¡Datos! Milei perdió donde alguna vez fue esperanza: Los barrios populares de CABA le dieron la espalda al presidente

La rebelión silenciosa de las villas: Los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires le dieron la espalda al presidente Javier Milei. En villas y comunas del sur porteño, donde en 2023 había triunfado, ahora cosecha derrotas dolorosas. El voto castigo se hace sentir donde más duele.

(Por Nicolás Valdez) Las elecciones en las villas 1-11-14, 21-24 y el Barrio 31 marcan un giro inesperado: el peronismo recupera terreno en territorios empobrecidos donde Milei había ganado con su discurso contra “la casta”. La caída en el apoyo libertario revela el límite del experimento ultraderechista frente al hambre, la desilusión y la bronca acumulada.

Algo se quebró. El ruido seco de esa fractura todavía no llega a todos los despachos del poder, pero en las calles polvorientas de la Villa 21-24, entre los pasillos del Bajo Flores o en las canchas improvisadas de Villa Lugano, el mensaje es claro: la paciencia se agotó. Javier Milei, que en 2023 había logrado conquistar las zonas más humildes de la Ciudad con su retórica incendiaria, ahora enfrenta el principio de su declive. Y como suele pasar en la historia política argentina, ese declive comienza donde menos se lo esperaba: entre los más pobres.

Los datos no mienten. En la Villa 21-24, donde Milei había vencido por una diferencia mínima a Sergio Massa en agosto de 2023, esta vez fue Leandro Santoro quien se impuso de manera contundente. No fue una victoria ajustada: duplicó el porcentaje de votos que obtuvo Manuel Adorni, la figura que el oficialismo eligió para representar su espacio. El libertarismo se desmoronó del 41% al 19%. Una caída estrepitosa que no puede explicarse sólo por el desgaste o el «clima electoral». Esto tiene raíces más profundas: hambre, desilusión, abandono.

Pero el fenómeno no se reduce a una villa ni a un barrio. En la 1-11-14, aquel bastión simbólico que alguna vez se mencionó como ejemplo de la llegada del «león» a los territorios históricamente peronistas, el panorama es similar. Donde Milei había sacado una ventaja de casi 6 puntos frente al PJ en las PASO del 2023, ahora Santoro se impone con diferencias que oscilan entre el 3% y el 15%, según las escuelas relevadas. En la Comuna 8 —una especie de termómetro electoral del conurbano— los números también son lapidarios: el peronismo se impone por casi 8 puntos.

Este giro no es casual. Es una respuesta. Una reacción de los sectores más castigados frente a un gobierno que prometió dinamitar privilegios, pero terminó volando por los aires las escasas seguridades que le quedaban a los pobres. Las tarifas suben, los comedores no reciben alimentos, las changas desaparecen, los salarios no alcanzan y la motosierra corta siempre del mismo lado. ¿De qué sirve gritar contra la casta cuando en la heladera no hay nada? ¿A quién le importa el déficit fiscal si el gas se corta porque no se puede pagar? ¿Qué sentido tiene repetir el mantra de la libertad si lo que se impone es la ley del más fuerte?

Los libertarios intentan aferrarse al argumento del ausentismo: “hubo menos participación en los sectores populares”, repiten como consuelo. Y es cierto. La asistencia en algunas villas osciló entre el 20% y el 33%. Pero ese dato no es una exculpación, es parte del mismo síntoma: la apatía, la decepción, el rechazo a una política que ya no representa ni siquiera a quienes supuestamente venían a salvar. La antipolítica, ese caballo de Troya con el que Milei irrumpió en la escena, se volvió contra él. No moviliza, no convence, no entusiasma. Aburre. Y duele.

Un consultor citado por LPO lo resume con crudeza: “Una participación más baja que la media tributa a la antipolítica, pero eso Milei no lo pudo capitalizar”. Exacto. Lo que funcionó como arma electoral, se transformó en boomerang. La rebelión contra “el sistema” termina golpeando al propio sistema libertario, que desde el gobierno se mimetizó rápidamente con lo peor de la vieja política: ajuste brutal, discursos vacíos y escasa sensibilidad social.

El estudio del economista Hernán Letcher aporta una mirada clave para entender el trasfondo de este fenómeno. Allí se traza una línea clara entre los que ganan y los que pierden con el “dólar barato”. En las comunas donde el ingreso familiar no supera los 2200 dólares mensuales, el peronismo ganó. En los sectores que sí pueden acceder al ahorro en divisa extranjera, ganaron los libertarios. La grieta ya no es ideológica, ni siquiera generacional: es económica. Y es cada vez más obscena.

En la Ciudad de Buenos Aires, esa división es geográfica: en las comunas 4, 8, 9, 5 y 3 —el sur, históricamente postergado— ganó el PJ. En cambio, en la 6 y 7 —zonas de clase media consolidada— la diferencia libertaria fue mínima: 730 y 231 votos. ¿Cuál es el mensaje detrás de esos números? Simple: Milei está dejando de ser una opción popular. Su capital simbólico en los sectores más humildes se erosiona a la velocidad de los aumentos. Y cuando la fe se convierte en bronca, no hay red social ni cadena nacional que pueda contener la furia.

En el Barrio 31, otro de los epicentros de ese “voto outsider” que supo entusiasmar a los más golpeados por la crisis, los resultados también son reveladores. Milei había ganado allí, aunque por debajo del total que sumaban Massa y Grabois. Esta vez, Adorni quedó tercero. La caída no es sólo en votos. Es en credibilidad, en representación, en presencia.

Quienes habitan los márgenes de la Ciudad, quienes sufren la exclusión sistemática de los servicios, el trabajo formal y la educación de calidad, ya no ven en el gobierno libertario una esperanza. La promesa de la motosierra no sólo no mejoró sus vidas: las empeoró. Y cuando el hambre aprieta, el discurso se vuelve ruido. La bronca, en cambio, se transforma en acción política. Y esa acción, por ahora, se canaliza en el regreso del peronismo a esos territorios.

Es cierto que aún hay incertidumbre. Nadie puede afirmar que este giro se consolidará en las próximas elecciones. Hay consultores que advierten: “A menor nivel socioeconómico hubo menos movilización, eso es una mala noticia para el PJ”. Puede ser. Pero también puede ser el principio de algo más profundo. Una rebelión silenciosa. Un murmullo que crece desde abajo y que empieza a decir “basta”.

Porque en las villas ya no creen en el relato de la libertad. Ahora piden comida, trabajo, respeto. Y aunque la política tradicional tenga mucho que explicar, el presente muestra que los que prometieron cambiarlo todo están más cómodos en la lógica del ajuste y el desprecio que en la transformación social.

Milei está dejando de ser el “outsider” para convertirse en lo que tanto dijo odiar: un presidente desconectado de su pueblo. En las villas más grandes de la Ciudad ya no lo votan. ¿Cuánto falta para que eso se repita en el conurbano y en todo el país?

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