Análisis: Desconcierto libertario en Salta, el electorado le soltó la mano después de haber arrasado en 2023

La elección legislativa en Salta expuso el límite territorial del fenómeno Milei y mostró que el grito anti-casta no alcanza cuando no hay gestión ni arraigo local. El oficialismo provincial, con Sáenz a la cabeza, mantuvo su hegemonía.

(Por Martín Velázquez) En una provincia donde Javier Milei había arrasado en el balotaje presidencial, La Libertad Avanza no logró replicar su performance en las urnas legislativas de 2025. ¿Qué pasó con la marea violeta? ¿Por qué el electorado salteño le soltó la mano a los libertarios? Un análisis en profundidad del fracaso territorial del mileísmo, el ocaso del macrismo y la persistencia de un oficialismo que, pese al desgaste nacional del peronismo, supo sostener su estructura.

El sueño libertario tropezó con la realidad salteña. Lo que parecía una máquina imparable de votos, una nueva religión política montada sobre el hartazgo, el insulto y el ajuste, comenzó a mostrar sus costuras. La elección legislativa en la provincia de Salta del pasado fin de semana no solo dejó en evidencia el declive del mileísmo fuera de la escena nacional, sino que reveló, con crudeza, que sin el histrionismo televisivo de Javier Milei, sus candidatos apenas logran levantar el polvo del camino.

Salta, tierra de contrastes, vuelve a darle una lección política al resto del país. En 2023, Milei había ganado con un abrumador 66% de los votos en el balotaje presidencial. La gente salió a votar con bronca, con la ilusión de que el economista de los leones barrería con la «casta», ajustaría el Estado y, mágicamente, traerían prosperidad. Pero dos años después, esa mística se desinfla. En las elecciones legislativas de 2025, La Libertad Avanza no logra siquiera arañar la mitad de aquella epopeya: apenas un 34% para diputados y un 35% para senadores en la capital salteña.

La narrativa libertaria, que supo cautivar con eslóganes incendiarios y TikToks virales, ahora tropieza con su principal debilidad: la falta de estructura territorial. Milei, sin Milei, no es Milei. Es decir, su magnetismo personal no puede ser reemplazado por nombres ignotos o improvisados. El fenómeno, más mediático que político, se desinfla cuando tiene que caminar el barro del territorio, disputar la confianza de vecinos, convencer cara a cara.

En la mayoría de los departamentos del interior salteño, donde las redes de poder son más densas y las relaciones políticas se tejen en el día a día, el oficialismo provincial arrasó. Municipios como Molinos, San Carlos, La Caldera, Chicoana y Guachipas reflejan con cifras superiores al 50% una realidad ineludible: Sáenz, pese a su ambigüedad ideológica, mantiene un dominio absoluto. ¿Cómo lo logró? Con una fórmula de manual: gestión de cercanía, alianzas flexibles y el viejo arte de saber estar en todos lados al mismo tiempo.

La Libertad Avanza, por su parte, muestra un perfil urbano, joven y volátil. En Capital logró su mejor desempeño —35% para senadores, 34% para diputados— pero su fuerza decae dramáticamente fuera del casco urbano. Rosario de Lerma (19%), San Martín (18,8%) y Chicoana (15,3%) son apenas excepciones dentro de un mapa donde los registros del mileísmo se derrumban por debajo del 15%. No hay aparato, no hay dirigentes con peso, no hay propuestas para las economías locales. Solo queda la bronca de antaño y la esperanza frustrada.

El kirchnerismo, como si transitara un eterno purgatorio, no logra salir del letargo. Su única bocanada de aire proviene de La Poma, donde alcanzó un sorpresivo 55%. En Cachi cosechó un 20%, más por fragmentación ajena que por méritos propios. El resto del territorio le fue esquivo. En diputados, promedió un magro 11,3%, disperso entre siglas como el Partido de la Victoria, Felicidad o el Frente Justicialista. No lideran ni compiten. Existen, apenas, como recordatorio de un tiempo donde la política se hacía con convicciones y no con memes.

¿Y el macrismo? Desaparecido en acción. Aquello que alguna vez fue la fuerza que disputó el poder nacional hoy es un eco de sí misma. Ni el PRO, ni la UCR, ni ninguna de sus variantes logró superar el 10% en Salta capital. El «voto Bullrich» de 2023 se evaporó en favor de Milei en el balotaje, y nunca más volvió. No hay referentes, no hay discurso propio. El macrismo, hoy, es un voto prestado que no construye nada.

En este escenario de fragmentaciones y debilidades, el gobernador Gustavo Sáenz emerge como el gran sobreviviente. Su figura, híbrida por excelencia —ni kirchnerista, ni macrista, ni libertaria— supo capitalizar el desconcierto generalizado. Su oficialismo logró mantener casi intacto el caudal electoral de 2023: un 44,3% entonces, un 43,99% ahora. Una proeza en estos tiempos de volatilidad. ¿La clave? Entender que en Salta la política aún se hace con el cuerpo presente, con gestión, con rostro conocido. No alcanza con gritar “viva la libertad, carajo” desde Buenos Aires.

La izquierda, fiel a su estilo, mantiene una presencia casi simbólica. Su única expresión relevante fue en la capital y en el departamento de Los Andes, con algo más del 11%. Más allá de esos enclaves, su incidencia es testimonial, sin estructura ni proyección real.

El mapa político salteño de 2025 no deja dudas: el mileísmo sin Milei es un castillo de naipes. Su prédica disruptiva, potente en las redes, choca de frente contra el barro de la política real, donde la cercanía, la gestión y el territorio valen más que cualquier cita de Hayek. El libertarismo no logró armar estructura, ni formar cuadros, ni instalar candidatos con legitimidad. Fue, hasta ahora, un movimiento centrífugo que dependía exclusivamente del show presidencial.

Mientras tanto, Salta sigue su propio camino. Rechaza los dogmas que vienen de Buenos Aires, desconfía de los mesías y sostiene a quien, al menos, le da cierta previsibilidad. Sáenz no enamora, pero tampoco defrauda. Es el piloto que navega entre tormentas, con habilidad para no chocar ni caer.

El mensaje del electorado salteño es claro: basta de discursos vacíos, queremos respuestas concretas. Los votos ya no se ganan solo con promesas incendiarias o con frases de cabaret televisivo. Hay que caminar, escuchar, resolver.

Lo que ocurrió en Salta debería encender las alarmas en el bunker libertario: si la provincia que más respaldo le dio a Milei en 2023 empieza a dar señales de desgaste, ¿qué queda para el resto del país?

Porque, al final del día, el hartazgo no alcanza. La bronca sola no construye futuro. Y la política, aunque a Milei le duela, sigue necesitando de ideas, militancia y compromiso territorial. La era de los slogans puede estar llegando a su fin. Y Salta, otra vez, nos lo está advirtiendo.

Fuente:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *