¡Una bomba! Los créditos en dólares superan los depósitos, las tasas se disparan y se multiplican los bonos de altísimo riesgo

Los fantasmas del 2017 vuelven a escena: créditos en dólares, tasas explosivas y un déjà vu peligroso. Mientras Milei promete desregulación y libertad de mercado, el sistema financiero argentino revive viejas prácticas que podrían detonar otra crisis como la de la Convertibilidad. Los bancos crean dólares que no tienen, y el mercado especula con fuego.

El Gobierno de Javier Milei celebra supuestos avances en desinflación y equilibrio externo, pero las señales que envía el sistema financiero son inquietantes. Los créditos en dólares superan los depósitos, las tasas se disparan y se multiplican los bonos de altísimo riesgo. Todo mientras el Banco Central pierde reservas y el mercado duda.

La historia financiera de Argentina parece estar condenada a repetirse, y lo hace con una precisión que asusta. Bajo el gobierno de Javier Milei, autodenominado paladín del libre mercado, las alarmas vuelven a sonar fuerte en el sistema financiero. Y no es para menos: los créditos en dólares están creciendo a un ritmo más acelerado que los depósitos, un desequilibrio explosivo que revive el recuerdo amargo del 2017 y, más atrás en el tiempo, del colapso final de la Convertibilidad.

Los bancos están ofreciendo tasas siderales en dólares para atraer fondos. Hasta 5,5% anual paga el Supervielle, seguido de cerca por el Macro con 5,1%, el Comafi con 4,5% y el Galicia con 3,75%. Incluso entidades más conservadoras como el ICBC no se quedan atrás con un 3,25%. Frente a eso, la cautela de bancos como el BBVA, el Ciudad o el Provincia (con tasas entre el 0,3% y el 2,5%) parece más un acto de responsabilidad que de cobardía. Esta heterogeneidad expone lo que muchos ya advierten en voz baja: estamos ante una carrera desenfrenada por captar dólares que, en muchos casos, ni siquiera existen.

A fines de abril, los depósitos en dólares del sector privado treparon a 30.376 millones de dólares, un salto de más de 1.000 millones en un solo mes. Pero lo más preocupante es lo que ocurre del otro lado del mostrador: los préstamos en dólares otorgados por los bancos –sumados a las emisiones de deuda del sector corporativo– ya superan los 25.000 millones. Es decir, el sistema está prestando más dólares de los que tiene. Otra vez.

Alejandro Vanoli, ex presidente del Banco Central, lo resumió sin medias tintas: «Basta recordar la Convertibilidad». Y sí, basta. Porque el paralelismo no es solo una especulación teórica: es una advertencia con fundamentos concretos. El auge de los préstamos en dólares sin respaldo genuino es una bomba de tiempo. Se financia con intereses en una moneda que no se imprime localmente y cuya entrada al país depende de un comercio exterior que no está precisamente en su mejor momento.

Una fuente del mercado lo explicó de forma descarnada: “Los intereses en dólares que tiene que afrontar una empresa local son un invento, en tanto y en cuanto no se amplíe el ingreso de divisas genuinas por la vía comercial para compensar ese desfasaje”. Pero lo cierto es que, hoy por hoy, ese ingreso no está garantizado. El superávit comercial se achica, las exportaciones no despegan y las importaciones siguen reguladas. Entonces, ¿con qué se pagan esos intereses?

En paralelo, las empresas aprovecharon este clima de especulación para endeudarse en los mercados. Desde enero de 2024, se emitieron bonos en dólares por nada menos que 11.000 millones, con tasas altísimas que van del 7,5% al 11%. Son números que harían sonrojar a cualquier regulador serio. Pero en el país de Milei, donde todo lo público es pecado y todo lo privado es virtud, se festejan como señales de confianza.

La consultora 1816, respetada incluso en los pasillos del oficialismo, fue contundente: “A esta altura de la historia no hace falta recordarle a nadie que el trade de los Botes terminó muy mal para los inversores”. Se refieren, claro, al episodio del bono TO26 emitido durante la gestión de Luis “Toto” Caputo como ministro de Finanzas en 2017. Ese bono, colocado a un tipo de cambio de $15,20, sigue dando vueltas en los portafolios institucionales, sin vencer aún, como un cadáver financiero que se niega a morir.

Lo irónico –o trágico– es que el mismo Caputo, ahora como ministro de Economía libertario, repite la receta. Y el mercado, como una criatura que no aprende, se lanza otra vez a la cacería de bonos de alto riesgo con la esperanza de salir a tiempo. ¿Y si no salen? ¿Y si esta vez también pierden?

Mientras tanto, el Gobierno intenta calmar las aguas con discursos que ya no convencen ni al más optimista. El vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, intentó venderle al mundo una historia de éxito durante un evento internacional en El Salvador. Pero lo que consiguió fue el descrédito total. Una fuente que estuvo en el auditorio fue tajante: “La presentación de Werning fue burlesca”.

Entre otras cosas, Werning habló de una desinflación que, en la práctica, no existe. A la par de esa declaración, el Gobierno acababa de convalidar una tasa del 30% con un nuevo bono. Una contradicción que roza lo grotesco. El supuesto equilibrio externo tampoco se sostiene: la cuenta corriente proyecta un déficit sideral y las reservas netas no logran despegar, pese a la intervención directa del Central con al menos 400 millones de dólares para contener los contratos de dólar futuro.

Por si faltara algo, el Ejecutivo debe reunir 4.500 millones de dólares en dos semanas para cumplir con el Fondo Monetario Internacional. Una misión titánica que se sostiene más en promesas que en hechos concretos. Los controles cambiarios persisten, el cepo no se levanta, y las empresas dudan de que en 2026 puedan siquiera girar dividendos al exterior.

¿Dónde está entonces esa “libertad económica” tan proclamada por Milei? ¿En la multiplicación de deuda privada en dólares sin respaldo? ¿En los bonos que rinden más del 10% anual como si Argentina fuera Nigeria pero sin petróleo? ¿En un Banco Central que se desangra para contener expectativas mientras se habla de eliminarlo?

El gobierno libertario no está desmontando una bomba: está montando otra. Y lo hace con la misma lógica especulativa que llevó al país al borde del abismo en 2001 y a la corrida de 2018. El “nuevo orden económico” que proclama Javier Milei se parece demasiado a las recetas viejas que ya fracasaron. Y el precio, como siempre, lo pagará la sociedad.

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