Un anuncio con gusto a poco: el Fondo deja en claro que los desembolsos serán en cuotas y el monto final lo define su directorio
El gobierno de Javier Milei se apresuró a celebrar un supuesto logro económico: el anuncio del ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo, sobre un préstamo de 20 mil millones de dólares por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, la realidad se encargó rápidamente de desinflar el entusiasmo libertario. La vocera del FMI, Julie Kozack, no solo evitó confirmar la cifra que promovió Caputo, sino que además dejó en claro que los desembolsos serán en tramos y dependerán de las condiciones que imponga el organismo. Es decir, más ajuste y más presión sobre una economía ya asfixiada por las políticas de Milei.
Lejos de tratarse de un rescate inmediato, la ayuda del FMI se perfila como un nuevo condicionamiento que el gobierno de Milei deberá cumplir con una ortodoxia aún más agresiva. El mensaje del Fondo fue claro: la Argentina recibirá financiamiento solo si sigue aplicando medidas de ajuste estructural, que incluyen una devaluación inevitable y una mayor liberalización del mercado cambiario. A pesar de los festejos oficiales, los mercados no tardaron en reaccionar negativamente. Lo que inicialmente se tradujo en un leve repunte de los activos argentinos pronto se convirtió en caídas pronunciadas en la bolsa y una mayor incertidumbre cambiaria.
Caputo, quien ya protagonizó un desastre económico en su anterior gestión con Mauricio Macri, repite el libreto que ya fracasó. En 2018, también anunció acuerdos con el FMI sin que estuvieran cerrados, lo que derivó en una crisis cambiaria que dilapidó el crédito otorgado por el organismo. Ahora, nuevamente, se adelanta con cifras sin respaldo, en una estrategia desesperada por contener una corrida cambiaria que parece inminente. La respuesta del FMI fue inmediata: «el monto final lo determinará el directorio» y «los desembolsos serán en tramos». No hay cheque en blanco para Milei, solo condicionalidades y la promesa de un ajuste aún más feroz.
Detrás de la desautorización de Kozack a Caputo, también se esconde la creciente presión de los sectores ultraliberales dentro del gobierno, como Federico Sturzenegger, quien insiste en liberar por completo el tipo de cambio. El FMI pareciera coincidir con esa postura, ya que considera que la Argentina está malgastando sus escasas reservas en una estrategia insostenible de control cambiario.
El problema de fondo sigue siendo el mismo: Milei gobierna con una agenda dictada por el FMI y el capital financiero internacional, sin margen de autonomía y sin políticas que apunten a reactivar la economía real. Mientras tanto, los trabajadores, jubilados y sectores populares continúan pagando los costos de una política de ajuste que no solo no tiene fin, sino que se profundizará para garantizar el préstamo que el gobierno vende como un triunfo. La pregunta es cuánto más podrá soportar la economía argentina antes de que la crisis se transforme en un estallido social.
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