Eufemismos para el default: el gobierno de Milei ensaya su primer «reperfilamiento amigable».
(Por Osvaldo Peralta) La “conversión voluntaria” de bonos en pesos anticipa una jugada más audaz: postergar pagos en dólares. Un truco discursivo para disimular la insostenibilidad de la deuda bajo el dogma del déficit cero.
El gobierno de Javier Milei acaba de ensayar su primer reperfilamiento de deuda. Aunque desde el Ministerio de Economía —en especial desde la Secretaría de Finanzas conducida por Pablo Quirno— se esfuerzan en usar eufemismos como “conversión voluntaria” o “instrumento dual”, la realidad es más cruda: la administración libertaria admite, de manera implícita, que no puede afrontar los vencimientos en pesos del Tesoro con los recursos disponibles.
A través de una operación de canje de bonos BONCER TZX26 por nuevos títulos denominados TAMAR TTD26, el gobierno intenta patear vencimientos que originalmente estaban previstos para junio de 2026, llevándolos hasta diciembre del mismo año. Seis meses pueden parecer poco, pero en el mundo de las finanzas públicas son una eternidad si se carece de un plan económico consistente.
No se trata solo de una movida contable. Es una señal, un indicio, una alerta. Y los mercados no son ingenuos: el solo uso del término “conversión” ya revela la preocupación subyacente. Como reconocen los propios analistas financieros, estirar la duration de los bonos —esto es, la vida útil de la deuda— equivale a reperfilar, aunque se intente disfrazarlo de cordialidad contractual.
El mercado no compra humo
Para peor, la iniciativa choca con la narrativa oficial de remonetización de la economía. Milei y Caputo celebran la reducción de la base monetaria, pero al mismo tiempo deben ofrecer condiciones cada vez más atractivas para que el mercado les siga prestando. En la última licitación del 24 de abril, solo lograron renovar el 70% de los vencimientos: la confianza no abunda.
Ahora, el gobierno licitará nuevos instrumentos por 4 billones de pesos —apenas la mitad del total de vencimientos estimados, que superan los 8 billones— incluyendo letras capitalizables (LECAP), bonos ajustados por CER, y un nuevo bono a tasa TAMAR. Todas fórmulas sofisticadas para sostener lo insostenible: una deuda interna que se devora más del 40% del gasto mensual del Estado solo en intereses, según advierte el economista Horacio Rovelli.
Y eso que estamos hablando solo de la deuda en pesos. El verdadero fantasma ronda en los USD 4.500 millones que vencen en julio en concepto de deuda externa. La jugada de los bonos en moneda local parece, entonces, un ensayo general para el verdadero espectáculo: una reestructuración —o “reperfilamiento amigable”— de los compromisos en moneda dura.
Milei, el «reperfilador» libertario
Paradójicamente, el gobierno de Milei reproduce las prácticas que él mismo criticaba con vehemencia. Durante la campaña electoral, el entonces candidato libertario despotricaba contra los defaults, los canjes y los parches financieros. Hoy, con el corset del déficit cero y sin una expansión genuina de la economía, no le queda otra que replicar las fórmulas de las gestiones anteriores. Con una diferencia: lo hace bajo el manto de un relato mesiánico que promete “purificación” del sistema mientras aplica cirugía sin anestesia.
El mismo Milei que cuestionaba el “reperfilamiento” de Hernán Lacunza, ahora utiliza idénticas maniobras con distinto maquillaje. ¿Cuál es la diferencia entre un “reperfilamiento compulsivo” y una “conversión voluntaria” si la necesidad de patear pagos obedece a la misma causa estructural? La deuda no se puede pagar. Punto.
Señales de un fracaso anunciado
Las señales están sobre la mesa. El gobierno necesita más tiempo, más aire, más margen. Y la única forma que encuentra es tirar la pelota para adelante. Pero el problema no es solo de liquidez, sino de confianza. Con una inflación que no cede, un consumo en caída libre, y una recesión galopante, los acreedores se vuelven más exigentes. No solo piden tasas más altas, también más garantías.
En ese contexto, cualquier intento de renovación parcial o de estiramiento de vencimientos impacta negativamente en el mercado. Como bien reconocen los propios operadores financieros, por más que se presente como “amigable”, un reperfilamiento es una señal de alerta. Y no hay retórica libertaria que lo disimule.
Un ajuste que ajusta hasta la deuda
El proyecto político de Milei, centrado en el superávit fiscal a toda costa, muestra así su límite: no se puede desfinanciar al Estado sin afectar también su capacidad de repago. Si se licúan jubilaciones, salud, educación y salarios públicos para alcanzar metas de déficit, ¿quién queda en pie para sostener la economía? ¿Y quién querrá prestarle al Estado cuando todo indica que la prioridad es el ajuste antes que el crecimiento?
El reperfilamiento “amigable” es apenas el primer síntoma de un modelo que no cierra. Ni con motosierra, ni con relato.
Fuente:
- https://www.lapoliticaonline.com/economia/el-primer-reperfilamiento-amigable-del-gobierno/
Deja una respuesta