Cristina proscripta, el peronismo despierta y el inicio de una resistencia popular

El PJ vuelve a girar en torno a su figura más emblemática en medio de la embestida judicial que amenaza con su prisión domiciliaria. Massa, Máximo, Grabois, la CGT y los gobernadores comienzan a delinear un operativo político, judicial y simbólico que ya tiene nombre: «Argentina con Cristina».

Con la Corte Suprema en el centro de la polémica, el Partido Justicialista retoma su dinámica histórica: cuando la persecución arrecia, el peronismo se reagrupa. En Matheu 130, volvió a latir una consigna que trasciende generaciones: no se proscribe a quien encarna la voluntad de un pueblo. Y si la justicia busca morbo y escarnio, el movimiento responderá con unidad, movilización y calle.

No hay lugar más simbólico que una silla vacía. En la sede del Partido Justicialista nacional, esa silla representa a Cristina Fernández de Kirchner, la dirigente proscripta por segunda vez en la historia del peronismo, víctima de una Corte Suprema que dictó una condena que ni siquiera esconde su motivación política. El gesto no es menor: es una declaración. Porque si la líder no puede estar presente, el movimiento se reorganiza para que no esté ausente.

El Consejo Nacional del PJ se reunió en Matheu 130 para hacer lo que el oficialismo libertario cree imposible: reconstruirse desde el golpe. Pero no se trató solo de una foto. Ni de una “señal de unidad” como tituló más de un medio resignado. Lo que se inició esa noche en la histórica sede partidaria fue el relanzamiento de una fuerza política que, lejos de rendirse, vuelve a apoyarse en su figura central para responder con lo que mejor sabe hacer: la resistencia.

No fue casual la presencia de Sergio Massa, Máximo Kirchner, José Mayans, Lucía Corpacci, Guillermo Moreno y Juan Grabois, entre otros. Tampoco fue casual la ausencia de Axel Kicillof, que se reservará para el martes próximo en una cumbre clave con gobernadores. Porque esta no es una jugada de nombres; es una estrategia integral. Y esa estrategia se llama Cristina.

Mientras el presidente Javier Milei se regodea con su juego de “kirchnerismo o libertad”, el peronismo responde con una síntesis más potente: “más peronismo”. Así lo dijo Massa. Así lo repitió la senadora Anabel Fernández Sagasti. Así lo respira cada militante que ya prepara la marcha desde San José 1111 hasta los tribunales de Comodoro Py, el día que la expresidenta deba presentarse ante una justicia que, a esta altura, más que poderes actúa como aparato.

La preocupación es concreta. Según admitieron en el Instituto Patria, no se sabe si la justicia busca “morbo y crueldad”. Los abogados de Cristina esperan una confirmación de prisión domiciliaria por parte del Tribunal Oral Federal N° 2. Pero nadie se hace ilusiones. La experiencia enseña: cuando se trata de ella, la vara siempre se corre.

La Corte Suprema, con un fallo que habilita a responsabilizar a cualquier dirigente por las acciones de sus subordinados, abrió la puerta no sólo a la proscripción, sino a una forma de terrorismo judicial. “Esto no afecta solo a los políticos. También pone en jaque a empresarios y trabajadores”, alertó Massa durante la reunión. Porque cuando la ley se convierte en trampa, nadie está a salvo.

Guillermo Moreno, con su verborragia habitual, aportó datos económicos. Grabois, con su frontalidad militante, reclamó acción concreta. Y Fernández Sagasti pidió marchar “con banderas argentinas”. No es solo una consigna estética. Es un posicionamiento ideológico: ante la persecución, la Patria.

Este viernes, la CGT llegará a Matheu. Su rol, hasta ahora cuestionado por su parálisis, será puesto a prueba. ¿Llamarán a un paro general o seguirán con su inercia cómplice? Por la tarde, se sumarán movimientos sociales. El sábado, intendentes. El lunes, la juventud. Y el martes, gobernadores. La consigna es clara: reactivar, reagrupar, responder.

En paralelo, se multiplican cortes de ruta, concentraciones frente a tribunales, actos descentralizados en todo el país. No es espontaneísmo. Es planificación política ante una ofensiva judicial que, si logra su cometido, arrasará con todos los actores del campo nacional y popular.

La resistencia no se construye con slogans. Se construye con presencia territorial, con relato propio, con conducción y con calle. Y eso, precisamente, es lo que el PJ está empezando a hacer. Atrás quedaron los titubeos, las disputas intestinas, los egos de ocasión. Hoy, todos entienden que hay algo mucho más grande en juego.

Porque no se trata sólo de Cristina. Se trata del futuro del peronismo. De la democracia. De la memoria popular. De la posibilidad de disputar el poder sin que una Corte adicta al poder económico actúe como guardián ideológico del statu quo.

La imagen de la caravana que se prepara para acompañarla a Comodoro Py apunta a eso: a visibilizar el rechazo social a la proscripción encubierta. No es un acto de fe. Es un acto político. Como también lo es que la ex presidenta haya recibido esta semana a Adolfo Pérez Esquivel, a la Asociación Madres de Plaza de Mayo, a gobernadores y dirigentes que no buscan condecoraciones, sino dirección.

“Esto recién empieza y va a ser largo”, dijo Sagasti. Nadie se hace ilusiones. Pero tampoco hay espacio para la resignación. La historia del peronismo está hecha de derrotas que se convirtieron en victorias. Y de proscripciones que terminaron fortaleciendo identidades.

¿Podrá el Gobierno de Javier Milei surfear la ola que se avecina? ¿Soportará una nueva etapa de movilización social con Cristina como bandera? ¿O terminará por hacer lo que más teme: despertar al gigante dormido?

Lo que está claro es que el operativo “Argentina con Cristina” no es un capricho. Es una reacción lógica, legítima y profundamente política ante un intento desesperado por borrar del mapa a la única dirigente capaz de desafiar el orden impuesto.

Mientras Milei se enreda en su obsesión de “libertad o kirchnerismo”, en Matheu se trama una estrategia mucho más poderosa: peronismo con nombre propio, con calle propia y con memoria propia.

Porque si algo enseña esta nueva etapa, es que al peronismo no se lo doblega: se lo persigue, se lo demoniza, se lo proscribe… pero siempre vuelve. Y esta vez, lo hace con una silla vacía que grita lo que muchos temen decir: Cristina es, fue y seguirá siendo la conducción.

Fuentes:

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