienta que, aunque se presenta como garantía de modernización y transparencia, ha sido cuestionada por múltiples sectores sociales por su opacidad técnica, su dependencia de software privado y su escasa fiscalización ciudadana. La provincia renovará 30 diputados y 12 senadores provinciales, además de cargos municipales, sin que los votantes hayan tenido posibilidad previa de incidir en la oferta electoral. Todo ya vino predefinido desde arriba.
La situación en San Luis también merece atención. Por primera vez se utiliza la Boleta Única en Papel, un cambio significativo que se introduce sin el debido debate público ni la participación de todos los sectores. Se renuevan 22 bancas de diputados provinciales y 4 de senadores, y se vota también por intendentes y concejales. Pero, ¿quién elige realmente cuando la maquinaria electoral ya decidió quiénes estarán en la boleta? ¿Cuánto margen de decisión queda cuando se elimina la participación activa de las bases?
Jujuy sigue el mismo patrón: 24 diputados provinciales titulares y 10 suplentes, más concejales y representantes municipales en los 16 departamentos. Todo bajo el sistema tradicional de boleta partidaria, sin PASO, y en un clima político marcado por el autoritarismo institucional del gobernador Gerardo Morales, cuyo legado en materia de represión y control judicial aún retumba entre los muros de las comunidades indígenas y los movimientos sociales. Sin instancias de participación abiertas, la política jujeña se convierte en un coto de caza para las dirigencias aliadas al poder real.
En Chaco, el panorama se complejiza aún más. Además del proceso electoral legislativo, el oficialismo enfrenta una crisis política que salpica al gobernador Leandro Zdero, recientemente denunciado penalmente por injurias hacia una dirigente gremial. El trasfondo del conflicto tiene implicancias profundas en la dinámica de poder provincial y revela el nivel de violencia institucional que se ejerce desde las cúpulas. En ese contexto, la elección de legisladores ocurre sin PASO, en una provincia donde el clima democrático se tensa peligrosamente.
En total, el peronismo es la fuerza que más bancas arriesga en estas elecciones, con 31 escaños en juego entre las cuatro provincias. Le sigue la UCR, que pone en riesgo 23 bancas, especialmente en Jujuy y Chaco. Unión por San Luis arriesga 9 escaños, y partidos provinciales como Compromiso por Salta también juegan fuerte. Pero más allá de la aritmética electoral, lo que se decide este domingo es una forma de hacer política. Una política sin ciudadanía, sin discusión, sin fisuras. Una política que parece salida del laboratorio libertario que Milei quiere imponer a escala nacional.
El Gobierno Nacional observa con beneplácito este tipo de reformas. La eliminación de las PASO fue una de las obsesiones tempranas de La Libertad Avanza, cuya concepción del Estado es puramente instrumental y profundamente autoritaria. La boleta única, en sus diferentes versiones, también encaja perfectamente en ese proyecto: desmovilizar a la militancia, debilitar a los partidos tradicionales, licuar la representatividad, y gobernar con mayorías artificiales construidas sobre la apatía y el desencanto.
Todo esto sucede mientras el país se hunde en una recesión brutal, con indicadores sociales en caída libre, tarifas impagables, salarios pulverizados, universidades públicas al borde del colapso y una crisis sanitaria que golpea en silencio. En este escenario, el diseño electoral que se prueba en las provincias parece un movimiento maestro de la ingeniería del ajuste. Si la gente no vota o vota sin elegir, mejor. Si los cargos se reparten sin debate ni competencia, perfecto. Si las instituciones lucen ordenadas aunque estén vacías por dentro, entonces el plan avanza.
El experimento ya está en marcha. Sin PASO, con boleta única, sin movilización política real. Un mapa provincial despojado de ciudadanía activa, donde el “voto eficiente” reemplaza al sufragio comprometido y donde el recambio legislativo se convierte en un simulacro de democracia. Es el modelo Milei en estado puro: eficiencia sin empatía, orden sin justicia, política sin pueblo.
Frente a esta avanzada, resulta urgente levantar la voz, discutir, movilizar, recuperar los espacios donde se decide el rumbo colectivo. Porque si seguimos naturalizando la política sin participación, la democracia sin representación y el poder sin control, no sólo estarán en juego unas cuantas bancas provinciales. Estará en juego, ni más ni menos, el futuro democrático de toda la Argentina.
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