Nissan anunció la suspensión de su producción en Córdoba, un golpe más para la industria automotriz argentina. Con 600 empleos directos en riesgo y un gobierno que prioriza las importaciones sobre la producción local, el cierre de la planta refleja el fracaso del modelo económico de Milei.
La noticia del cierre de la planta de Nissan en Córdoba no es solo un golpe para los 600 trabajadores directos y las 30 pymes que dependen de la automotriz japonesa. Es también un síntoma de una crisis más profunda que atraviesa la industria automotriz argentina, agravada por las políticas económicas del gobierno de Javier Milei. Mientras el Ejecutivo insiste en su modelo liberal, basado en la apertura de importaciones y la reducción de impuestos, la realidad es que el sector productivo nacional se encuentra al borde del colapso.
Nissan, que llegó a Argentina en 2010 con grandes expectativas, ha decidido paralizar su producción en la planta de Santa Isabel, Córdoba. La decisión, aunque aún no ha sido confirmada oficialmente, ha generado un clima de incertidumbre y desesperación entre los trabajadores. «Ya nos la veíamos venir», comentó un operario, mientras otro agregó: «El gobierno debería hacer algo, pero este gobierno no escucha y va hacia otro lado». Estas palabras resumen el sentimiento de abandono que atraviesa el sector.
La automotriz japonesa no es la única en enfrentar dificultades. Toyota, en Zárate, ya ha despedido a más de 20 trabajadores, y se espera que el número aumente a 200. Mercedes Benz, en Virrey del Pino, también ha comenzado a circular telegramas de despido. Incluso la autopartista Pilkington, en Vicente López, ha realizado despidos masivos mientras los trabajadores estaban de vacaciones. La crisis es generalizada, y las políticas del gobierno de Milei no hacen más que agravarla.
El modelo económico de Milei, basado en la apertura de importaciones y la reducción de impuestos, ha tenido un impacto devastador en la industria automotriz nacional. Mientras las automotrices extranjeras encuentran más rentable importar vehículos que producirlos localmente, las plantas argentinas cierran sus puertas y los trabajadores pierden sus empleos. La decisión de Nissan de relocalizar su producción en otro punto del continente es un claro ejemplo de esta tendencia. Según fuentes del sindicato SMATA, la automotriz japonesa dejará de fabricar en Argentina a finales de este año, y comenzará a importar sus vehículos desde México.
Pero el problema no se limita a Nissan. La industria automotriz argentina, que alguna vez fue un orgullo nacional, está en crisis. El año pasado, se patentaron en el país 414.041 vehículos, una cifra que representa una reducción del 7,9% respecto al año anterior. Mientras tanto, las importaciones de autos de lujo están en auge, favorecidas por las políticas del gobierno. Esta situación no solo afecta a los trabajadores, sino también a las pymes que dependen del sector. En Córdoba, por ejemplo, la autopartista Maxion Montich, que produce chasis para Nissan, también enfrenta el cierre de sus operaciones.
El gobierno de Milei, lejos de reconocer la gravedad de la situación, insiste en su modelo económico. El ministro de Economía, Luis Caputo, ha anunciado una reducción de impuestos para la compra de autos y motos, con la promesa de que esto generará una caída en los precios de entre un 15% y un 20%. Sin embargo, esta medida no hace más que favorecer a las automotrices extranjeras, en detrimento de la producción local. «¿Qué auto crees que van a comprar los que puedan?», se preguntan desde el gobierno de Córdoba, dejando en evidencia la desconexión entre las políticas nacionales y la realidad económica del país.
La situación en Córdoba es particularmente preocupante. La provincia, que ha sido históricamente un polo de producción automotriz, enfrenta ahora el cierre de una de sus plantas más importantes. Desde el gobierno local, el gobernador Martín Llaryora ha expresado su preocupación por el impacto de las políticas nacionales en la economía provincial. «Si se van es horrible, cientos de trabajadores afuera y el mensaje de que conviene más importar que producir», criticó Llaryora. Sin embargo, las autoridades nacionales parecen más interesadas en mantener su discurso liberal que en buscar soluciones concretas para el sector.
El cierre de la planta de Nissan en Córdoba no es solo un problema local. Es un reflejo de la crisis que atraviesa la industria automotriz argentina en su conjunto, y de las consecuencias de un modelo económico que prioriza las importaciones sobre la producción local. Mientras el gobierno de Milei insiste en su discurso de «libertad económica», la realidad es que cientos de trabajadores están perdiendo sus empleos, y el sector productivo nacional se encuentra al borde del colapso.
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