Las reservas netas en negativo: Milei sacrifica reservas del BCRA para cumplir con el FMI

Este lunes el Banco Central desembolsa u$s610 millones en concepto de intereses al FMI, el primero de una larga serie de pagos que continuarán hasta 2029. Mientras tanto, las reservas netas son negativas, el dólar sigue controlado con fórceps y la economía real agoniza bajo el peso de un experimento ultraliberal que privilegia los números de Washington sobre las necesidades del pueblo argentino.

(Por Nicolás Valdez) En la madrugada del lunes, cuando gran parte del país aún dormía, el Banco Central de la República Argentina comenzó a ejecutar uno de los actos más reveladores del rumbo económico que sostiene Javier Milei desde que asumió el gobierno: girar u$s610 millones al Fondo Monetario Internacional en concepto de intereses. No se trata de un gesto aislado, ni de una simple obligación contable. Es, en realidad, la primera ofrenda en efectivo de un acuerdo que ya consume con voracidad lo que queda del músculo financiero de la Nación. Y marca, también, la crudeza de una política económica que convierte al FMI no en una tabla de salvación, sino en el amo al que se le entrega todo, incluso lo que no se tiene.

Las reservas netas del BCRA rondan hoy los u$s -6.708 millones. Es decir: el país no solo está en rojo, sino que además entrega recursos que no posee. Lo que sigue funcionando es la lógica del endeudamiento perpetuo: pagar intereses con dólares que no existen, aspirando a más préstamos para cumplir con los vencimientos de los anteriores. La rueda eterna de la dependencia, esa que Milei prometía romper con motosierra, hoy gira más rápido que nunca y con él a los mandos.

La caída de las reservas no es un dato menor ni una cuestión técnica. El miércoles pasado, las reservas brutas ya habían caído u$s205 millones, impactadas por una combinación de factores que incluyen el descenso del precio del oro y la presión de pagos. La cifra de u$s38.960 millones es apenas un espejismo si se toma en cuenta que buena parte de esos fondos no son de libre disponibilidad. La verdadera caja —la que podría usarse para políticas públicas, inversión o amortiguar la crisis social— está vacía.

Lejos de la promesa de una “flotación libre” del dólar, lo que rige en estos meses es una flotación “intervenida”, subsidiada con recursos del FMI y controlada con la rigidez de un dogma que se resquebraja día a día. Economistas advierten que ese esquema es insostenible: no se puede sostener la ilusión cambiaria mientras se sacrifican dólares reales para pagar deuda ficticia. Milei, sin embargo, redobla la apuesta: busca más dólares del Fondo, más financiamiento, más compromisos a futuro, sin que medie ningún debate público ni control institucional.

Porque el pago de u$s610 millones no es una excepción. Es apenas el primero de una serie de vencimientos previstos para este año: u$s861 millones el 1º de agosto y u$s883 millones el 1º de noviembre, todos en concepto de intereses. A eso se suman los u$s2.000 millones que llegarían en junio como refuerzo del Tesoro, más otros u$s1.000 millones a fin de año, en el marco del nuevo acuerdo. Pero no hay almuerzo gratis: cada dólar que llega es una deuda futura. Y cada centavo que se paga hoy, es una sangría para una economía nacional que no puede reactivarse ni en las cifras ni en la calle.

El cronograma total es asfixiante: tres desembolsos anuales de u$s1.400 millones entre 2026 y 2028, más u$s700 millones en 2029, para completar un crédito de u$s12.000 millones, que no llega como inversión productiva, sino como simple lubricante del circuito financiero. Y el círculo se cierra con otro dato de terror: todavía restan pagar u$s41.700 millones del préstamo tomado durante el gobierno de Mauricio Macri, más los u$s15.000 millones de los desembolsos del nuevo esquema. En total, la deuda viva con el Fondo se acerca a los u$s57.000 millones.

Lo que Milei está ejecutando con rigurosa obediencia es un nuevo ciclo de sometimiento financiero. Lo hace, además, en nombre de un discurso que habla de “libertad económica”, pero que en la práctica sólo asegura la esclavitud de las futuras generaciones. Lo hace en nombre del “ajuste necesario”, pero sin tocar los privilegios del sistema financiero ni los beneficios de los grandes grupos económicos. Y lo hace en nombre de una “austeridad virtuosa”, mientras habilita una bicicleta de deuda externa que amenaza con explotar cuando se acabe el oxígeno artificial del Fondo.

El pueblo argentino no votó pagarle al FMI con las últimas reservas. No votó condicionar toda la política económica a los dictados de un organismo multilateral. No votó seguir refinanciando deuda sin exigir responsabilidades políticas ni rendición de cuentas. Sin embargo, ese es el camino elegido por la dupla Milei-Caputo, que repite como un mantra el libreto de siempre: más deuda, más ajuste, más sumisión.

Luis Caputo, el mismo que en 2018 corrió a pedirle el préstamo récord al FMI como ministro de Finanzas de Macri, vuelve ahora a negociar un nuevo salvavidas con el mismo organismo. Pero el salvavidas, como siempre, viene atado a un ancla: la cláusula Bessent, el control absoluto de la política monetaria y el deterioro irreversible de las herramientas soberanas del Estado.

Mientras tanto, el dólar no flota: es empujado a fuerza de intervención y expectativas artificiales. La economía no crece: se achica, se destruye y se fragmenta. La pobreza aumenta, los salarios reales caen, la producción se detiene. Pero el gobierno celebra que paga. Que cumple. Que honra compromisos externos. Como si pagarle al FMI fuera un mérito patriótico, cuando en realidad es la señal de una tragedia estructural que se profundiza.

Y así se construye una política económica que no responde a las necesidades internas, sino al cronograma de pagos externo. Milei no gobierna para los trabajadores, los jubilados ni los estudiantes. Gobierna para el Fondo. Cada dólar que sale del país para cumplir con los intereses de una deuda ilegítima es un dólar que no va a un comedor escolar, a un hospital público o a una universidad. Cada punto de ajuste es una nueva victoria para los acreedores y una nueva derrota para la soberanía.

Este es el verdadero rostro del “liberalismo libertario” en la práctica: una administración colonial de los recursos públicos, al servicio de intereses internacionales y en contra del pueblo. Porque no hay nada más antinacional, más antidemocrático y más peligroso que una economía dirigida por quienes nunca pisan el territorio que arruinan.

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