Joaquín Morales Solá vuelve a desplegar en La Nación su habitual interpretación maniquea, sesgada y funcional al relato conservador y al macrismo reconvertido en la “nueva derecha” que hoy representa Javier Milei. Su artículo “La violencia y el regreso del pasado” se presenta como una condena del “clima autoritario” que -según él- brota de ambos extremos del espectro político argentino: el oficialismo de Milei y la oposición kirchnerista. Sin embargo, a poco que se analice el texto, queda claro que Morales Solá opera como un operador político que no solo oculta la responsabilidad principal del Gobierno sino que intenta igualar en falso términos a las dos fuerzas para construir una falsa “tercera vía” que legitime el continuismo de la hegemonía mediática y oligárquica.
La construcción forzada del “clima autoritario” y la falsa equivalencia moral
El texto comienza con una condena al “clima autoritario, peligroso y regresivo” atribuido por igual a “las dos principales fuerzas políticas”. Morales Solá equipara al Gobierno de Milei, al que reconoce “carecer de estructura política significativa” pero “gozar de alta popularidad”, con el peronismo cristinista que tiene a Cristina Kirchner presa por corrupción.
Pero aquí la construcción es de manual: se insiste en que el “clima autoritario” proviene de ambos bandos para igualar responsabilidades y borrar la dimensión política real. ¿Autoritarismo por parte del kirchnerismo? ¿Qué pruebas presenta? Ninguna, solo la mención de “violencia de la palabra” y “amenazas físicas” que jamás son detalladas ni contextualizadas. En cambio, la cárcel domiciliaria de Cristina es presentada como una medida estricta y justa, ignorando que se trata de una condena cuestionada por organizaciones internacionales de derechos humanos y múltiples expertos que denuncian su carácter político y arbitrario.
En el caso de Milei y su gobierno, el autor intenta mostrar algunas críticas institucionales (el decreto policial, la ausencia de control parlamentario) pero sin poner en cuestión el núcleo duro de la ofensiva de este gobierno sobre la democracia, los derechos humanos y el sistema republicano. La “falta de conocimiento jurídico” de Milei es presentada casi como una anécdota y no como una grave amenaza institucional.
El tratamiento acrítico y complaciente del “estatuto policial” y la militarización
Morales Solá dedica buena parte del artículo a denunciar el nuevo estatuto de la Policía Federal, pero su crítica queda tibia, subordinada a un enfoque meramente técnico. Reconoce que el decreto permite detenciones arbitrarias sin juez, “ciberpatrullaje” sin control, y “tareas de inteligencia” vagamente definidas, pero omite denunciar la dimensión profundamente represiva y autoritaria de estas medidas que impulsan la militarización de la seguridad y la criminalización de la protesta social.
La crítica queda circunscripta a la forma (falta de ley aprobada por Congreso) y no al fondo: que este modelo policial viola derechos constitucionales básicos y reproduce mecanismos represivos de las peores épocas de la historia argentina. La supuesta “falta de conocimiento” de Milei y Bullrich es presentada como una falta burocrática, no como un ataque deliberado a las garantías democráticas.
La demonización selectiva y el silencio cómplice
Mientras que se critican aspectos cuestionables del Gobierno, la nota es un panegírico hacia la justicia y sus jueces. Morales Solá se limita a reproducir sin cuestionar la condena y prisión de Cristina, invisibilizando las denuncias por persecución judicial y el lawfare. Tampoco se cuestiona el papel activo de ciertos sectores judiciales en la política ni sus vínculos con el poder mediático, que el propio Morales Solá integra.
Por otro lado, el artículo dedica un párrafo a señalar la contratación de un oscuro operador para lobby en EE.UU., Leonardo Scatturice, con tintes sospechosos, pero no profundiza ni lo conecta con posibles prácticas ilegales o corrupción en el oficialismo. Esta revelación queda más como un dato curioso que como un escándalo político.
La violenta equidistancia que deslegitima a la oposición
Finalmente, Morales Solá pone en pie la imagen del kirchnerismo como un grupo violento y fascista que amenaza a jueces, destruye medios y atenta contra la democracia. Este relato es falaz y parcial. Ignora el contexto de protesta social, las campañas mediáticas y judiciales de hostigamiento contra el kirchnerismo y el pueblo organizado, y no diferencia entre la violencia política sistemática del Estado y manifestaciones populares.
Más allá de un caso puntual de desmanes (que deben ser condenados sin excusas), el texto presenta la violencia y la protesta legítima como una amenaza fascista que “vuelve”, sin matices ni análisis profundos.
La nota de Morales Solá es un manual de desinformación política encubierta de “crítica equilibrada”, que iguala injustamente las responsabilidades del oficialismo y la oposición, mientras que omite el principal problema argentino: la concentración de poder económico, mediático y judicial que ha logrado secuestrar la democracia y aplicar un modelo excluyente y autoritario desde el Gobierno y la oposición política tradicional.
El artículo refuerza la narrativa hegemónica para preparar el terreno a un relato más conservador y represivo, que termina naturalizando los atropellos de Milei y deslegitimando la protesta social y las demandas populares. En definitiva, una nota que no analiza el presente sino que reproduce el relato del pasado que el país debe superar para avanzar hacia la democracia plena.
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