A pesar de los intentos del Gobierno por seducir a los tenedores de dólares «en negro» para que los ingresen al sistema financiero, los ahorristas responden con lo de siempre: los sacan del banco y los esconden bajo el colchón.
Ni los nombres marketineros, ni los blindajes fiscales, ni los guiños al Círculo Rojo: el «plan canuto» del gobierno de Javier Milei, esa creativa fórmula para blanquear los dólares ahorrados fuera del sistema, está naufragando antes de zarpar. Según datos de Profit Consultores, desde que se anunció el programa el pasado 22 de mayo —bajo el pomposo título de «Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos»— se fueron del sistema bancario unos US$ 437 millones. El mensaje de los ahorristas es claro: no confían, no blanquean, y prefieren seguir durmiendo con los billetes bien guardados.
El fenómeno no es nuevo, pero sí se intensifica cuando el discurso oficial choca con la realidad económica y social del país. En abril, ya sin cepo, más de un millón de personas compraron US$ 2.000 millones a través del homebanking. Sin embargo, lejos de usarlos para consumir, invertir o reactivar la economía, los billetes se fueron directo al colchón. El Gobierno pretendía lo contrario: una suerte de «repatriación monetaria» doméstica que revitalizara el sistema sin emitir pesos. Pero los hechos gritan más fuerte que las conferencias de prensa.
Desde la Casa Rosada se insiste en que estas medidas apuntan a abandonar “el régimen persecutorio” del pasado y pasar a un enfoque más amigable con el contribuyente. Así lo expresó el paquete que incluye la «presunción de inocencia fiscal», mayores pisos para la investigación por evasión y un régimen simplificado de Ganancias. Todo esto, según el discurso oficial, busca devolver confianza y previsibilidad al ahorrista. Pero no alcanza.
El canuto no se mancha
Carlos Melconian, ex presidente del Banco Nación y economista referente para sectores de poder, sintetizó el sentimiento popular con una frase que se volvió viral: «El canuto no se mancha. ¿Por qué? Porque el canuto es el canuto. ¿Para qué tiene canuto la gente en Argentina? Por las dudas.» Y esas dudas, lejos de disiparse, se consolidan.
Lucas Llach y Camilo Tiscornia, dos economistas que rara vez coinciden del todo, concuerdan esta vez en algo: el efecto del plan será marginal. Nadie espera una avalancha de dólares entrando al sistema. La mayoría de los tenedores de divisas prefieren seguir al margen, quizás porque saben —por experiencia histórica— que cualquier apertura puede ser apenas un nuevo comienzo del ciclo de confiscaciones, devaluaciones o persecuciones fiscales.
A esto se suma otro dato relevante que destaca la consultora 1816: la aceleración del gasto en turismo y la salida de dólares por Inversión Extranjera Directa. Es decir, no solo no entran dólares nuevos, sino que los que hay se siguen yendo. Algunas multinacionales, según el informe, están aprovechando el contexto para concretar planes de salida que venían postergando desde hace años.
Desconfianza estructural
El problema no es el plan «canuto». Es el país. O mejor dicho, la falta de reglas claras, estables y duraderas. Ningún régimen informativo, por más transparente que sea, puede convencer a una sociedad que ha visto cómo sus ahorros eran licuados, pesificados por decreto o directamente confiscados. La memoria económica de los argentinos es de largo plazo, aunque los gobiernos sean de corto vuelo.
No se trata solo de economía: se trata de confianza. Y la confianza, como el dinero, también puede guardarse bajo el colchón. El Gobierno cree que con beneficios fiscales puede revertir décadas de frustraciones. Pero los datos muestran que aún no hay clima de época para ese volantazo. El canuto sigue siendo el salvavidas emocional, financiero y cultural de millones de personas.
¿Reforma o espejismo?
Desde el Ejecutivo repiten que están sentando las bases de una reforma integral que cambie el paradigma fiscal argentino. Pero sin dólares frescos en el sistema, el plan puede convertirse en otro catálogo de buenas intenciones fallidas. En un contexto en el que las inversiones no fluyen y los consumidores retraen su gasto, seguir apostando al «dólar colchón» como única estrategia de remonetización puede sonar tan ingenuo como voluntarista.
Por ahora, los únicos dólares que circulan son los que se van. El resto duerme, bien dobladito, bajo el colchón de la incertidumbre.
Fuente:
El fracaso del Plan: En menos de un mes, se fugaron US$ 437 millones

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