Según Javier Milei sólo un pais que está a punto de explotar recurre al FMI

El mismo presidente que denunciaba al FMI como un instrumento de ajuste perpetuo hoy recurre a él para salvar su frágil esquema cambiario. Las contradicciones, los papelones diplomáticos y la sombra de la estafa Libra revelan un gobierno más preocupado por la supervivencia política que por el país.

La doble moral convertida en política económica

Javier Milei lo dijo con la contundencia del fanático libertario que era (o fingía ser) en 2021: «El FMI es una institución perversa». Lo repitió en cuanta entrevista pudo, lo tuiteó con furia de converso y lo esgrimió como prueba de que él jamás caería en la tentación de los «devaluadores seriales» que recurren al Fondo para «tirar el ajuste para adelante». Tres años después, no solo cayó de rodillas ante el organismo, sino que lo hizo con un descaro digno de los peores zafarranchos que tanto criticaba.

El miércoles pasado, el Gobierno exigió —con urgencia de circo en llamas— que el Congreso le aprobara un DNU para negociar deuda con el FMI sin límites ni controles. Un cheque en blanco. Y lo obtuvo, gracias a una oposición cómplice o cortoplacista, indiferente al detalle de que la propia ley argentina exige que ese tipo de acuerdos pase por el Legislativo. Pero las reglas, como los principios, son maleables cuando se trata de salvar un experimento económico que se desmorona.

El truco del dólar barato: inflación baja, reservas en rojo

Milei y su séquito repiten como mantra que la inflación está controlada (un «éxito» que ubican en el 2-3% mensual, aunque con dudas crecientes). Lo que omiten es el costo de ese milagro: el Banco Central gasta USD 200 millones diarios para sostener un tipo de cambio artificialmente bajo, una bicicleta financiera que ya quemó USD 28.000 millones en 2023. Las reservas netas son negativas (‑USD 4.100 millones), y el swap con China —otro salvavidas de papel— no alcanza para tapar el agujero.

¿La solución? Correr al FMI, el mismo que Milei llamó «perverso» por rescatar países «a punto de explotar». Según rumores, pedirían entre USD 10.000 y 20.000 millones. No para reformas estructurales, sino para seguir financiando la plata dulce que alimenta la timba especulativa. El mismo libremercado que prometió terminar con los curros ahora depende de un préstamo multilateral para evitar que el dólar se dispare antes de las elecciones de 2025.

El FMI, ¿socio o verdugo?

La ironía es cruel: el Gobierno que se jactó de hacer «el ajuste más rápido de la historia» (a costa de jubilados, trabajadores y pymes) ahora necesita al Fondo para evitar que su propio modelo colapse. Pero hay un detalle grotesco: el FMI no quiere más dólar barato. Sus técnicos exigen una devaluación gradual, justo lo que Milei evitó para no encender la mecha inflacionaria.

El presidente, entonces, queda atrapado en su propia trampa: si libera el dólar, la inflación se dispara; si lo sostiene, quema reservas y depende de un organismo al que demonizó. «El club de los devaluadores», como él mismo los llamó, hoy tiene un nuevo miembro: su gobierno.

Los papelones que delatan la improvisación

Mientras la economía se balancea al borde del abismo, el oficialismo se dedica a acumular vergüenzas internacionales. El presidente no pudo pronunciar el nombre de San Martín («Juan José San Martín», balbuceó, como si hablara de un desconocido). Pero el premio mayor se lo lleva Damian Reidel, asesor presidencial, quien —en inglés impecable— vendió Argentina a inversores como «un lugar sin conflictos armados, pero lastrado por su población». Es decir: «Vengan, hay recursos, pero los argentinos estorban». Ni los trolls libertarios lo perdonaron.

Para colmo, las multinacionales huyen: Unilever, Shell, y hasta petroleras en Vaca Muerta. ¿La razón? Un país donde la única rentabilidad segura es la especulación financiera, no la producción. El mismo RIGI que prometía lluvia de inversiones hoy parece un salvoconducto para fugas.

Libra: la estafa que vuelve (y ahora habla en inglés)

La causa por la estafa cripto Libra avanza más en EE.UU. que en Argentina. Un tribunal federal de Nueva York admitió una class action contra los socios de Milei en el negocio: Heiden Davis, Julian P., y otros lobistas que usaron su imagen para dar «legitimidad» al fraude. La demanda no nombra al presidente, pero sí deja claro que los acusados se aprovecharon de su respaldo político.

Mientras en Argentina la jueza Servini y el fiscal Stornelli duermen el caso, en EE.UU. los estafados exigen justicia. Y cuando los imputados empiecen a negociar para evitar la cárcel, contarán cómo se movió el dinero cerca de Olivos. Milei puede agradecerle a Trump por vetar el ingreso de Cristina Kirchner a EE.UU., pero no podrá evitar que los testimonios crucen el charco.

El ajuste que no alcanza

Milei prometió un shock de libertad y terminó abrazado al FMI. Habló de transparencia y hoy negocia en secreto. Denunció estafas y su círculo es investigado por una. Mientras el dólar barato se sostiene con reservas prestadas, la pregunta es: ¿Qué pasará cuando el Fondo exija lo que siempre pide? Devaluación, más ajuste, y menos plata dulce.

El presidente que juró «no caer en el FMI» hoy depende de él para no caer él mismo. La historia, como sus viejos tuits, lo condena.

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