Por un “error” de la Secretaría de Energía, el gobierno de Milei termina pagando casi el doble por el gas de Vaca Muerta

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Una falla de previsión deja expuesta la gestión energética: por querer cubrir el invierno en apuro, el Estado pasará de abonar USD 4,5 a USD 7,5 por BTU. Un negocio que encarece las tarifas y erosiona las promesas de ahorro.

La Secretaría de Energía, sin contemplar la demanda estacional, improvisó una compra urgente que disparó el precio del gas extraído en Vaca Muerta. El vanidoso relato oficial quedará menguado por este desliz: un aumento obsceno en el costo que pagará la población. Y todo, con el sello y la firma del ala dura del gobierno.

El panorama es demoledor: la cartera que conduce la Secretaría de Energía no previó un pico de demanda para el invierno, y debió salir a comprar gas a las apuradas. Según un reciente reportaje de La Política Online, esa improvisación relegó un precio de USD 4,5 por BTU, terminando en un impresionante USD 7,5. Casi el doble. Casi un escándalo a plena luz del día.

Este “error” de cálculo, en términos económicos, no es baladí. El Estado se ve forzado a desafiar cualquier noción de eficiencia con una factura inflada. Que el gobierno cancelara este sobreprecio revela, en su lógica perversa, una mezcla de negligencia e improvisación — cualidad que parecía ya patrimonio clásico del kirchnerismo, pero que aquí revive con otra firma, la de Javier Milei.

El costo extra no queda en una sigla ni en una cifra abstracta: se traduce en tarifas más altas para hogares y Pymes. Ese argumento central del discurso liberal de ahorro, de eficiencia y de mejora en la calidad de vida para las familias de clase media de pronto se ve agujereado. El relato se derrumba cuando el ciudadano contempla el calentador, el consumo mensual y la cuenta de gas.

Detrás de cada BTU sobregirado hay una mezcla de orgullo mal entendido y falta de habilidad administrativa. La Secretaría apostó al gatillo fácil, sin consultar previsiones meteorológicas ni analizar stocks. Decir que el frío sorprendió es un recurso débil cuando hay instituciones y herramientas técnicas expresamente para evitarlas.

Ese “error” es, en realidad, un síntoma más profundo: un gobierno que, en el fondo, sigue haciendo pie en la improvisación. La sobreactuación ideológica que proclama recortes y eficiencia flexibiliza en las prácticas. El resultado: falta de planificación, saltos de costo, quita de subsidios ad aminem… y al final, el populismo tarifario más caro se disfraza de frialdad económica.

Hay que reconocer algo: el invierno es difícil y el gas —una materia prima estratégica— exige previsión. Pero ¿hasta qué punto debe pagarse el precio por la incapacidad para planificar? Y más aún cuando hablamos del gas de Vaca Muerta, el supuesto tesoro local que impulsaría independencia energética. Irónico: el orgullo nacional está pagando un sobreprecio brutal.

El caso no es aislado. Un Estado desarticulado, atado a la urgencia y a la prédica de que lo público solo falla, termina cayendo en sus propias trampas. Las promesas de tarifas bajas, de eficiencia y de uso racional chocan contra los hechos. Y en ese choque, como siempre, el que paga es el ciudadano de a pie.

No se trata solo de alertar sobre un error técnico: se trata de denunciar un patrón recurrente. El desdén por la previsión, la priorización del relato formal por encima de los planes concretos, y la distribución de costos sobre quienes menos tienen. Esa es la verdadera tragedia: un gobierno que predica austeridad pero ensancha el bolsillo estatal con compras mal hechas.

Es necesario interrogar con urgencia a la Secretaría de Energía: ¿qué falló, a cuál cadena de mando corresponde el error? ¿Qué herramientas de control se aplicaron? ¿Y por qué la población no fue informada en tiempo y forma?

Este pago altísimo por gas no es un accidente, es una herida que fractura la narrativa neoliberal del ahorro y la eficiencia. Si Vaca Muerta era la joya de la corona, este costo desproporcionado no solo opaca su brillo: lo convierte en una espina económica. Y las consecuencias aún están por verse: el bolsillo de millones ya empezó a resentirse.

Reconocer la incertidumbre: claro que el clima global y local puede sorprender. Pero cuando el error es monumental —casi el doble del costo previsto—, ya no cabe defensas sentimentales: es una decisión mal tomada, con consecuencias reales. Y esa realidad duele, especialmente cuando se usa como base para vender un relato de eficiencia mal entendida.

Fuente:
https://www.lapoliticaonline.com/energia/la-secretaria-de-energia-casi-que-duplico-el-precio-del-gas-de-vaca-muerta/

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