La decisión, celebrada por sectores conservadores, confirma el sesgo estructural de una corte dominada por hombres. Organizaciones de derechos humanos y activistas por la diversidad acusan al máximo tribunal británico de institucionalizar la exclusión. El fallo reabre el debate sobre quiénes deciden sobre los cuerpos y las vidas de las personas trans y no binarias.
Cuando los jueces escriben la biología: el retroceso judicial en tiempos de avances sociales
El Tribunal Supremo del Reino Unido, ese mismo órgano que se jacta de su independencia del Parlamento y del Gobierno, dictaminó recientemente que el término “mujer” debe estar exclusivamente determinado por el sexo biológico. Un dictamen que no sólo se alinea con una visión biologicista retrógrada, sino que también encierra un profundo desprecio por los avances sociales y culturales que han llevado décadas de construcción, lucha y dolor. La sentencia fue recibida con beneplácito por sectores reaccionarios, al tiempo que organizaciones de derechos humanos y colectivos LGBTQ+ encendieron las alarmas sobre el peligro institucional que representa esta decisión.
La Corte, integrada por doce miembros de los cuales apenas dos son mujeres —una composición que por sí sola evidencia el sesgo patriarcal estructural del organismo— optó por una interpretación jurídica que esencializa el género en función del cuerpo. Bajo un disfraz de imparcialidad técnica, lo que verdaderamente se impuso fue una perspectiva excluyente que borra identidades, vulnera derechos y cristaliza prejuicios.
En un Reino Unido sacudido por el Brexit, los recortes sociales, el ascenso de la ultraderecha y los intentos por redefinir identidades nacionales y culturales, el fallo del Tribunal Supremo funciona como una respuesta institucional al avance de las políticas de inclusión. Lejos de proteger los derechos fundamentales, este fallo consolida un enfoque conservador que se niega a reconocer las identidades de las personas trans y no binarias, quienes día a día enfrentan discriminación, violencia y exclusión sistemática.
El veredicto surgió en el marco de una demanda donde se discutía la interpretación legal del término “mujer” en una legislación específica. Sin embargo, las implicancias van mucho más allá de un tecnicismo jurídico: impactan directamente en políticas públicas, en el acceso a servicios sanitarios, en el reconocimiento legal y, sobre todo, en la dignidad de las personas. El “sexo biológico” como única medida de identidad no es sólo científicamente cuestionable —dado que la ciencia contemporánea reconoce la existencia de espectros de sexo, género e identidad—, sino que representa un retroceso brutal en términos de derechos humanos.
La legitimación de esta visión por parte del más alto tribunal de justicia del Reino Unido debería alarmar al mundo. Porque cuando los fallos judiciales comienzan a legislar sobre el cuerpo ajeno desde una perspectiva excluyente, no hay derecho que esté a salvo. Como bien sostuvo Stonewall UK, una de las organizaciones más importantes en defensa de los derechos LGBTQ+, “este fallo pone en riesgo a millones de personas y valida discursos de odio que buscan borrar nuestras existencias”.
Por su parte, activistas como Munroe Bergdorf señalaron en redes sociales que “el tribunal supremo debería proteger a las minorías, no sentenciarlas al ostracismo institucional”. Y es que, más allá del tecnicismo legal que pueda argumentarse desde el derecho, este tipo de resoluciones son interpretaciones políticas de la realidad. Son definiciones ideológicas que demarcan qué cuerpos importan, qué identidades son válidas y quiénes tienen el privilegio de decidirlo.
En este contexto, la escasa representación femenina dentro del propio Tribunal Supremo —apenas dos juezas de un total de doce magistrados— vuelve a poner en cuestión no sólo el fallo, sino la legitimidad de una estructura que sigue siendo profundamente masculina y elitista. El sistema judicial británico, aunque formalmente separado del poder político, no escapa a la lógica de la exclusión ni a los valores tradicionales que lo sustentan.
El portal The Guardian remarcó con dureza la falta de sensibilidad del fallo y la desconexión del tribunal con la sociedad contemporánea. En su editorial del 16 de abril, el diario sentenció: “el Supremo ha optado por una lectura esencialista del género, ignorando décadas de avance en derechos civiles”. En la misma línea, PinkNews señaló que “el fallo sienta un precedente peligroso para toda Europa”, mientras en redes sociales las etiquetas #TransRightsAreHumanRights y #ThisIsNotJustice encabezaban las tendencias.
No es casualidad que decisiones como esta emerjan en un momento en que la reacción conservadora intenta recuperar terreno frente a las conquistas feministas y de diversidad. Desde la derecha británica hasta los think tanks ultraconservadores en Estados Unidos y Europa, se ha instalado la narrativa del “sentido común biológico” como una nueva forma de deslegitimar el reconocimiento de identidades trans, no binarias e intersex.
Lo que está en juego no es una palabra, es una concepción del mundo. Definir a las personas por su biología es una operación de poder, no de ciencia. Y cuando ese poder es ejercido por una cúpula judicial casi enteramente masculina, educada en universidades elitistas y ajena a las realidades sociales más urgentes, el peligro se vuelve evidente.
Este fallo no es un hecho aislado: es parte de una ofensiva global contra los derechos de las minorías sexuales y de género. Desde los recortes de derechos trans en Estados Unidos hasta la criminalización de identidades en Hungría o Polonia, lo que vemos es una disputa por el sentido de la humanidad. Y en esa disputa, cada palabra cuenta. Llamar “mujer” solo a quien cumple ciertos criterios biológicos es una forma de borrar millones de vidas que no encajan en esa definición.
El Tribunal Supremo británico tenía la oportunidad de ampliar derechos, de avanzar hacia una justicia verdaderamente inclusiva. Eligió lo contrario. Y en ese acto, reveló que la imparcialidad judicial no siempre es sinónimo de justicia.
Fuentes:
- The Guardian – Editorial sobre el fallo del Supremo británico (16/04/2025).
- PinkNews – Declaraciones de organizaciones LGBTQ+ tras el fallo.
- Stonewall UK – Comunicado oficial.
- Redes sociales: Twitter/X, hashtag #TransRightsAreHumanRights, declaraciones de activistas como Munroe Bergdorf.
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