El gran salvataje: El Banco Nación tuvo que comprar los bonos de Caputo ante el desinterés del mercado

La entidad estatal compró el 89% de las letras emitidas por el Ministerio de Economía para evitar un colapso financiero. La maniobra expone el fracaso del plan de Javier Milei.

Tras la desautorización del FMI, el Gobierno recurrió al Banco Nación para absorber casi toda la deuda en pesos que debía renovar. Los mercados dieron la espalda y la presión por una devaluación sigue en aumento. ¿Cuánto más puede sostenerse esta ficción financiera?

El jueves se convirtió en una jornada de pesadilla para el ministro de Economía, Luis «Toto» Caputo. La renovación de deuda en pesos por 9,2 billones se transformó en un bochorno financiero cuando quedó claro que el mercado no estaba dispuesto a acompañarlo. Ante el inminente riesgo de un colapso, el Gobierno no tuvo más opción que recurrir al Banco Nación, que terminó absorbiendo un asombroso 89% de las letras emitidas. El resultado: la principal entidad bancaria estatal quedó repleta de papelitos que nadie más quiso comprar.

Esta situación es un golpe duro para el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, quien había intentado cerrar acuerdos de último momento con los bancos privados, pero fracasó estrepitosamente. En la desesperación por evitar un default interno, el Palacio de Hacienda recurrió a una maniobra clásica: forzar al Banco Nación a intervenir masivamente en la licitación, dañando su propio balance y exponiendo la fragilidad del modelo financiero de Javier Milei.

“Acá hay un director que responde directamente a Caputo. Es el tipo al que llaman por teléfono y le dicen exactamente la cifra con la que tiene que entrar en la licitación”, confesó a LPO un directivo del Banco Nación, dejando al descubierto el nivel de arbitrariedad con el que se manejan las finanzas públicas. No fue una decisión técnica ni estratégica, sino una orden política para tapar un agujero cada vez más difícil de disimular.

La crisis de confianza se profundiza

A pesar del salvataje estatal, el resultado de la licitación dejó varias señales alarmantes. Primero, el Gobierno se vio obligado a subir las tasas de interés para intentar atraer inversores. En la licitación anterior, las Lecaps al 30 de mayo se emitieron con un rendimiento del 2,55%; esta vez, la tasa trepó al 2,80%. Lo mismo ocurrió con las Lecaps al 31 de julio, que pasaron del 2,50% al 2,80%. Estas subas evidencian la creciente desconfianza del mercado y la dificultad del Gobierno para sostener su estrategia de financiamiento.

Más preocupante aún fue la creciente demanda de instrumentos dolarizados. En esta ocasión, los títulos dólar linked representaron el 18% del total adjudicado, la cifra más alta desde julio de 2023. Esto demuestra que los inversores están buscando desesperadamente cobertura ante una posible devaluación, una expectativa que se vio reforzada cuando la agencia Bloomberg advirtió que el mercado ya descuenta una corrección cambiaria.

El temor a una devaluación también se reflejó en el segmento de dólar futuro, donde las subas promediaron un 2%, pulverizando cualquier intento de Caputo por transmitir tranquilidad tras su fallido anuncio de un acuerdo con el FMI. A esto se sumó el alza en los dólares financieros: el MEP cerró en $1.298 y el Contado con Liquidación (CCL) en $1.299, mientras el Banco Central continuó perdiendo reservas. En la jornada del jueves, tuvo que vender otros USD 98 millones, dejando sus arcas en apenas USD 26.222 millones.

El espejismo de Milei se desmorona

La situación expone, una vez más, la fragilidad del modelo económico de Javier Milei y su equipo. La promesa de eliminar la emisión monetaria y de sanear las cuentas públicas se desvanece ante una realidad innegable: la necesidad de seguir endeudándose para evitar un colapso inmediato. En este caso, la factura la terminó pagando el Banco Nación, que se vio obligado a absorber un volumen de deuda insostenible solo para que Caputo pudiera decir que la licitación fue un éxito.

El problema de fondo es que esta estrategia no puede sostenerse indefinidamente. La falta de confianza del mercado es cada vez más evidente y el gobierno de Milei no tiene margen para seguir forzando a entidades estatales a cubrir sus agujeros financieros. Con cada licitación, el modelo de financiamiento basado en promesas vacías y parches temporales se desgasta aún más.

¿Qué pasará con los 3 billones de pesos que no fueron renovados? Esa es la gran pregunta que preocupa al Palacio de Hacienda. Si esos fondos se destinan a la compra de dólares, el panorama se tornará aún más complejo. Una nueva corrida cambiaria podría ser inminente y, con ella, la necesidad de medidas desesperadas que solo profundicen la crisis.

La bomba de tiempo sigue su curso

El fiasco de la licitación de deuda de esta semana deja en claro que el plan de Caputo está pendiendo de un hilo. Sin la confianza del FMI, sin el respaldo del mercado y con un Banco Nación al límite de su capacidad, la estrategia del gobierno de Milei se asemeja cada vez más a una bomba de tiempo.

El relato libertario, que prometía ordenar la economía sin intervenciones estatales, quedó reducido a una simple maniobra de maquillaje financiero. La pregunta ya no es si el esquema fallará, sino cuándo. Y cuando eso ocurra, será el propio Milei quien deberá enfrentarse a su Waterloo económico.

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