Kicillof denuncia la hipocresía del relato libertario: menos homicidios, más manipulación política
El Ministerio de Seguridad de la Nación difundió un dato que, en otro contexto, merecería una reflexión colectiva y responsable: la tasa de homicidios dolosos en Argentina se encuentra en su nivel más bajo en décadas. En lo que va de 2025, los homicidios descendieron un 9,6% respecto al año anterior. En la provincia de Buenos Aires, ese descenso fue aún mayor: 10,2%. Sin embargo, la noticia fue rápidamente intervenida por la maquinaria discursiva del Gobierno Nacional, que transformó un dato esperanzador en una oportunidad para el cinismo y la manipulación.
Axel Kicillof, gobernador bonaerense, salió al cruce con un hilo en X (ex Twitter) que desnudó las flagrantes contradicciones del oficialismo libertario. Mientras el Ejecutivo celebra la baja en los homicidios como un logro propio, cuando ocurre un hecho violento en la Provincia se desentiende de toda responsabilidad y acusa a los gobernadores. “¿En qué quedamos?”, se pregunta con razón el mandatario bonaerense. ¿La seguridad es nacional cuando hay buenas noticias y provincial cuando estalla el dolor?
Un presidente ausente en las malas y oportunista en las buenas
La crítica de Kicillof no es sólo semántica: apunta al núcleo de un problema político profundo. Javier Milei ha construido su narrativa sobre la inseguridad en base a frases efectistas como «la provincia es un baño de sangre». Pero si esto fuera cierto —si Buenos Aires fuera efectivamente una tierra arrasada por el crimen—, sería matemáticamente imposible que la tasa nacional de homicidios haya bajado. La aritmética, tan valorada por los libertarios cuando se trata de recortar derechos, parece ser descartada cuando desmiente el show.
Este doble discurso es una herramienta recurrente de La Libertad Avanza: se fugan de los temas estructurales, pero reclaman laureles cuando la estadística se acomoda a su conveniencia. El propio Milei, que ha rechazado sistemáticamente reunirse con Kicillof para coordinar políticas de seguridad, se niega a construir el federalismo cooperativo que demanda una problemática tan compleja como el delito.
La motosierra, símbolo del relato libertario, podrá recortar presupuestos, pero no construye ni patrulleros ni vínculos comunitarios. Mucho menos produce justicia ni reduce el crimen. Lo que sí genera es un Estado ausente y desarticulado, que luego se disfraza de exitoso gracias a los datos que otros —los gobiernos provinciales, las fuerzas locales, las políticas públicas sostenidas— han contribuido a mejorar.
El marketing no salva vidas
“La seguridad no se construye con marketing o frases efectistas”, advierte Kicillof, y no le falta razón. La baja de homicidios no puede ser celebrada con liviandad: detrás de cada estadística hay víctimas, familias rotas y comunidades heridas. Sin embargo, la derecha libertaria no duda en usar esos datos como insumos para la campaña, mientras convierte cada hecho trágico en una pieza de propaganda. No se trata de prevención, ni de justicia, ni de paz: se trata de votos.
Kicillof lo dice sin rodeos: «Espero que los funcionarios y candidatos de La Libertad Avanza se abstengan de hacer una explotación política del miedo y del dolor». Pero el pedido suena más a advertencia que a deseo. La estructura comunicacional de Milei ha demostrado que no tiene límites a la hora de construir enemigos, dividir a la sociedad y usar el sufrimiento como trampolín electoral.
Un Estado necesario que Milei se empeña en destruir
Mientras Javier Milei se vanagloria de “achicar el Estado”, la provincia de Buenos Aires denuncia que todavía no recibió los recursos que le fueron quitados arbitrariamente por el Gobierno Nacional. Kicillof estima que esos fondos permitirían la compra de 10.000 patrulleros. No se trata de una cifra simbólica: se trata de una política de seguridad concreta, cercenada por el fundamentalismo libertario.
«En estos tiempos tan frágiles, como decía el Papa Francisco, los Estados son más necesarios que nunca», concluye el gobernador. Frente al caos programado por Milei, que deja sin fondos a las provincias mientras exige resultados, el modelo bonaerense apuesta por una construcción paciente y responsable de un Estado presente, protector y sensible.
El problema no es sólo la hipocresía del discurso libertario, sino las consecuencias reales de sus decisiones: cuando el Estado se ausenta, no queda libertad, sino miedo. No queda mérito, sino desprotección. Y no queda seguridad, sino relato.
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