¡Rompieron todo! Cerraron 16.000 kioscos y las multinacionales avanzan sobre los negocios de barrio

La postal del kiosco de la esquina —luz prendida hasta tarde, conversación con el dueño, y “algo dulce para el bajón”— se apaga silenciosamente en miles de barrios argentinos. En el último año, 16.000 kioscos cerraron sus puertas, según datos de la Unión de Kiosqueros de la República Argentina (UKRA) y la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA). La cifra estremece: pasó de haber 112.000 establecimientos en todo el país a solo 96.000. Y detrás del número, hay miles de historias de trabajadores barriales desplazados por un modelo económico que los deja afuera.

El kiosco, víctima de un modelo excluyente

“Cierran kioscos de barrio y abren grandes cadenas”, sentenció Ernesto Acuña, vicepresidente de UKRA. La frase resume la situación. A medida que crecen los supermercados de cercanía, franquicias y cadenas multinacionales, el comercio popular pierde terreno a un ritmo alarmante, empujado por la suba de costos, el derrumbe del consumo y la falta de políticas que protejan a las pymes y al comercio minorista.

Según un relevamiento de NielsenIQ, las ventas en kioscos cayeron un 16% en 2024, pero en rubros clave como bebidas —que representan el 60% de la facturación— la caída fue del 17%. Golosinas (-23%), galletitas (-11%) y productos de cosmética y tocador (-3%) completan el cuadro del desplome. En paralelo, tarifas, alquileres y costos operativos suben sin freno. “Los consumidores recortan los pequeños gustos y los kiosqueros no pueden sostener la estructura”, explicó Acuña.

Una sangría que lleva una década

La crisis del sector no es nueva. Según UKRA, ya cerraron 94.000 kioscos en la última década, con picos críticos durante el macrismo (28.000 cierres) y el inicio de la pandemia bajo el gobierno de Alberto Fernández (50.000). La situación actual, sin embargo, se agrava por el aumento de la informalidad: proliferan kioscos ilegales montados en ventanas de casas particulares, que escapan a cualquier regulación fiscal y comercial. El Estado, lejos de asistir al sector formal, lo castiga con más presión fiscal y controles desproporcionados.

De Palermo al Conurbano: un país desigual hasta para vender caramelos

La crisis golpea con más fuerza en las zonas populares. Mientras que en barrios porteños como Belgrano, Palermo o Recoleta la caída del consumo fue más leve, en el Conurbano bonaerense y el sur de la Ciudad las ventas se desplomaron. Algunos intentan sobrevivir vendiendo el fondo de comercio, mudándose a zonas más transitadas o reinventando su oferta, incorporando café, viandas, librería o juguetes.

El informe de NielsenIQ reveló un aumento del 16% en la variedad de productos, señal de que la resiliencia no falta, pero el oxígeno sí. En ese contexto, los kiosqueros recurren a marcas más económicas, adaptan precios y buscan atraer a públicos diversos. Mientras el Marlboro Box cuesta $5.000, el Crafted sale $2.000. Las promociones también se multiplican: 3 alfajores Arcor por $2.000 o 2×1 en golosinas, como mecanismo de defensa frente al derrumbe del consumo.

Más inspecciones y menos apoyo: la doble vara del Estado

Como si la situación no fuera lo suficientemente asfixiante, el Estado intensificó los controles sobre el sector. La Agencia ARCA inició una fiscalización más estricta sobre los precios de venta, en especial en el rubro cigarrillos. La medida surgió tras el escándalo de Pablo Otero, el llamado “Señor del Tabaco”, investigado por lavado de dinero. Pero en lugar de enfocarse en los grandes jugadores, las inspecciones se multiplican en los pequeños kioscos, quienes ahora deben reportar precios al fisco pese a trabajar con márgenes de ganancia ínfimos.

La Secretaría de Comercio detectó diferencias de hasta un 115% entre lo declarado y lo efectivamente cobrado por el consumidor. Sin embargo, no se explica cómo pueden sobrevivir los pequeños comerciantes que deben lidiar con inflación, competencia desigual y ahora, un aparato estatal que los fiscaliza como si fueran multinacionales.

¿Qué queda del kiosco como institución barrial?

El kiosco no es solo un comercio: es parte del tejido social de los barrios, una red de contención cotidiana que desaparece silenciosamente. En tiempos donde el mercado impone su lógica con violencia, la caída de este tipo de emprendimientos marca un retroceso cultural, laboral y económico.

En lugar de promover su fortalecimiento como fuente de empleo genuino, el modelo actual los reemplaza por grandes cadenas, que precarizan el trabajo, concentran el ingreso y eliminan la cercanía humana. Detrás de cada persiana que baja, hay una historia que se apaga, y una comunidad que pierde un punto de encuentro.

Fuente:

  • https://eleconomista.com.ar/economia/cierre-masivo-kioscos-ya-bajaron-16000-persianas-avanzan-cadenas-n85298/

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