De símbolo soberano a empresa con fines de lucro: Milei transformó a la Casa de Moneda en una Sociedad Anónima Unipersonal

Mediante el Decreto 295/2025, el presidente Javier Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, pusieron en marcha una profunda reestructuración de la Casa de Moneda, que deja a esta histórica institución al borde de la privatización. Bajo el pretexto de “eficiencia”, el gobierno desmantela silenciosamente funciones claves para la soberanía económica, allanando el camino para que el Estado pierda el control de la producción de billetes, documentación oficial y especies valoradas.

La privatización por goteo: cómo el gobierno disfraza de “eficiencia” el vaciamiento del Estado

El gobierno libertario de Javier Milei no se detiene en su ofensiva contra lo público. Esta vez, el blanco fue la Casa de Moneda, una institución histórica que desde 1875 ha garantizado, entre otras funciones, la producción del dinero circulante argentino. Mediante el Decreto 295/2025, publicado en el Boletín Oficial, se oficializó su transformación en una Sociedad Anónima Unipersonal (SAU), un cambio jurídico que, lejos de ser inocuo o meramente administrativo, representa un viraje de fondo con consecuencias estructurales.

(Por Osvaldo Peralta) En otras palabras: el gobierno convirtió una entidad estatal estratégica, encargada de emitir moneda y resguardar funciones esenciales del aparato estatal, en una empresa que responde a las lógicas del mercado. Y aunque por ahora el único accionista sigue siendo el Estado, el marco societario elegido —el mismo utilizado para facilitar privatizaciones en el pasado— deja abierta la puerta a su enajenación parcial o total. El paso siguiente, apenas disimulado, es el desguace funcional, la tercerización de servicios y la apertura al capital privado.

Este avance, encuadrado dentro del polémico Decreto 70/2023, forma parte de una lógica más amplia: la reorganización (o destrucción) del Estado nacional como principio de gestión. No se trata de un caso aislado. Es el laboratorio perfecto para ensayar en clave experimental la aplicación quirúrgica del dogma libertario. Allí donde el aparato estatal molesta, se lo vacía. Donde hay funciones estratégicas, se las convierte en unidades de negocio. Y donde hubo una vez soberanía, ahora hay planillas de Excel.

Un Estado que deja de ser Estado

La SAU no es una figura inocente. Se trata de una forma jurídica prevista en la Ley General de Sociedades que permite que una sola persona —en este caso, el Estado nacional— constituya una sociedad anónima. La trampa es clara: permite una administración empresarial de organismos públicos, facilitando la posterior venta de acciones sin necesidad de debates parlamentarios ni licitaciones públicas.

Hoy el Estado es el único accionista. Mañana, gracias a esta figura, podría no serlo más. Y en ese escenario, la Casa de Moneda —que imprime billetes, pasaportes, chapas patente, estampillas fiscales e instrumentos de recaudación— pasaría a estar bajo el control parcial o total de capitales privados. ¿Quién se haría cargo, entonces, de resguardar la seguridad y la autenticidad del dinero argentino? ¿Quién controlaría los pasaportes, las patentes, las especies valoradas que circulan por el país?

Un decreto para silenciar una decisión política

En el discurso público del gobierno, la decisión se disfraza bajo el manto de la “eficiencia” y la “reorganización”. Esas palabras, convertidas en eslogan, encubren un desmantelamiento cuidadosamente calculado. El decreto firmado por Milei y Caputo habla de «completar el proceso de adecuación» y “redefinir el objeto social” de la Casa de Moneda. Traducido: vaciar sus funciones estratégicas, segmentarlas en unidades de negocios y eliminar cualquier anclaje simbólico o material con el Estado como garante.

Es más, desde octubre del año pasado —cuando el Poder Ejecutivo intervino la Casa de Moneda y designó a Pedro Daniel Cavagnaro como interventor— se frenó la impresión de billetes y se detuvieron otras funciones clave. A Cavagnaro ahora se le extiende el mandato por tres meses más, consolidando así la intervención como método de gobierno: sin deliberación democrática, sin control parlamentario, sin participación sindical. Un hombre designado a dedo, con amplios poderes para redefinir el destino de una institución bicentenaria.

Cinco unidades de negocios, una lógica privatizadora

La reconfiguración de la Casa de Moneda no se queda en lo jurídico. El desmembramiento interno también es funcional a una futura venta por partes. La institución quedó dividida en cinco unidades de negocio: impresión de billetes, producción de estampillas fiscales, pasaportes, patentes y servicios de atesoramiento y destrucción de billetes.

Esta segmentación responde a una lógica empresarial: dividir para eficientizar, pero sobre todo para facilitar licitaciones, concesiones o ventas parciales. Cada unidad puede ser concesionada por separado, desmembrando lo que hasta hace poco era una estructura orgánica y soberana. Es la estrategia del desarme institucional, justificada en nombre de la “modernización” pero dirigida a debilitar toda resistencia estructural. Una Casa de Moneda convertida en empresa, sin billetes que imprimir y con un futuro dependiente del mercado, es el sueño de cualquier capital financiero global. Y el proyecto de Milei, claro.

El fetiche de la eficiencia y la trampa de lo inevitable

El discurso oficial repite sin cesar que todo lo que es estatal es ineficiente y todo lo privado es virtuoso. Bajo esa consigna se han destruido industrias, achicado ministerios, despedido trabajadores, paralizado universidades y ahora, con la misma saña, se apunta contra una institución que cumple funciones estratégicas en términos de soberanía económica.

Sin embargo, la eficiencia no se mide en términos exclusivamente contables. ¿Qué valor tiene, por ejemplo, mantener en manos públicas la producción de billetes, o la emisión de documentos oficiales? ¿Qué costo tiene entregar esas funciones a una empresa privada, que responderá a criterios de rentabilidad antes que a la seguridad nacional?

La eficiencia mal entendida es el caballo de Troya de esta administración. Detrás del “gasto” se esconde un Estado funcional, necesario, que cumple un rol que ningún privado puede ni debe reemplazar. Porque el Estado no está para hacer negocios. Está para garantizar derechos, brindar servicios y proteger la soberanía.

La Argentina de Milei: una maqueta neoliberal

Lo que ocurre con la Casa de Moneda no es un hecho aislado. Es parte del programa económico y político de Javier Milei, una Argentina en clave maqueta, diseñada para un país que no existe más que en papers de economistas sin calle ni historia. El vaciamiento de lo público se hace norma. La destrucción del Estado se convierte en objetivo de gestión. Y la soberanía nacional se licúa en nombre de una supuesta eficiencia que nunca llega, pero siempre justifica.

La reconversión de la Casa de Moneda en Sociedad Anónima Unipersonal no es solo un movimiento jurídico. Es un síntoma claro de un proyecto político que odia al Estado, desprecia lo público y responde a intereses concentrados. Es el signo de una época donde todo se vende, todo se terceriza, todo se mercantiliza. Incluso el derecho de un país a emitir su propio dinero.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *