Peligroso: En su desesperación por controlar el dólar, Milei reventó U$400 millones

En un intento desesperado por frenar la disparada del dólar, Javier Milei quemó 400 millones de dólares en un solo día, utilizando fondos del ANSES y comprometiendo el futuro de los jubilados. Mientras los mercados no ceden, el gobierno repite viejas recetas que solo benefician a unos pocos.

El presidente Javier Milei enfrentó un lunes negro para la economía argentina, reventando 400 millones de dólares con el objetivo de contener la escalada del dólar paralelo. Esta intervención desesperada, lejos de ser un movimiento estratégico, desnuda la fragilidad de un modelo económico que, a pesar de su retórica liberal, recurre a prácticas de intervencionismo financiero para calmar a un mercado que ya no le cree.

Gran parte de esos fondos provinieron del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) de ANSES, un recurso destinado originalmente a proteger a los jubilados y sostener el sistema previsional. Paradójicamente, Milei, quien se presenta como un paladín del «libre mercado» y la «pureza del capitalismo», utilizó dinero de los sectores más vulnerables para sostener el dólar a precios artificialmente bajos. No es más que una estafa encubierta: saquear los fondos de los jubilados para financiar la especulación de quienes juegan en la timba financiera.

El gobierno de Milei muestra signos de desespero. Las palabras del presidente en medios de comunicación, en un vano intento de calmar a los mercados, fueron un fracaso rotundo. Mientras Milei afirmaba que «no vamos a devaluar de ninguna manera», el dólar subía sin freno y el Banco Central quemaba reservas a un ritmo insostenible. La contradicción entre el discurso y la realidad es la marca registrada de una gestión que se hunde en sus propias contradicciones.

El riesgo país, que comenzó el año en 550 puntos, ya supera los 670. Esta suba refleja la desconfianza de los inversores internacionales, quienes, pese a las promesas de Milei, entienden que la economía argentina está siendo manejada sin un rumbo claro. La presión sobre el tipo de cambio, sumada a una inflación descontrolada, anticipa un futuro devaluatorio que el gobierno solo podrá postergar mientras queden dólares para rifar.

Luis Caputo, el arquitecto de estas maniobras, repite el mismo libreto que aplicó durante la gestión de Mauricio Macri, con resultados catastróficos para el país. La utilización de las reservas para sostener el «contado con liquidación» no es más que un parche costoso que beneficia a los grandes jugadores financieros, quienes aprovechan la garantía de un dólar barato para fugar capitales mientras la mayoría de los argentinos ve pulverizado su poder adquisitivo.

El fondo del problema radica en que Milei no tiene un plan económico sustentable. La obsesiva reducción del gasto público, el ajuste brutal sobre los salarios y la eliminación de subsidios no logran generar la confianza prometida. Por el contrario, el gobierno se ve obligado a intervenir en el mercado cambiario, contradictorio con su discurso, para evitar una crisis cambiaria que podría hacer estallar la ya frágil economía.

El uso de los fondos del ANSES no solo es inmoral, sino también ilegal en el espíritu de su creación. El FGS fue diseñado para garantizar el pago de jubilaciones en tiempos de crisis, no para sostener la rentabilidad de especuladores financieros. Esta decisión expone a los jubilados argentinos a un doble riesgo: el de la pérdida de poder adquisitivo por la inflación y el de la merma de los recursos destinados a sus haberes.

El futuro inmediato se presenta sombrío. Mientras el gobierno siga quemando reservas para sostener un modelo inviable, el colapso será cuestión de tiempo. Cuando se acaben los dólares, el impacto se trasladará a los precios, generando una devaluación que Milei intenta, en vano, evitar. La historia argentina ya ha visto este escenario antes, y siempre termina igual: con una crisis económica que golpea más fuerte a quienes menos tienen.

Milei no está revolucionando la economía argentina; está repitiendo los mismos errores del pasado, pero con una dosis de cinismo y brutalidad sin precedentes. Su gestión es una mezcla tóxica de dogmatismo ideológico y pragmatismo financiero al servicio de unos pocos. El resultado es previsible: un país más desigual, más pobre y con menos futuro.

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